José Steinsleger
La fe mueve montañas.
El finado arzobispo emérito de Managua Miguel Obando y Bravo (1926-2018) era un hombre de mucha fe. En los decenios de 1960 y 1970, regañaba a los impíos asesinos de Tachito Somoza, a quien bien conocía. Pero no alcanzó a darle la extremaunción.
El 17 de septiembre de 1980, en Asunción del Paraguay (en la avenida Generalísimo Francisco Franco), un comando guerrillero argentino tuvo la delicadeza de saludar al tirano con un lanzacohetes RPG-2, enviándolo al otro mundo.
II. Bodas de sangre.
No todo fue decepción en la vida del prelado. El 3 de septiembre de 2005, agradeciendo al cielo, gritó: ¡aleluya!. Había logrado matrimoniar a Daniel Ortega y Rosario Murillo, a los que daba como almas perdidas.
Un año después, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ganó las elecciones. Ocasión en la que Daniel anunció, con el puño en alto, que cortaría un cachito más del pastel en favor del pueblo en bolas. Los indicadores socio-económicos del país mejoraron, y pudo retener la presidencia por dos periodos más.
III. Los conocidos de siempre.
En tanto, las tres siglas malditas –CIA, USAID, NED (National Endowment Democracy)– Freedom House y los mercenarios del Cato Institute, la Fundación Cubano-Americana, la franquicia Vargas Llosa & asociados, la empresa privada, la jerarquía católica, los evangélicos, socavaban las bases sociales del sandinismo.
No les fue difícil. La pareja gobernante ofrecía, en bandeja de plata, un estilo de conducción en el que amor a la patria y amor al poder dibujaban un sólo corazón. Asunto que, posiblemente, poco importaba al pueblo realmente jodido, pero mucho a los jóvenes nacidos después de 1979, año de la liberación.
Así, las usinas del mal empezaron a seducir a intelectuales y periodistas independientes, enseñándoles a programar algoritmos a modo en las redes antisociales. Y, de súbito, empezó a correr sangre. ¿De súbito?
IV. Perfume de mujer.
Chupacirios, intuitiva (cáncer), poeta y adicta confesa a las señales del Cosmos, la Charo viró los ojos en blanco, balbuceando a su media naranja:
–Daniel… veo a William Walker desembarcando en el golfo de Fonseca.
– ¡Idiay! ¿Qué quieres que haga, cariño? –Saliendo del trance, la primera dama le puso un puñal al cuello, susurrando con suavidad: “Muévete, cabrón… Empieza a repartir verga…”
Asustado, el presidente sacudió una campanilla, y en segundos apareció una sirvienta a la que ordenó sacudir, lavar y planchar la bandera del FSLN.
–La bandera del palacio fue devorada por las polillas, señor. Pero si usted lo ordena, puedo prestarle la que tenemos en casa. ¡Está como nuevecita, comandante! Siempre la hemos cuidado.
V. ¡Listo para la defensa!
Mientras tanto, en La Habana, deleitado en la contemplación del Caribe (sic) pero inquieto por Nicaragua, un egregio politólogo creyó divisar “…a lo lejos un frágil botecito manejado por un robusto marinero y, en el otro extremo, una joven muchachita […]”. Con ceño fruncido, masculló mordiendo un palillo: la revolución es como aquella niña y el timonel es como el gobierno revolucionario (sic).
Ampliando el diafragma del teleobjetivo, el egregio precisó: Para colmo, no muy lejos se dibujaba la ominosa silueta de una nave de guerra de Estados Unidos, cargada con armas letales, escuadrones de la muerte y soldados mercenarios. ¿Cómo salvar a la niña?... (sic).
VI. De la izquierda galáctica.
A todo esto, en las redes circulaba una Declaración urgente sobre Nicaragua, suscrita por antisistémicos y vírgenes vestales de la democracia plebeya. Todos firmaron contra la dictadura. Todos los que durante 15 años, desde abajo y a la izquierda, blandieron sus chapas académicas para desacreditar a los gobiernos populares que alzaron vuelo con la revolución bolivariana, y hoy celebran la persecución judicial de Lula, Cristina y Correa.
VII. Bajada de línea.
Por su lado, las izquierdas previsibles también dijeron lo suyo. El encuentro 24 del Foro de Sao Paulo, que sesionaba en La Habana, expidió una resolución por Nicaragua. Pero fuentes allegadas aseguran que el documento habría sido consensuado (fraternalmente, dicen), por expertos en declaraciones homeopáticas para temporadas de verano.
V. gr.: en el anteúltimo párrafo se lee: “Respaldamos al gobierno de Nicaragua por sus avances en el restablecimiento del orden, así como los derechos del pueblo nicaragüense, violentados por los golpistas de la derecha…”. ¿Código dialéctico de barras, o forma soterrada de advertir que hay que tratar a Ortega como F. D. Rossevelt trataba a Somoza?
VIII. Sugerencia,
Discípulo tardío del gran Vittorio Codovila (¡azúcar!), el egregio politólogo del botecito y la niña, ya nos había deleitado el año pasado en Ecuador, cuando asoció los comicios presidenciales (ahí te va), con la batalla de Stalingrado (sic).
Recordé, entonces, a un viejo anarco que, me dijo: Si vas a persuadirme con tus ideas, procura no ser patético.
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