El éxodo centroamericano se abre paso a través de México
Brecha
Frente a la presión
de las autoridades por detenerla, la primera caravana en llegar a
Ciudad de México debate cómo seguir. La situación desenmascaró la larga
crisis que vive Honduras, donde la violencia, la pobreza y el
autoritarismo empujan a la gente a partir, y la migración es el
verdadero sostén de la economía nacional.
Ya son cinco
los grupos de migrantes que atraviesan México en caravana rumbo a
Estados Unidos. Van a pie, “a jalón” de los camiones en la ruta o,
cuando pueden pagarlo, en autobús. La Policía Federal dice que son 17
mil personas; 4 mil ya están en la capital mexicana. Es un éxodo.
La sangría de gente es apenas una muestra que permite intuir la
profundidad de la crisis hondureña: servicios públicos devastados,
salarios de chiste y un presidente impopular que simboliza un sistema
opresivo con toda disidencia. “¡Fuera joh!”, gritan los migrantes al
marchar, en referencia al presidente de Honduras, Juan Orlando
Hernández.
En este éxodo viaja gente de las dos ciudades
principales de ese país, Tegucigalpa y San Pedro Sula, de aldeas de las
zonas rurales, y trabajadores de campo guatemaltecos. Los salvadoreños
también están: se acercaron en grupos más pequeños y en su propia
caravana. Hay familias enteras que han sido amenazadas en sus países de
origen. Cuando los padres se sienten en peligro, no dejan a sus hijos
atrás.
Otros ya estaban en México, pero como su trámite de
refugio no avanzaba, las caravanas se transformaron en la manera obvia
de subir al norte por un país peligroso, sin tener que pagar los costos
del “pollero”, ni las extorsiones de la policía o la “migra”.
En
varias oportunidades durante la sucesión actual de marchas migratorias
el gobierno federal mostró el garrote, con represión o demoras en la
ruta durante las horas más duras del sol mesoamericano. Aunque algunos
gobiernos locales ofrecieron ayuda humanitaria, la respuesta solidaria
de los pobladores que recibieron a los centroamericanos rebasó a la
autoridad, en un despliegue de redes de ayuda y autoorganización como el
ocurrido tras el sismo del 19 de setiembre de 2017. Los mexicanos
tienen el migrar en la genética, y las respuestas xenófobas se mantienen
confinadas a las redes sociales.
Antes de que la primera
caravana saliera de Chiapas, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto,
anunció el plan de contención Estás en tu Casa. Según sostuvo en un
comunicado la coordinadora de los migrantes centroamericanos en México,
la medida no ofrece nada distinto a lo que ya garantiza la legislación
vigente, mientras reduce la posibilidad de solicitar refugio a los
estados de Chiapas y Oaxaca. La respuesta del éxodo fue seguir
caminando.
Los primeros miembros de estas caravanas que pidieron
refugio en territorio mexicano fueron recluidos por el Instituto
Nacional de Migración (Inm) en la Feria Mesoamericana de Tapachula
durante más de dos semanas. El confinamiento duró hasta el 5 de
noviembre, cuando se anunció el cierre del predio y se desalojó sin
aviso previo ni planificación a unas 2 mil personas, según denunció la
Misión de Observación del Éxodo Centroamericano en Chiapas, integrada
por diversas organizaciones sociales.
Ahora el gran campo de
refugiados está en Ciudad de México. La autoridad local armó lo que
llama un “puente humanitario” para coordinar la ayuda, que concentró en
un solo punto: el estadio Jesús Martínez, “Palillo”, ubicado en la
ciudad deportiva Magdalena Mixhuca, de la capital mexicana.
Arde Honduras
La primera vez que esta cronista cubrió la ruta migrante en México, los
hondureños ya eran mayoría. Sentado bajo la pequeña línea de sombra del
albergue de la ciudad chiapaneca de Palenque, un trabajador de la
industria textil hondureña de 33 años trazó en 2015 los motivos que hay
detrás de lo que ahora ocurre.
“La gente se ha rebelado en San
Pedro, en Tegucigalpa, en Comayagua, pero ellos responden con su Policía
Militar para gasear y golpear a las personas y luego hacen que los
medios tarifados no publiquen cuando hay manifestaciones contra el
gobierno”, explicó.
Recordó el golpe de Estado de 2009 y el
posterior estado de sitio que duró seis meses –con toque de queda a
partir de las 5 de la tarde–, los escándalos públicos de corrupción que
fueron cebando el malestar entre la gente, los bajos salarios que
ahogaron a los pocos que tenían trabajo: “1.500 lempiras (60 dólares) a
la semana y explotados los siete días”.
