China y Rusia en América Latina
Nueva Sociedad
En todo el mundo se
está viviendo hoy una reorientación de las relaciones geoestratégicas.
Rara vez se pone el foco en América Latina. La región no representa una
amenaza para la seguridad global y en la actualidad influye poco en las
relaciones internacionales o en la globalización. Pero América Latina
ciertamente sirve como campo de juego para los intereses geoestratégicos
de las grandes potencias. En particular, Rusia y China han fortalecido
su presencia en la región en los últimos años. El desinterés actual o el
desaire de Estados Unidos, así como la ausencia de la Unión Europea,
tienen como contrapartida la participación de China y Rusia en el
subcontinente: los países latinoamericanos están tratando de
diversificar sus relaciones y apuestan a esas dos potencias.
El giro
de América Latina a la izquierda, a principios de la década de 2000,
favoreció la reapertura (en el caso de Rusia) y la intensificación (en
el caso de China) de las relaciones con la región. En particular, para
los gobiernos de Cuba y del llamado «socialismo del siglo xxi», como
Venezuela, Bolivia o Nicaragua, una cooperación más profunda también
parecía atractiva por razones ideológicas. El deseo compartido de
contrarrestar la hegemonía de eeuu era de central importancia. Además,
no había que temer planteos críticos de Moscú o Beijing sobre el trato a
la oposición, la institucionalidad democrática o la gestión de los
derechos humanos y, a cambio, estos gobiernos respaldaron de manera
confiable las posturas rusas y chinas dentro de los organismos de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Aunque los gobiernos de
centroizquierda han perdido algunas elecciones y mayorías
parlamentarias en los últimos años y han sido reemplazados por gobiernos
conservadores o liberales –particularmente en Argentina, Brasil y, más
recientemente, Chile–, esto no afectó de manera significativa las
relaciones con China y Rusia. Sin lugar a dudas, los gobiernos
conservadores o liberales de América Latina están buscando acercarse
otra vez a eeuu y Europa, ya que Occidente ha estado tradicionalmente
más cerca de las elites económicas de estos países, que se referencian
con esta región del mundo en términos de historia e ideas. Por ejemplo,
en la actualidad Brasil y Argentina buscan integrar la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico ( ocde ), Colombia hace tiempo
intenta incorporarse y México y Chile ya son miembros. Sin embargo, es
probable que ello no afecte las relaciones con Rusia y China.
Los
gobiernos de las derechas continentales no se preocupan por la ideología
o los intereses geoestratégicos, sino simplemente por diversificar
mercados para sus exportaciones y por atraer inversiones. Además, Trump
desaira incluso a aquellos gobiernos que realmente están buscando
acercarse a EEUU. Su proteccionismo tiene tanto efecto intimidatorio
como la declaración de que también habría que considerar una
intervención militar en Venezuela. Mientras tanto, la ue concentra la
atención de su política exterior en aquellas regiones que pueden ayudar a
combatir el terrorismo y frenar la inmigración, y en los conflictos en
su propio vecindario. Como América Latina no desempeña ningún papel en
estas áreas para Europa, ha quedado invisibilizada para la política
exterior europea. En la región, por otro lado, la política exterior es
actualmente, ante todo, política exterior económica. Esto se aplica en
particular a los presidentes de la derecha liberal como Mauricio Macri
(Argentina), Michel Temer (Brasil) o Enrique Peña Nieto (México). Y
China es un socio comercial y de inversión atractivo, además de un
prestamista. Los compromisos públicos de Beijing con el libre comercio,
la globalización y la cooperación estratégica en un pie de igualdad
brindan alivio en tiempos de creciente proteccionismo y arrogancia
indisimulada de Washington. Si bien los presidentes de derecha
favorables al mercado no apuestan en sus países a un desarrollo de sus
economías basado en el Estado, como sí lo hace Beijing, estas diferentes
visiones del modelo económico y social no han representado en la
práctica, hasta ahora, ningún obstáculo.
¿Será América Latina parte de la Ruta de la Seda?
