EU: lo que viene
Robert Fisk
Como muchos presidentes antes que él, el
magnate de los inmuebles debe prepararse para la complejidad del combate
político en Medio Oriente, pero, ¿sabe dónde se ubica esta región?
Beirut.
Desde luego, no habrá
cambio en Medio Oriente. Lo único que siempre unió a Hillary Clinton y a
Donald Trump –pese a las tonterías de Trump sobre los inmigrantes
musulmanes– era la extensa área entre Argelia y la frontera
india-paquistaní. ¿O es la frontera entre Marruecos e India y Pakistán?
¿O la frontera iraní-paquistaní? Dios sabe dónde está
Medio Orienteen la mente de los políticos estadunidenses… o en la de Trump. Bueno, son un montón de musulmanes, supongo, además de Israel, donde la mayoría de la población es judía. Un Medio Oriente que también tiene una pizca de cristianos, cosa que recordamos cuando sus iglesias son incendiadas y su gente es esclavizada porque, hace mucho, cuando a Europa se le llamaba el reino cristiano... nosotros en Occidente nos denominábamos cristianos también. Pero hasta ahí llega nuestro conocimiento.
Por tanto, el Medio Oriente de Trump muy probablemente es casi el
mismo que el de Hillary. Un apoyo acrítico a Israel, con sus armas
nucleares y su caótico primer ministro, la estridente perorata sobre el
terror, terror, terror, terror, terror (borren la palabra cuando se
hayan cansado de ella), y un respaldo a los
moderados, así sean rebeldes (al estilo de los sirios), presidentes y reyes (de la clase de Sisi en Egipto y Abulá en Jordania) y a nuestros amigos (sauditas/cataríes, kuwaitíes) cuyos difuntos reyes probablemente merecerán una bandera a media asta.
Pero a todos los armaremos. Podemos estar seguros de esto: los
estados del Golfo continuarán devorando armas/misiles/tanques/aviones y
Trump visitará estas polvorientas monarquías y recibirá trato de rey –lo
cual, supongo, le gustará mucho– y le garantizará a Israel un apoyo
eterno, constante e incuestionable a
la única democracia de Medio Orientey exigirá a la Palestina ocupada que haga
decisiones difícilespor la paz.
Como garantía, está esa pequeña promesa que hizo Trump durante
su campaña de mudar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a
Jerusalén. Dicha promesa ha quedado olvidada en un casillero durante
tantos años que los muchachos de la Casa Blanca seguramente tienen
muchos archivos al respecto, amarillentos de viejos, sobre el porqué
algo así molestaría mucho a los árabes, especialmente a los palestinos
(quienes querrían una embajada estadunidense en su mitad de la capital
de Jerusalén), si de verdad el embajador de Estados Unidos tomase el
camino hacia la Ciudad Santa. Pero sospecho que las
medidas de seguridadocasionarán que el pequeño proyecto sea puesto en espera de momento.
Y, sin embargo –siempre hay
sin embargoscuando asume un nuevo mandatario en Estados Unidos–, muchos presidentes han tenido que lamentar sucesos en Medio Oriente, Afganistán, Irak, Siria… la Casa Blanca no es muy afecta a ondear banderas por esas naciones, ¿verdad? ¿Qué hará Trump cuando esos países representen una
amenazapara Occidente? ¿Desempolvar sus odios antimusulmanes? ¿Llamar a su amigo Vladimir? ¿Pedir que le presten un atlas?
Pero recuerden que solíamos decir cosas así sobre George W. Bush… y
tuvimos la invasión a Irak. La presidencia de Trump no puede darse el
lujo de adoptar el mismo camino. ¿O sí?
Por tanto, me arriesgaré a hacer una cruel predicción: Medio Oriente
se levantará y embestirá a Donald Trump cuando él menos lo espere y lo
enfrentará a una decisión aterradora (guerra o paz), y su administración
–como sea que ésta resulte– no estará en condiciones de afrontarla.
Ésta será la responsabilidad última de los electores estadunidenses,
desde luego. Pero no nos olvidemos de nuestro altivo caballo británico.
¿Se acuerdan de un muy popular primer ministro que gobernó no hace
mucho? De pronto se vio atrapado en Afganistán, ¿no es cierto? Y después
en Irak, ¿verdad? Tony… ¿cómo se llamaba?
The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
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