“Cuando empezaron los
movimientos, muchos nos quejamos. No han querido bloquear las redes
sociales porque las usan para intimidarnos. En Facebook no se puede
publicar cosas contra el gobierno”, contó el hondureño. Mencionó como
ejemplo la persecución al periodista David Romero, quien luego sería
condenado a diez años de prisión por difamación, tras revelar un
millonario desfalco del oficialismo en el Instituto Hondureño de
Seguridad Social.
En aquel entonces el hombre migraba a
escondidas, porque el Plan Frontera Sur llevaba un año en pie y la ruta
mexicana estaba llena de retenes de la migra. Todos los albergues, en su
mayoría pertenecientes a congregaciones religiosas, ya anunciaban que
las violaciones a los derechos humanos de la gente en tránsito se habían
disparado, debido a la militarización sin pausa de los estados del
sureste.
Es en ese marco que debe leerse el avance de las
fuerzas armadas mexicanas sobre la frontera con Guatemala que se vio el
pasado 19 de octubre en el río Suchiate, cuando ingresó el éxodo actual.
Se trata de la culminación de un proceso represivo que ya lleva cuatro
años y que busca cerrar la frontera sur de México hasta convertirla en
el verdadero muro prometido por el presidente de Estados Unidos (véase
Brecha, 26-X-18).
Entre quienes llegaron por estos días a Ciudad
de México, una joven de 26 años del departamento hondureño de Yoro
denunció lo mismo que aquel obrero: trabajo doméstico con cama –un día
libre cada 15– por 1.500 lempiras la quincena. Ella tiene un hijo de 10
años que dejó con su madre y al que tiene que mantener.
“Honduras está atrapada en un círculo vicioso de bajo crecimiento debido
a factores como la violencia, el escaso dinamismo de la economía y la
debilidad institucional. Hay un agotamiento del sistema político
tradicional hondureño, que no responde a las necesidades de la
población”, analizó en entrevista con Brecha el economista Noé Pino.
Pino fue presidente del Banco Central de Honduras, ministro de Finanzas
y embajador en Washington. Actualmente se desempeña como docente
universitario. Según él, la migración que hoy vemos convertida en una
situación dramática comenzó tras los efectos del huracán Mitch, en 1998.
La ola migratoria ha quedado registrada en las cifras de
expulsión. “Si tomamos en cuenta la última década, Estados Unidos ha
estado deportando entre 70 mil y 80 mil hondureños al año”, explicó
Pino. “No nos debe extrañar lo que estamos viendo ahora. Se venía dando
diariamente”, señaló el economista, y mencionó además que desde los
últimos años México deporta una cantidad similar a la de su vecino del
norte. Ahí se ve uno de los efectos del Programa Frontera Sur: en un año
y medio –entre fines de 2016 y abril de 2018– México deportó a
Centroamérica 60 mil niños y adolescentes, sin más proceso que una
entrevista.
“Tenemos las cifras de las deportaciones, pero no
sabemos cuánta gente se queda irregularmente en Estados Unidos, cuántos
logran evadir la deportación”, agregó el experto. Esas personas son
clave para Honduras, por el peso que ocupa en su economía el envío de
dinero que hacen desde el exterior. “Se calcula que para 2018 vamos a
recibir alrededor de 4.600 millones de dólares, lo que hace de las
remesas la principal fuente de ingreso por exportaciones. Esto quiere
decir, puesto en término muy gruesos y muy duros, que el principal
producto de exportación de Honduras son las personas”, sostuvo Pino.
En ese sentido, el periodista y ex diputado opositor Bartolo Fuentes
afirmó a Brecha: “Juan Orlando Hernández no tiene ningún interés en
detener la migración. Lo que no quiere es que se haga pública, pero a él
le gustaría que se fueran 50 mil para bajar la presión en el país”.
Fuentes acaba de salir de Honduras por el temor a una detención
arbitraria (véase “Persigan al mensajero”). El gobierno hondureño lo
señala como el promotor de la caravana, algo que tanto él como otros
integrantes del éxodo desmienten.
Cruzar México
Cuando atravesó el estado de Chiapas la primera de las actuales
caravanas, el gobierno federal mandó a su policía y a agentes de
Migración para “explicarle” la propuesta del presidente a la cabecera
del éxodo. Los retuvo casi cinco horas sobre el asfalto caliente hasta
que les permitió el paso. A la segunda caravana también le cerró el
camino en el puente binacional Rodolfo Robles, sobre el río Suchiate,
mientras la marina impedía el abordaje de la gente a las balsas. Los
migrantes armaron un pasamano para cruzar, con sus hijos y sus cosas
sobre la cabeza, mientras un helicóptero les volaba encima con el ruido
ensordecedor de sus aspas.