Por
las razones antes señaladas, la reciente ofensiva de seducción del
gobierno chino cae en terreno fértil. América Latina tendría un lugar en
la Iniciativa de la Franja y la Ruta del presidente chino1.
En enero de 2018, Xi Jinping hizo un llamamiento a los latinoamericanos
para que participaran en el desarrollo de esa nueva «Ruta de la Seda».
El canciller Wang Yi participó a principios de enero en la segunda
reunión ministerial entre China y la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en cuyo marco se formuló una
declaración especial para la Iniciativa. El objetivo de la cooperación,
según Wang, es expandir las redes logísticas, de electricidad y de
información. De este modo comenzaría una nueva era, dijo Xi Jinping en
su salutación al foro2. Aunque no hay hasta ahora ninguna
inclusión formal de América Latina en la Iniciativa de la Franja y la
Ruta y, en consecuencia, no hay compromisos relativos a la financiación
del Fondo de la Ruta de la Seda (Panamá es el único país de América
Latina que ha firmado uno de los más de 70 acuerdos existentes en
relación con el proyecto chino), el interés del gigante asiático en
sumar a América Latina a través de la Iniciativa es claro.
La
futura cooperación entre China y América Latina, tal como la ha
bosquejado Wang en Santiago, refleja los cinco pilares de la Iniciativa:
cooperación política, desarrollo de infraestructura, inversiones y
facilitación del comercio, integración financiera e intercambio cultural
y social. En primer plano está el cruce del Pacífico: la denominada
«Ruta de la Seda marítima». Y es de esperar que otros países
latinoamericanos estén interesados en ser miembros del Banco Asiático de
Inversión en Infraestructura ( aiib , por sus siglas en inglés).La
inclusión de América Latina en la Iniciativa es una continuación de las
relaciones existentes entre la región y China. Es también por eso que,
entre los presidentes de América Latina, la llamada de Xi está generando
interés: por una parte, América Latina se vincula más estrechamente a
la región Asia-Pacífico a través de la Iniciativa de la Franja y la
Ruta; por otro lado, los latinoamericanos hace tiempo se han convencido
de que el futuro, ya sea desde el punto de vista económico o
geoestratégico, está en el Pacífico.
China es hoy un socio
comercial central de la región. Para Brasil, Chile y Perú, ya es el más
importante. Estos son los países que más se beneficiarían con una
conexión entre los océanos. Desde 2000, el comercio se ha multiplicado
por 22. En 2014, el volumen comerciado entre China y América Latina fue
de 200.000 millones de dólares3; también las inversiones
directas y los préstamos de origen chino han crecido enormemente. Aunque
las inversiones directas europeas son mucho más significativas, las
tasas de crecimiento de las provenientes de China son inmensas y los
flujos se dirigen cada vez más hacia sectores de la economía que antes
no se tenían en cuenta. Solo en 2016, los bancos chinos otorgaron
créditos a la región por 21.000 millones de dólares4. Además,
la demanda china de materias primas y productos agrícolas a principios
de la década de 2000 hizo subir sus precios en el mercado mundial.
América Latina se benefició: el resultado fue un fuerte crecimiento
económico.
Roles tradicionales y conflictos socioecológicos
El
papel de China es considerado de manera cada vez más ambivalente en
América Latina, en especial fuera de las esferas de gobierno, es decir,
en la sociedad civil y más aún entre los partidos y movimientos con
sensibilidad ecológica. La orientación económica china, más bien
unilateral, ha provocado críticas en el pasado. La República Popular
compra materias primas y productos agrícolas y, a cambio, vende
productos industriales, por lo general baratos. Al hacerlo, ayuda a
consolidar el papel de América Latina como proveedora de bienes
primarios y a obstaculizar la industrialización de la región. En lugar
de que se profundice la industrialización, las economías volvieron a
primarizarse.
