La corriente ultraconservadora del Partido Republicano autodenominada Tea Party, que toma su nombre del movimiento surgido en las colonias estadunidenses que en 1773 se negaron a pagar el impuesto a las importaciones de té al reino de la Gran Bretaña, ha puesto de cabeza a los republicanos debido a que su radicalismo pone en peligro la intención de ese partido de arrebatar la mayoría a los demócratas en el Congreso de Estados Unidos.
En su plataforma política hay expresiones que lo alejan del centro derecha de la mayoría de quienes se inclinan por los republicanos. Entre éstas figuran las siguientes: los indocumentados que están en Estados Unidos son ilegales y, por tanto, no debe haber consideraciones con ellos; un ejército fuerte es esencial para la salvaguarda del país; poseer armas es un derecho sagrado; el gobierno debe ser reducido a su mínima expresión; rescates como el bancario y el automovilístico son ilegales; debe ser obligatoria una reducción a los impuestos personales y principalmente a los negocios; por ley, el idioma inglés debe ser obligatorio en Estados Unidos.
Amén de la crítica al presidente Barack Obama que han hecho sus más destacadas figuras, entre ellas Sarah Palin y el locutor Glen Beck, acusándolo de comunista, fascista y de tener un
síndrome kenyano, entre otros epítetos.
Cada vez más estadunidenses piensan que Obama ha sido incapaz de solucionar los problemas económicos del país, entre ellos, el desempleo, y probablemente votarán en contra de los candidatos demócratas al Congreso.
Cierto o no, es claro que muchos votantes no están de acuerdo con la plataforma del Tea Party ni mucho menos con los epítetos que los candidatos de esa corriente le han adjudicado a Obama. Por ello es que en el liderazgo republicano ha surgido el fantasma de las elecciones en 1992, año en el que Bush padre perdió su relección frente a Bill Clinton, cuando el candidato independiente Ross Perot dividió a los conservadores y el Partido Republicano perdió los votos necesarios para derrotar al candidato demócrata.
En esta ocasión no es un candidato independiente el que puede restar votos a los republicanos, sino las propuestas radicales de algunos de sus candidatos, afiliados a la corriente del Tea Party que pueden influir para que un número importante de votantes prefiera quedarse en casa el día de la votación.
Muy pronto se conocerán los resultados de las encuestas de opinión registradas con posterioridad al discurso en el que el presidente Obama dio a conocer su estrategia para fortalecer la economía y abatir el desempleo.
De la combinación del impacto de su propuesta y la percepción que de los candidatos del Tea Party tenga el electorado, dependerá su participación en las elecciones.
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