En uno de los grupos grandes
detenidos en la frontera vino un costarricense de 43 años que relató así
a Brecha el cruce: “Salimos como 400 personas en una caravana de (la
ciudad guatemalteca de) Tecún Umán, pero cinco quilómetros antes de
entrar a Tapachula nos emboscaron y nos cayeron Migración y los
federales, con cuatro buses adelante, las ‘trocas’ en que andan ellos,
los antimotines. Nosotros nos agachamos y vino uno de los antimotines y
comenzó a pegarle a un muchacho hondureño”. A ese siguieron otros golpes
y “luego ya todo fue un desmadre”. En su mayoría quedaron detenidos. El
hombre contó que sólo nueve pudieron escapar tras esconderse en un
matorral cercano, y llegaron a Ciudad de México pagando transporte.
Junto a él, una muchacha flaquita comentó que había venido en autobús
desde la localidad veracruzana de Acayucan. Por ese viaje pagó unos 600
pesos mexicanos (30 dólares). En conjunto con su hermano también pagaron
el boleto de otra muchacha que viaja con un niño. Según dijo, en ese
autobús “eran puros hondureños”, y explicó que ellos han pagado el
transporte de buena parte de los trayectos que han recorrido.
De
esos gastos también habló a Brecha Tomás González Castillo, un fraile
que comanda el albergue La 72. “Una comida para 7 mil personas ¿quién la
da? Hay una organización colectiva de los pueblos por donde van
pasando, eso ya es un gasto enorme. Ahora, multiplícalo por dos o tres
comidas al día. Es mucho dinero”, subrayó el sacerdote.
González
Castillo contó que también ingresa gente por la zona donde trabaja, en
la frontera del estado de Tabasco que da al Petén guatemalteco: “La
mayoría entra por Tapachula, pero hay muchos que por ser rechazados
están tomando nuestra ruta, por Tabasco. En el albergue, en diez días
llegaron 1.500 personas. Es lo que habitualmente recibimos en un mes.
Está migrando todo tipo de gente, pero en su mayoría son de Honduras”.
El fraile fue crítico con las nuevas autoridades que actúan en el tema.
El futuro gobierno de Andrés Manuel López Obrador anunció que el
académico Tonatiuh Guillén estará al frente del Inm y que Andrés Ramírez
Silva, un ex funcionario de Acnur, encabezará la Comisión Mexicana de
Ayuda a Refugiados. “El Inm está perdido. No creo que una persona pueda
componer esto, por mucha voluntad política y buena intención que tenga.
Están prometiendo demasiado, y creo que tienen que poner los pies sobre
la tierra”, sostuvo González Castillo.
El religioso, un
referente en el tema de la movilidad fronteriza, denunció que los
propios agentes estatales atacan a los migrantes, les cobran por pasar y
los extorsionan ofreciéndoles seguridad.
Pánico en Veracruz
Desde la noche del sábado 3 de noviembre hasta el momento de publicarse
esta nota los miembros de la primera caravana vienen llegando a Ciudad
de México con cuentagotas, en contraste con el impulso masivo con que
lograron cruzar la frontera guatemalteca.
La situación, que
agrava la vulnerabilidad de los migrantes, es en buena medida
responsabilidad del gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes. El 2 de
noviembre Yunes había prometido 150 camiones para trasladar a los
integrantes de la caravana desde la ciudad veracruzana de Sayula de
Alemán hasta la capital mexicana. Dos horas más tarde el jerarca negó
esa ayuda con el pretexto de que la Ciudad de México no tenía las
condiciones para recibirlos.
La Misión de Observación del Éxodo
Migrante en Veracruz denunció “la dispersión del éxodo en 300
quilómetros de ruta” de ese estado, “producto de la frustración, el
desconcierto y la desesperación” provocadas por la acción del
gobernador. Un miembro de esa organización de la sociedad civil relató a
Brecha un panorama desolador, de “mucho caos”, luego de que la gente se
lanzara a la carretera y recorriera los 70 quilómetros que separan
Sayula de Alemán de Ciudad Isla, epicentro de una región de enorme
peligro, donde son comunes las desapariciones forzadas y el accionar de
las organizaciones criminales.
Los antecedentes violentos de la
zona, que comprende el límite entre Veracruz y Oaxaca, por donde pasó la
caravana, multiplicaron los titulares de prensa que decían que una
parte de la gente había sido “secuestrada por camioneros y entregada al
cartel de Los Zetas”. Aunque nadie ha podido confirmar ese extremo, el
ombudsman de Oaxaca, Arturo Peimbert, alimentó los rumores al afirmar
que tiene indicios de que entre 80 y 100 migrantes están desaparecidos.
El funcionario dijo basar su denuncia en su propia impresión de lo
ocurrido en la ruta y en testimonios que él mismo recogió.
En
una entrevista radial (Radio Fórmula, 5-XI-18) Peimbert reconoció no
tener cómo contactar a los denunciantes de esas supuestas
desapariciones, por lo que no puede comprobar si ya se reencontraron con
quienes buscaban. Tampoco ha dado nombres o fotografías de las personas
faltantes, lo primero que se hace en casos de desaparición. Desde la
Misión de Observación en Veracruz sostuvieron que no hay forma de dar
una certeza absoluta del destino de cada uno de los migrantes que
pasaron por ese estado.
