José Steinsleger
La Jornada
Incontinencias del Pepe Mujica:
Maduro está más loco que una cabra. ¿Sorprende? A Néstor Kirchner, ya fallecido, lo trataba de
tuertoy
baboso, y a Cristina de
viejay
araña malapara después rectificar:
Es notable. No puedo dejar de admirarla. Ah… ¡qué Pepe! ¿Cuándo es que los esfínteres mentales empiezan a fallar?
A más de no haber vendido el vocho por un millón de dólares, el ex presidente de Uruguay lleva ventaja sobre otros políticos: nunca dirá que sacan
de contextosus palabras. En cambio, el comandante Hugo Chávez era más pícaro. Caballero del Caribe al fin, le gustaba cantar y bailar con las lindas y feas del barrio.
Recordemos cuando Juan Carlos I (el rey que cazaba elefantes y
presidía una organización mundial de especies en extinción) lo mandó a
callar en la reunión cumbre de Santiago de Chile (2007). Chávez se la
guardó y, al año siguiente, en el Palacio de Miravent (Mallorca), el
monarca le regaló una camiseta estampada con el famoso
¿Por qué no te callas?El bolivariano agradeció el jovial gesto de reconciliación, parodiando el afeminado ceceo del borbón:
¿Por qué no nos vamos a la playa?
Desde el triunfo electoral del Polo Patriótico (Movimiento V
República, 1998), con la complicidad de España y la OEA, el imperio
yanqui viene buscando que los venezolanos se maten entre sí, para luego
justificar la intervención militar. Y acá vale reparar en otro tipo de
incontinencias: las que corren por izquierda al presidente de Venezuela.
V. gr: la titular de una agencia de viajes (
bien recordadaen la Universidad del Zulia), que glosó un discurso de su líder para explicar la compleja situación del país: “Hay corrientes: corrientes anarquistas, oportunistas, clientelares, capitalistas, infiltradas entre nosotros (…). ¡Cuidado! Así como hay ideología capitalista infiltrada, hay no ideología, espacios neutros… Y la ideología que necesitamos consolidar… es la ideología socialista revolucionaria, la creación de nuestro socialismo”.
No obstante, las palabras de Chávez databan de un mitin partidario de
2009, cuando el barril de petróleo costaba más de 100 dólares. Sólo que
sus ideas no dependían del precio de las commodities, sino del
convencimiento de que sin unidad estratégica, cualquier cambio
estructural en América Latina, resultaba imposible. Los de la revolución
cubana se dieron en otra época, y con una correlación mundial de
fuerzas más equilibrada.
Y ahora, con el apagón ideológico en curso, se supone que
compete a los intelectuales sin telarañas encender la linterna de un
celular, siquiera. Porque sin descartar a los cosacos del zar, los del
otro bando emplean incontables recursos, poniéndolos a la defensiva.
¿Qué hacer, entonces, con los sectarios de fuera y dentro de Venezuela?
En sus formas laicas, el sectarismo surgió durante la revolución
francesa, y las burguesías lo han estudiado con densas cargas de
profundidad. Pero desafortunadamente, el enfoque acrítico y febril de
las luchas sociales europeas llevó a la vigilancia de cualquier indicio
de competencia ideológica. Con lo cual, las ucronías y utopías de la
mujer de Lot, entraron en el escenario. Por no hablar de las bendiciones
litúrgicas al creyente para marginarlo del impío, método inefable para
desquiciar la razón de ambos.
A la Revolución Mexicana y el peronismo los leyeron apoyándose con
guiones interactivos de cuño liberal/conservador, o
troskista/estalinista. A Salvador Allende lo respetan, pero en corto se
lamentan de que no haya sido más
radical. Con el chavismo se tomaron su tiempo. Al nacionalismo latinoamericanista de Bolivia y Ecuador, sin complicidad con el pasado, los castigan con más furia de la que dispensan al enemigo común. Y mordiéndose las uñas, esperan que en Cuba ocurra lo inevitable, para disputar lo que Fidel dijo o no dijo en los 25 mil 550 días de su militancia política.
Simultáneamente, los yanquis dosifican, país por país, el brebaje que
a los pueblos confunde y divide. Como si no hubiera registro de que el
desafío primero y último, continúa siendo la unidad latinoamericana, que
en los últimos meses pegó dos pasos atrás y ni medio adelante.
¿Qué hubieran dicho los primeros libertadores frente a tanto despiste
político? Morelos, Artigas, San Martín, Bolívar, Morazán, cargaban en
sus alforjas proyectos distintos y convergentes:
primero la independencia, después veremos cómo. Pero los sectarios persisten en azotarse con el
deber serde la revolución, abrumando a los jóvenes con citas repitientes de autores europeos, que de nuestras realidades saben nada.
A pesar de las imposturas, la patria de Bolívar está de pie. Y junto
con sus fuerzas armadas, los venezolanos de verdad aprenden a manejar
las armas y las tácticas de combate. Con excepción de los sectarios, que
sólo apoyan a los buenos. Y el problema es que en política, los buenos
son pocos y los malos mayoría.
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