América Latina parece estar hoy presa en la trampa
de las materias primas. Y si la demanda china disminuye, como en los
últimos años, la economía latinoamericana sufre. Además, los conflictos
sociales y ecológicos se agravan: se critica que, en los proyectos de
infraestructura chinos, los materiales y los trabajadores a menudo
provienen de China y, en consecuencia, generan poco impulso positivo
para la economía del país receptor. Los ecologistas también critican el
papel de China en la reprimarización de la región, que se asocia a
consecuencias sociales y ambientales negativas. La oferta de hacer
partícipe a América Latina en la Iniciativa de la Franja y la Ruta sigue
este patrón: el foco está puesto en la expansión de las vías de
transporte y la conexión entre el interior y los océanos. Esto concuerda
con un plan quinquenal presentado en 2015, que incluye inversiones del
Estado chino por 250.000 millones de dólares en América del Sur y
Central5. En el núcleo de este plan se encuentran las
materias primas y la infraestructura necesaria para su transporte. El
punto central articulado en el marco de la Iniciativa de la Franja y la
Ruta son los enlaces y túneles ferroviarios bioceánicos. En particular,
el objetivo es reducir los costos de transporte entre Brasil y China,
por ejemplo, mediante el acceso por tierra a los puertos de Colombia y
Perú. De este modo quedaría asegurado para China el acceso a las
materias primas de la región.
La lista de acuerdos sobre
transporte interno y transfronterizo ha crecido en los últimos años. En
la práctica, si bien es poco lo que se puede ver, si Beijing lleva
adelante la inclusión de América Latina en la Iniciativa de la Franja y
la Ruta, es probable que esto cambie en el futuro próximo. Los
ambientalistas ya están dando la voz de alarma, ya que un enlace
ferroviario a través del Amazonas favorecería el riesgo de incendios y
las deforestaciones. Además, los proyectos de infraestructura chinos en
América Latina plantean interrogantes similares a los de otros lugares:
¿de dónde vendrá la mano de obra? ¿Se respetará la legislación laboral y
de protección ambiental? ¿Se traspasarán después la administración y el
control de los proyectos finalizados a los gobiernos locales? La
experiencia hasta el momento no permite ser optimistas a este respecto.
A
pesar de estos reparos, China es considerada una alternativa por muchos
gobiernos latinoamericanos, especialmente en tiempos de creciente
proteccionismo estadounidense. Los latinoamericanos esperan ayuda
financiera para desarrollar su infraestructura deficitaria y para
estimular el desarrollo económico a través de la inversión y confían en
que China diversifique aún más sus relaciones comerciales con la región.
Los años de la crisis económica ya han sido utilizados por empresarios
de la República Popular para comprar o iniciar negocios por su cuenta.
Hasta ahora, los chinos han fundado más de 2.000 empresas en América
Latina. Por lo tanto, el papel clásico de China como socio que solo
quiere asegurar su propia demanda de materias primas está retrocediendo
cada vez más, al tiempo que hay una expansión a través de cooperaciones
en el campo de la educación y los servicios. Además de la compra de
materias primas y productos agrícolas, las empresas chinas se están
centrando paulatinamente en sectores como la industria automotriz, el
comercio electrónico y los negocios tecnológicos. La Iniciativa de la
Franja y la Ruta también podría reforzar las tendencias que se ven en
estos campos.
Trump deja espacio
El presidente Trump
también está favoreciendo el ascenso de China en América Latina: el país
asiático podría beneficiarse con un posible fin del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN). El gobierno mexicano está
buscando alternativas al mercado estadounidense frente al estancamiento
de las negociaciones y los desaires de Washington. El inmenso mercado
chino y miles de millones de dólares de inversión podrían remediar esta
situación. Si el candidato de izquierda Andrés Manuel López Obrador,
crítico de Washington, ganara las elecciones presidenciales mexicanas,
aumentarían las oportunidades de cooperación para China (y Rusia).
La
situación es similar en América Central. El presidente Trump anunció
que reducirá la ayuda estadounidense a esta región aquejada por las
crisis. Aquí también podría aprontarse China, incluso por razones de
política exterior: la República Popular tiene un interés particular en
los países centroamericanos que aún mantienen relaciones diplomáticas
con Taiwán. Beijing quiere que estos países rompan sus relaciones
diplomáticas con Taipei y, en efecto, Panamá entabló relaciones
diplomáticas con China en 2017 y se convirtió en el último ejemplo del
creciente aislamiento de Taiwán.