A pesar de la irresponsabilidad de las
autoridades, de haber menguado sus fuerzas tras padecer lluvias,
lodazales y decenas de noches durmiendo en el suelo, y de saberse
engañada por los gobernantes, la gente se las ha ingeniado para
concentrarse por miles en la capital mexicana. La caravana decidirá en
asamblea cómo continuar. Dicen que seguirán hacia el norte.
Tierra para todos
Mientras el éxodo se mueve por México, un pequeño grupo de mujeres
centroamericanas entró al país por el paso fronterizo entre la localidad
chiapaneca de Talismán y la aldea de El Carmen, en el departamento
guatemalteco de San Marcos.
Conforman la 14ª Caravana de Madres
Centroamericanas de Migrantes Desaparecidos en México, que hacen lo que
las autoridades no encaran: buscarlos. En este año, tres mujeres (una
nicaragüense y dos hondureñas) se reencontraron con sus hijos, con
quienes llevaban una década sin contacto.
Es el resultado de la
alianza del Movimiento Migrante Mesoamericano (una organización
mexicana) con los comités de familiares de migrantes desaparecidos de
Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
Al llegar a Ciudad
de México, durante el Foro Mundial de las Migraciones, las mujeres de
esta caravana participaron como la delegación centroamericana en la
Cumbre Mundial de Madres de Migrantes Desaparecidos, y se reunieron con
el otro polo migratorio: el que recorre el camino entre África y Europa.
Las mujeres que buscan a aquellos originarios de Túnez,
Argelia, Senegal y Mauritania desaparecidos en los pasos hacia Italia y
España expresaron su reconocimiento al avance de las centroamericanas
para empujar la desidia oficial.
En los 14 años que lleva
realizándose, la Caravana de Madres ha encontrado a 301 personas que
estaban desaparecidas en México. Cada año las mujeres recaban pistas con
un método sencillo: extienden las fotos de los miles que faltan a lo
largo de las distintas rutas migratorias que existen en el país, y le
piden a la gente de los pueblos que las miren y digan si reconocen a
alguien. Así de sencillo.
Luego siguen esas pistas y se las
entregan a la autoridad para sus búsquedas oficiales. También preguntan
entre los que viven aquí y son de allá si tienen contacto con sus
familias, o si desean que ellas las busquen.
Junto a mujeres
como Fatma Kasraoui, que busca a su hijo Ramzi Walhasi desde 2011
–desaparecido al migrar junto a otros nueve jóvenes de su barrio
tunecino–, y Souad ben Sassi, madre de Bader Msalmi –también
desaparecido desde 2011, cuando salió hacia Italia–, llegó Imed Soltani.
A Soltani le faltan dos hermanos, Slim y Bethesen, que tenían
31 y 27 años al desaparecer en marzo de 2011. Además preside la
organización La Terre pour Tous, de Túnez. Formalmente el Estado
reconoce 504 personas desaparecidas, pero las madres cuentan 2 mil.
Gracias a la traducción de Yu, una de las voluntarias de la cumbre,
Soltani dijo a Brecha en francés que son las madres quienes en realidad
presiden la organización, y que él ocupa el cargo formalmente.
“Nuestro trabajo es contra las políticas de la Unión Europea y el
sistema actual, en que los gobiernos funcionan como el coyote. Al mismo
tiempo que empujan a estos jóvenes a salir, les ponen barreras. Son
políticas que han construido muros contra las personas que se mueven”,
afirmó.
Soltani sostuvo que estas organizaciones de madres de
desaparecidos, que se han formalizado en el último año, son una forma de
reclamar a los gobiernos por su responsabilidad en la desaparición de
migrantes, “mostrarles lo que han ocasionado con sus políticas”.
Su preocupación y la de las madres de su organización son los campos de
refugiados en Libia, donde se concentra a los migrantes en condiciones
precarias y se busca impedir su salida hacia Europa.
“El
problema con Libia es que el gobierno no funciona como tal, sino que hay
muchas mafias a cargo. El gobierno de Italia y el de la Unión Europea
han trabajado con esas mafias dándoles fondos para que bloqueen el
tránsito de la gente”, dijo Soltani.
El propósito de La Terre
pour Tous es realizar una caravana que salga de Túnez hasta esos campos
de refugiados, como forma de pronunciarse contra estas políticas, según
explicó el militante.
“Con esta cumbre mundial pudimos
entender que las madres pueden contar unas con otras, que la voz de
Túnez puede escucharse en México y la de México en Túnez. La solidaridad
y reciprocidad es lo más importante que me llevo”, agregó.

No hay comentarios:
Publicar un comentario