David Brooks
Buena Ventura Martín Godínez, con sus hijos Pedro y Janne, en el
Aeropuerto Internacional de Miami. La mujer, de origen guatemalteco,
cruzó la frontera sur estadunidense con su hijo en mayo pasado huyendo
de la violencia en su país. Dos semanas después cruzó su esposo con la
niña de siete años. Todos fueron detenidos y separados por la Patrulla
Fronteriza. La menor fue enviada a un centro de bienestar infantil en
Michigan y hasta ayer logró volver con su mamá.Foto Ap
Platicando sobre la
persecución de inmigrantes indocumentados, la separación de sus hijos
para colocarlos en jaulas y otras atrocidades oficiales con Kevin, un
afroestadunidense que trabaja de portero en un edificio de Nueva York y
que es de las personas más informadas de este país, concluye:
antes era la J, ahora es la M.
Se refería a cuando los nazis colocaban la letra J en la ropa, en las
puertas de casas o negocios de judíos para identificarlos y finalmente
detenerlos, separando familias y enviándolos a campos de concentración.
La M, obviamente, son los perseguidos de los que platicábamos: los
migrantes.
De hecho, las comparaciones entre los nazis y otros regímenes
fascistas del siglo pasado con el estadunidense actual es cada vez más
frecuente.
Yo fui separado de mis padres por los nazis cuando mi familia fue enviada y aniquilada en un campo de concentración. No permitiré que se repita aquí ahora, decía una pancarta cargada por un hombre en una de las manifestaciones contra las políticas de separación y encarcelamiento de familias inmigrantes que se realizaron por todo el país el sábado.
Por ahora, un Trump en la Casa Blanca no implica que este
país de inmigrantesse haya vuelto antimigrante, y aún no ha logrado convencer a las mayorías. Según el Centro Pew, siete de cada 10 estadunidenses simpatizan con inmigrantes indocumentados; mayorías no se oponen a darles una ruta a la legalización, no creen que los inmigrantes cometan más delitos serios que quienes son ciudadanos, no les molesta que hablen otro idioma y no creen que se roben las chambas de los estadunidenses.
Pero esas mayorías permitieron que llegara a la Casa Blanca y aún no
han impedido su asalto contra el sector más vulnerable del país. La
política antimigrante impulsada por Trump no es del todo nueva, pero sí
su intención de generar máximo temor entre la comunidad inmigrante –o lo
que llaman efecto
disuasivo– como el ataque abierto del propio presidente a los indocumentados (
violadores,
animales,
invasores, etcétera) y la justificación oficial de que se está
defendiendoal país de una invasión de inmigrantes criminales violentos.
Pero no hay una invasión ni mayor crimen. La tasa de
criminalidad oficial está en unos de sus puntos más bajos en décadas y,
por cierto, los lugares con mayores concentraciones de inmigrantes se
registran menos crímenes; a la vez, en términos relativos, durante los
últimos años ha bajado por mucho el nivel de ingreso de inmigrantes a
este país.
Paul Krugman, el economista Premio Nobel, señaló que “hemos visto
esta película antes, en la historia del antisemitismo... nunca fue sobre
algo que los judíos realmente hicieron… sino sobre mitos espeluznantes,
frecuentemente basados en fabricaciones deliberadas que eran difundidas
para sistemáticamente engendrar odio”. Concluye, en su columna en el New York Times,
que “las atrocidades que nuestra nación está cometiendo ahora en la
frontera no representan una sobrerreacción o una respuesta mal
implementada a un problema real que se necesita solucionar. No existe
una crisis de inmigración; no hay una crisis de crimen inmigrante. No,
la crisis real es un recrudecimiento del odio… Y cualquiera que esté
ofreciendo pretextos para ese odio… es, en efecto, un apologista de
crímenes de lesa humanidad”.
Ese odio y temor
al otroayudaron a que Trump llegara a la Casa Blanca, y son parte integral de la estrategia para consolidar su poder. Esto, en un país que está enfrentando un cambio demográfico sísmico, nutrido por la inmigración, donde en 25 años los blancos se volverán en otra minoría. Algunos creen que el odio/temor antimigrante es un último grito histérico de los que sienten –incluyendo mucho en el poder ahora–, que está llegando el fin de su mundo (tienen razón).
Es temor al futuro, a la transformación del país mas poderoso del planeta por los más vulnerables y atrevidos del mundo.
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