Los esfuerzos de China en América
Latina tienen como objetivo ampliar las relaciones a largo plazo.
Además de las relaciones económicas, desde el cambio de milenio también
se han ampliado las relaciones culturales y diplomáticas, por ejemplo, a
través de la apertura de los Institutos Culturales Confucio y una
intensa y viajera diplomacia. Sin embargo, hasta el momento China ha
querido evitar dar una imagen agresiva. El gobierno chino siempre ha
puesto el acento en que de ninguna manera está llevando a cabo una
competencia geopolítica con eeuu en su vecindario, alguna vez denominado
su «patio trasero». Sin embargo, a escala global, Beijing está
renunciando cada vez más a la moderación en su política exterior. Sus
pretensiones de liderazgo político internacional son cada vez más
sólidas, lo que significa que las tensiones con Washington serán cada
vez más probables, también en relación con América Latina.
Rusia, un jugador global en América Latina
También
el gobierno de Vladímir Putin está interesado en relaciones a largo
plazo y diversificadas con los países del hemisferio occidental, pero
sus vínculos con América Latina son de importancia política primordial.
Su intensificación se vio favorecida por el «giro a la izquierda» de
América Latina a principios de la década de 2000. Moscú utiliza estos
vínculos para mostrar que la influencia global de Rusia vuelve a ser tan
fuerte como lo fue durante la Unión Soviética. La importancia central
de América Latina y, en particular, del Caribe radica en su proximidad
geográfica con EEUU. Con su presencia, Rusia puede tomarse una pequeña
revancha por la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) en Europa del Este. Además, los lazos con países
occidentales son adecuados para contrarrestar el aislamiento que
Occidente desea para Rusia. En América Latina, por ejemplo, no hubo
apoyo para los esfuerzos de los Estados occidentales por aislar a Rusia
internacionalmente al comenzar la crisis en Ucrania. En consecuencia,
las buenas relaciones con América Latina también son muy apreciadas en
los medios rusos.
No obstante, en términos de comercio e inversión
en la región, Rusia está muy por detrás de EEUU, China o la UE. El
mercado ruso no ofrece las mismas oportunidades y el país también está
muy rezagado respecto de los actores mencionados en términos de
préstamos e inversiones. La mayoría de los productos y servicios rusos
no son competitivos en América Latina. Sin embargo, hay excepciones: la
cooperación de Rusia con la región se centra en unos pocos países y
sectores económicos. En América Latina están activas particularmente
empresas rusas de los sectores de energía y defensa, que buscan nuevos
mercados y oportunidades de cooperación. Además, las exportaciones de
alimentos de América Latina aumentaron en respuesta a las sanciones
occidentales contra Rusia. También hay cooperación con algunos países en
el campo nuclear y en el ámbito militar.En este marco, son
especialmente estrechos los vínculos con Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Por ejemplo, Rusia está construyendo una estación de rastreo de
satélites en Nicaragua y, a fines de noviembre de 2017, abrió en Managua
un centro de capacitación antidrogas. En un principio, solo la Policía
nicaragüense será entrenada allí. La institución estará abierta luego
también a expertos de otros países centroamericanos. Esto aumentaría
significativamente la cooperación con Rusia en materia de seguridad en
la región.
Además de los mexicanos, son particularmente los
centroamericanos los que sufren en América Latina por la política
exterior del gobierno de Trump. En la actualidad, Washington está
pensando en poner fin al Estatus de Protección Temporal para los 200.000
salvadoreños que viven en eeuu y reducir significativamente la
financiación de los Fondos de la Alianza para la Prosperidad. El
presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén, tiene buenas relaciones
con Moscú desde su época como guerrillero del Frente Farabundo Martí de
Liberación Nacional (FMLN). Hasta ahora, su gobierno se ha abstenido de
intensificar las relaciones con Rusia debido a la gran dependencia que
su país tiene de EEUU, pero si Trump efectivamente implementa sus
anuncios, es probable que terminen las prevenciones de Sánchez Cerén.
