La gran apuesta comercial de China
A l'encontre
Actualmente China
posee el producto interno bruto (PIB) más alto a nivel mundial, en
términos de paridad de compra en el ranking del World Factbook de la
Agencia Central de Inteligencia (CIA). Se proyecta que, en términos de
PIB nominal, China desbancará alrededor del 2020 tanto a la Unión
Europea como a Estados Unidos, respectivamente, del primer y segundo
sitiales. China ostenta hoy las mayores reservas de divisas, con US$ 3.1
millones de millones de dólares, frente a US$ 774 mil 900 millones de
la Unión Europea (cuatro veces menos) y US$ 117 mil 300 millones de
Estados Unidos (26 veces menos).
El presidente chino, Xi
Jinping, está empeñado en recuperar la Ruta de la Seda como corredor
económico entre Oriente y Occidente y la ha convertido en su gran
apuesta estratégica. China cuenta con la red ferroviaria más extensa del
mundo, 112 000 kilómetros, de los que más de 20 000 kilómetros son de
alta velocidad. De aquí a 2025 todavía prevé 15 000 kilómetros más de
alta velocidad.
La Ruta de la Seda, es una red gigantesca de
rutas marítimas y terrestres creada con el nombre de “Un cinturón, una
carretera”. La iniciativa implica inversiones, financiaciones, acuerdos
comerciales y decenas de Zonas Económicas Especiales (ZEE) por valor de
US$ 900 000 millones de dólares. En total China quiere invertir no menos
de US$ 4 000 000 millones de dólares en 64 países.
Su proyecto
es el símbolo de la nueva “diplomacia de seducción” desplegada por Pekín
para ganarse a sus vecinos y asentar el país como uno de los grandes
actores globales, si no el principal. Al igual que Estados Unidos
consolidó su influencia económica sobre Europa con el denominado Plan
Marshall, creado para favorecer la reconstrucción de los países
destruidos durante la Segunda Guerra Mundial, Pekín pretende levantar
una amplia red de transportes de personas y mercancías, de conducciones
de gas y petróleo, y de cableado tecnológico para exportar su pujanza
económica por los confines de Asia. Europa, África y América Latina.
China crece rápidamente como el imperio comercial más extenso del
mundo. Baste la comparación con el Plan Marshall de US$ 800 mil millones
de dólares (a valor presente) de Estados Unidos, frente a las
inversiones de China, que ya invirtió US$ 300 mil millones de dólares y
planea invertir un millón de millones dólares más en la próxima década,
cuando China sola ha concedido más créditos a los países en vías de
desarrollo que el Banco Mundial.
El proyecto denominado “Un
cinturón, una ruta”, tiene un componente terrestre, otro marítimo y otro
oceánico. Las ZEE son guarniciones comerciales en las cadenas de
aprovisionamiento internacionales gracias a las cuales China puede
proteger su comercio sin cargar con la sumisión colonial. Dentro de ese
concepto hay analizar el tratado entre Panamá y China.
En su
estrategia de crecimiento de China, Europa juega un papel fundamental
tanto como mercado para los productos chinos como para la adquisición de
alta tecnología y la cooperación en temas prioritarios como el
medioambiente. De ahí, que la nueva Ruta de la Seda terrestre se
componga de dos brazos principales con multitud de terminales y vías
adyacentes.
El primero, basado en el camino de las antiguas
caravanas de camellos y aún sin un trazado definitivo, es el más
conflictivo porque atraviesa zonas de marcada inestabilidad en Asia
Central y Oriente Próximo. Frenan esta ruta terrestre las guerras en
Afganistán y Siria; la pobreza, la desconfianza y la ausencia casi total
de infraestructuras en algunos de esos países, como Kirguizistán y
Tayikistán.
China logró en diciembre 2015 unir por alta
velocidad Pekín con la capital de su provincia más occidental Urumqui
(Xinjiang). El proyecto ferroviario que China acaricia uniría Urumqi
(China) con Sofía (Bulgaria), a través de Kirguizistán, Tayikistán,
Uzbekistán, Turkmenistán, Irán y Turquía. La táctica para que esos
países permitan el tendido de las vías y la construcción de carreteras y
tuberías es el desembolso de miles de millones de dólares en cada uno
de ellos para la financiación de diversos proyectos.
El segundo
brazo, a través de Rusia y Kazajstán, ya está operativo aunque precisa
una modernización. En la actualidad, hay trenes regulares de pasajeros y
mercancías entre Pekín y Moscú que tardan seis días y medio en
completar el recorrido, pero China ya ha puesto sobre la mesa US$ 6 000
millones de dólares para la construcción del ferrocarril de alta
velocidad Moscú-Kazán, una obra de US$ 24 000 millones de dólares que
posteriormente unirá la capital rusa con China a través de Kazajstán, lo
que permitirá reducir a solamente a 33 horas la duración del viaje
Moscú-Pekín.
La iniciativa “Un cinturón, una ruta”, incorpora,
también, la dimensión marítima. Al igual que la Ruta de la Seda
terrestre, la marítima tiene también varios brazos principales con
multitud de ramales adyacentes. Parten de la provincia suroriental de
Fujian, surcan el mar del Sur de China, se adentran en el Índico y al
llegar al Cuerno de África, uno de ellos se dirige hacia el norte a
través del mar Rojo y el Mediterráneo hasta alcanzar Venecia (Italia), y
el otro boga hacia Dar es Salaam (Tanzania) y la costa suroriental de
África. El tercer brazo es hacia América Latina.