Hasta
ahora, buena parte de las relaciones ruso-latinoamericanas no van más
allá del plano retórico. Por lo tanto, se piensa en voz alta en reabrir
las bases militares de la era soviética; en este aspecto, el foco está
puesto en América Central y el Caribe. Pero esto podría verse, sobre
todo, como una provocación hacia eeuu . Moscú también aprovecha
hábilmente el vacío dejado por el gobierno estadounidense en América
Latina para expandir sus relaciones en la región. Un socio importante es
Cuba, que tradicionalmente ha tenido estrechos vínculos con Moscú.
Mientras
que las esperanzas de una disminución de las tensiones entre La Habana y
Washington se han hecho trizas bajo la nueva presidencia
estadounidense, vuelve a crecer la importancia de los viejos aliados.
Las relaciones económicas y diplomáticas se han intensificado en los
últimos tiempos. Los suministros de petróleo ruso son especialmente
importantes para la supervivencia económica del régimen. En 2017, ambos
gobiernos firmaron numerosos acuerdos de cooperación: la atención se
centra en el sector de la energía, la construcción de ferrocarriles, la
industria alimentaria y la industria textil. Si bien los principales
socios comerciales de Cuba siguen siendo China y Venezuela, la
participación de Rusia está aumentando. Además, en 2016 se acordó la
modernización de las Fuerzas Armadas cubanas por parte de Rusia. Y Moscú
ha condonado a Cuba la mayor parte de su deuda.
La importancia
económica de la cooperación con Rusia es aún mayor para la atribulada
Venezuela. El país depende de los préstamos chinos: sin la ayuda de
China, probablemente habría declarado el cese de pagos de su deuda hace
mucho. Sin embargo, en el último tiempo, Beijing se muestra más
reticente y Moscú ha entrado en su reemplazo. Cuando todavía se vivía el
auge de los precios del petróleo, se firmaron amplios tratados sobre
armamento, y en el sector de la energía también hay una vasta
cooperación. Moscú apoya a Caracas incondicionalmente y advierte contra
la intervención desde el exterior. Y Venezuela recibe incluso trigo de
Rusia. Los vínculos con el gobierno venezolano son para Moscú ideales
como provocación a Washington, y un ejemplo de esto son las maniobras
militares conjuntas realizadas en los últimos años.
Sin embargo,
el socio comercial más importante de Rusia en América Latina es Brasil.
En particular, bajo el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, las
relaciones económicas y las relaciones políticas se intensificaron con
el objetivo de establecer un orden mundial multipolar. Si bien el
controvertido gobierno conservador del presidente Michel Temer no
persigue esos objetivos geopolíticos, el comercio con Rusia sigue
floreciendo. La situación es similar a la de Argentina: mientras que los
ex-presidentes Néstor Kirchner y, sobre todo, Cristina Fernández
buscaron acercarse a Moscú por razones ideológicas, para su sucesor
Mauricio Macri el primer plano lo ocupa el comercio. Aunque su gobierno
criticó en sus inicios los acuerdos que Kirchner hizo con China y Rusia,
mantiene relaciones con ambos países con las esperanzas puestas en el
comercio y las inversiones. Y aunque eeuu proteste contra estas
relaciones, lo que logra con ello –sobre todo por su arrogancia– es lo
contrario. Los gobiernos de la región con orientación conservadora e
interesados en el comercio no quieren ser considerados vasallos de
Washington, en especial si este pone trabas a la importación de
productos latinoamericanos. Y cuando el entonces secretario de Estado
Rex Tillerson alabó la Doctrina Monroe de 1823 y advirtió sobre la
interferencia de potencias extranjeras en el continente americano, no
tuvo eco en la derecha regional. Si bien en sus orígenes la Doctrina
Monroe estaba dirigida contra Europa, es evidente que Tillerson apuntaba
ahora a la presencia de Rusia y China. Sin embargo, a la mayoría de los
latinoamericanos sus palabras les recuerdan el imperialismo y el
intervencionismo norteamericanos en la región. Estas manifestaciones
facilitan que Moscú y Beijing se presenten como socios «no
imperialistas» y en igualdad de condiciones, especialmente porque ambos
confían en las armas de soft power en su relación con América Latina.
La democracia liberal pierde carisma
Un
importante instrumento del acercamiento de Rusia a América Latina es el
canal Russia Today en español. Russia Today tiene mucho éxito en la
región en comparación con otras emisoras extranjeras. El modelo político
de Rusia se presenta como una alternativa eficiente a la democracia
liberal. Está claro que esta línea de razonamiento tiene bastante
aceptación en América Latina; así, por ejemplo, el modelo chino de
capitalismo autoritario es visto de manera matizada y no solo
críticamente. Si bien las democracias latinoamericanas se consideran en
general más sólidas que las de otras regiones, son propensas a las
tendencias autoritarias. El descontento con los partidos tradicionales y
las elites económicas y políticas hace que los actores autoritarios
resulten atractivos, a lo que en la actualidad se suma el avance de
fuerzas políticas de origen evangélico con posiciones a menudo
conservadoras contra la denominada «ideología de género». En este
contexto, los modelos de gobierno de China y Rusia ganan reconocimiento.
Mucho se está hablando sobre la pérdida de soft power
por parte de EEUU, causada sobre todo por la actitud grosera de Trump y
la imprudente política exterior de los republicanos. En América Latina,
por otro lado, el soft power estadounidense es tradicionalmente
mirado de manera crítica: durante décadas hemos sido testigos directos
de cómo la aplicación de los estándares democráticos y los valores
liberales de Washington se ha utilizado siempre para afianzar sus
propios intereses. Por lo tanto, a los gobiernos de izquierda, que
amenazaban con restringir la influencia de Washington o incluso con
limitar la influencia de las corporaciones estadounidenses, no les
esperaba nada bueno. En particular, la izquierda latinoamericana señala
la gran tolerancia que muestra Occidente hacia los regímenes
autoritarios cuando conviene a sus propios intereses y, de este modo, no
acepta el argumento de las precauciones a tomar con los gobiernos
autoritarios de China o Rusia.
El principio de no injerencia en
los asuntos internos de un Estado tiene un alto valor en América Latina,
en especial debido a la historia de injerencia de eeuu . También en
otras partes del mundo los latinoamericanos ven a Occidente jugar con
fuego; el principio responsability to protect es sospechoso de
servir como una puerta de entrada a los intereses económicos y
geoestratégicos «imperialistas». Sin embargo, América Latina debe
admitir en este aspecto que tiene un enfoque muy unilateral. Por
ejemplo, la participación masiva de Moscú en la guerra civil siria
simplemente no se discute. La derecha evalúa sus relaciones externas
casi exclusivamente en términos de política comercial y la izquierda
teme apoyar a Occidente si critica a Rusia. Hasta ahora, se ha podido
permitir esta actitud, ya que el conflicto es distante y sus
consecuencias aún no afectan a América Latina. Sin embargo, una escalada
del conflicto en Oriente Medio también puede tener costos políticos
para los países latinoamericanos.
China y Rusia también compiten
entre sí en América Latina de vez en cuando, especialmente en lo que
respecta a exportaciones de armamento. Sin embargo, desde un punto de
vista estratégico, son complementarias. Aunque no ha habido una
cooperación explícita entre los dos países en la región, esto se debe
sobre todo a la falta de oportunidad o demanda, lo cual podría cambiar
en el futuro. Es probable que China y Rusia continúen profundizando sus
relaciones con América Latina y las utilicen cada vez más para su agenda
geopolítica. Por lo tanto, los gobiernos latinoamericanos deberían
comenzar a analizar las posibles consecuencias y desarrollar sus propias
estrategias de política exterior.