Con el convenio
de Estado a Estado entre Panamá y China, firmado el 17 de noviembre de
2017, Panamá se adhiere a la iniciativa china de la Ruta de la Seda y la
iniciativa marítima de la Ruta de la Seda del siglo XXI (Acuerdo 14 del
convenio) y se transforma en el tercer brazo marítimo de la iniciativa
“Un cinturón, una ruta”.
A mi criterio, al recibir Panamá el
estatus de “Nación Más Favorecida” de parte de China, anula la
posibilidad de la construcción de canal interoceánico por Nicaragua, ya
que se establece la posibilidad, que en el futuro, se financie grandes
proyectos de infraestructura: ¿la cuarta esclusa del canal de Panamá?.
El Tratado Ortega-Wang se parece al Tratado Chamorro-Bryan en que sirve
solamente para tener la patente de construir un canal para que nadie más
lo pueda hacer.
La Ruta de la Seda marítima puede dar un
empujón definitivo al desarrollo de África. Desde principios de esta
década, China es el principal socio comercial del continente negro,
China quiere duplicar el volumen de negocio para 2020. En el año 2015
las inversiones del gigante asiático en África se acercaron a los US$ 25
000 millones de dólares. Más de 2 000 empresas chinas están presentes
en distintos países en sectores como la minería, recursos naturales,
infraestructuras, construcción, agricultura, textiles y otros productos
manufacturados.
La Ruta de la Seda marítima pretende la creación
de grandes infraestructuras portuarias que, según un informe del
Pentágono, no solo servirían a objetivos comerciales sino que su fin
último sería apoyar la ambición china de convertirse en una potencia
naval.
Uno de los grandes anclajes de la ruta terrestre de la
política “Un cinturón, una ruta” es Pakistán. Está previsto que su
territorio sirva para unir las rutas marítima y terrestre a través de
una vía férrea que cruzará Pakistán desde el puerto de Gwadar, en el
extremo suroccidental, al extremo nororiental, para enlazar con la red
ferroviaria china.
China parece haber encontrado en la Ruta de
Seda su piedra filosofal. Si en 2013 el presidente Xi Jinping sorprendió
a propios y extraños con el proyecto de revitalizar la antigua ruta de
las caravanas de camellos, cuatro años después no solo planea unir China
y Europa por una amplia red de trenes, automóviles y barcos -en la que
se integren Asia Central, Oriente Próximo, el Sureste Asiático y África
oriental-, sino también América Latina.
China ha pasado de tener
un papel secundario a ser un actor fundamental para comprender las
dinámicas económicas y comerciales de la región latinoamericana. En el
2010 las inversiones chinas en América Latina ascendían a US$ 31,720
millones de dólares. Al cierre del año 2016, las inversiones chinas
ascendieron a US$ 113,662 millones de dólares. Lo que nos da un
incremento de US$ 81,942 millones de dólares.
A finales del
2016, las inversiones chinas se concentraron en tres países: Brasil (US$
54,849 millones de dólares), Perú (US$ 12,372 millones de dólares) y
Argentina (US$ 10,587 millones de dólares). Estos tres países
representan el 71 por ciento de las inversiones chinas en América
Latina.
En América Latina, la propuesta China es de construir
una línea de ferrocarril que una los océanos Atlántico y Pacífico a
través de Brasil y Perú, lo que revela la intención china de convertirse
en el primer socio comercial de Latinoamérica, así como su aspiración a
potencia global. Los intercambios comerciales entre China y América
Latina se han multiplicado por 22 en la última década, y las enormes
inversiones de Pekín auguran que seguirán creciendo.
El tren
previsto unirá el puerto brasileño de Açu (315 kilómetros al norte de
Río de Janeiro, que está en plena fase de expansión para convertirse en
el tercero más grande del mundo y primero de América Latina) con el
puerto peruano de Ilo (a 1,200 kilómetro al sur de Lima).
Esta
Ruta de la Seda transoceánica acortará sensiblemente el tiempo de los
intercambios comerciales. Ahora los productos suramericanos tienen que
viajar hasta el Canal de Panamá y desde allí aún les falta navegar unos
30 días hasta alcanzar el puerto de Tianjin (al sur de Pekín).
El impulso a las relaciones económicas China-América Latina fue tan
brutal que se convirtió en el segundo socio comercial, con US$ 263.600
millones de dólares en 2014. Esto significa que ha desplazado a la Unión
Europea y solo está por detrás de Estados Unidos.
Entre 2005 y
2013 China ha otorgado US$ 102.000 millones de dólares en préstamos a la
región latinoamericana, Pekín ha encontrado en América Latina el marco
adecuado para su diplomacia de seducción: 600 millones de habitantes y
una potente clase media que representan un importante mercado tanto para
sus productos de bajo precio como para su industria tecnológica. El
proyecto emprendido por Xi Jinping para revitalizar la antigua Ruta de
la Seda ha encendido todas las alarmas en Washington.
La nueva
Ruta de la Seda juega, también, un papel fundamental en el matrimonio de
conveniencia de China y Rusia. “Si China consigue conectar su pujante
industria con el corazón terrestre de Eurasia, de vastos recursos
naturales, entonces es posible que, como predijo en 1904 [el geógrafo
británico] Halford Mackinder, ’un imperio de alcance mundial esté a la
vista’”, alerta el historiador de la Universidad de Wisconsin-Madison
(Estados Unidos) Alfred McCoy.
“La mejor victoria es vencer sin
combatir y esa es la distinción entre el hombre prudente y el
ignorante”, señala Sun Zi en su libro El arte de Guerra, cuya filosofía
gobierna las relaciones exteriores de China.
Oscar René
Vargas, economista nicaragüense, autor de numerosos estudios sobre la
realidad política y económica de América Central.
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