En la actualidad, solo unos
pocos países latinoamericanos tienen gobiernos de centroizquierda y
estos querrán mantener o tendrán que mantener sus relaciones con China y
Rusia meramente por su propia supervivencia (Venezuela, Cuba) o por
razones ideológicas (Bolivia, Nicaragua). Los gobiernos conservadores y
liberales, por otro lado, consideran sus relaciones con el resto del
mundo principalmente como una política de comercio exterior. En esta
lectura, es posible mantener buenas relaciones con Occidente y con sus
adversarios sin temor a los costos políticos. No obstante, es de esperar
que China y Rusia también tengan posteriormente pretensiones
geopolíticas.
El sueño win-win
Desde un punto de
vista positivo, el enfoque actual puede describirse como pragmático,
pero también se caracteriza a menudo por la escasez de un análisis en
profundidad. Los gobiernos latinoamericanos se ven a sí mismos como
competidores y no como socios estratégicos, en especial porque están
interesados, ante todo, en el comercio y las inversiones.
Las
diversas alianzas de integración de la región también presentan
tradicionalmente dinámicas bastante débiles. La falta de interés en la
cooperación regional por parte de los gobiernos de derecha conduce casi a
la parálisis completa; la única excepción es la Alianza del Pacífico
(AP), que se enfoca principalmente en expandir el comercio con Asia. Sin
embargo, esta falta de coordinación beneficia, sobre todo, a socios
como China, que pueden ejercer un mayor peso en las negociaciones
bilaterales.
Los gobiernos latinoamericanos están en una situación win-win, manteniendo
las viejas y nuevas relaciones sin problematizar posibles tensiones. Un
ejemplo lo da el gobierno brasileño, que hoy busca ser miembro de la
OCDE y, sin embargo, no debate si este ingreso al club de las naciones
industrializadas occidentales es compatible con su participación en la
alianza de países emergentes, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China,
Sudáfrica).
América Latina hace bien en liberarse de la
dependencia de EEUU y orientarse hacia un mundo multipolar. Sin embargo,
la región en su conjunto parece estar reaccionando pasivamente ante una
situación mundial que cambia a gran velocidad. No existe un análisis de
las transformaciones globales desde un punto de vista latinoamericano, y
mucho menos debates regionales y proyectos estratégicos sobre este
tema. Sin embargo, en un futuro cercano es probable que aumente la
presión sobre la región desde diferentes latitudes. Si Washington ve a
China y Rusia como la mayor amenaza para su propia seguridad, habrá
consecuencias para los vecinos del Sur si ambos países ocupan
simultáneamente más espacio en el subcontinente.
El presidente
Putin aprovecha especialmente los conflictos de política exterior para
aumentar su índice de aprobación. Si bien América Latina está alejada de
las preocupaciones de la mayoría de los rusos, la escalada de un
conflicto con eeuu en la región también podría utilizarse para
estabilizar la popularidad de Putin en tiempos de debilidad económica.
Los gobernantes de la derecha latinoamericana, que se consideran muy
pragmáticos, aún no han contemplado la posibilidad de que Moscú influya
en las elecciones. Pero no se debería desatender esta idea: la izquierda
y los gobiernos críticos de Occidente son más útiles a los intereses de
Rusia. Es ese el motivo por el cual, a pesar de que no deja de ser
irónico que el gobierno de Trump advierta hoy sobre la intromisión de
Rusia en la campaña electoral mexicana a favor de López Obrador, tal
injerencia podría dejar de ser algo inconcebible.
Notas:
1.
Dietmar Dirmoser: «La Gran Marcha china hacia el oeste. El megaproyecto
de la nueva Ruta de la Seda» en Nueva Sociedad No 270, 7-8/2017,
disponible en www.nuso.org.
2.
«(Foro China-Celac) Ministro de Exteriores chino aboga por mayor
cooperación China-Latinoamérica y Caribe» en Xinhua, 7/5/2018.
3. «China potenciará influencia en América Latina con financiamiento y apertura comercial» en Reuters, 22/1/2018.
4. Ángel Melguizo: «Comercio exterior: un nuevo vínculo con China» en El Cronista, 5/4/2017.
5. «China quiere invertir en América Latina 250.000 millones de dólares en 10 años» en Latin Reporters, 10/1/2015.
Nota: traducción del alemán de Carlos Díaz Rocca.
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