David Brooks
La Jornada
El legendario periodista Bill Moyers escribió recientemente:
Un virus infecta nuestra política y ahora está floreciendo con un color escarlata. Se alimenta de temor, paranoia e intolerancia. Todo lo que necesitaba para propagarse era una oportunidad momentánea y un oportunista sin escrúpulos; este
virusse expresa desde la ola antimigrante y la terrible vibra en los actos masivos de Donald Trump, hasta en un incremento en los crímenes de odio. En la imagen, el virtual candidato republicano, en ArizonaFoto Afp
El veneno que está
escurriendo por los laberintos políticos y sociales de Estados Unidos se
manifiesta en la serpiente de Donald Trump, y aunque esa demagogia
derechista, si no es que fascista, tiene raíces profundas en este país,
nunca se había aproximado tanto a la puerta de la Casa Blanca.
Las tinieblas sobre el país se generan por diversas corrientes, no
necesariamente coordinadas, pero con un impacto que se ha documentado en
el giro derechista de gran parte de la cúpula política y empresarial
durante más de 30 años. Trump es cosecha de algo que se ha ido
cultivando por diversos intereses a nivel local, estatal y nacional:
desde arriba con la imposición de políticas económicas neoliberales y
una ofensiva política ultraconservadora coordinada a nivel nacional por
una poderosa y extensa red de multimillonarios ultraconservadores, y
desde abajo por una combinación de fuerzas fundamentalistas religiosas y
la manipulación exquisita del desencanto e ira popular - por la
anulación de sus vidas (60 por ciento de abajo viven sin expectativas de
algo mejor y unos dos tercios opinan que el país va por un camino
equivocado).
Hay un virus que infecta nuestra política y ahora está floreciendo con un color escarlata. Se alimenta de temor, paranoia e intolerancia. Todo lo que necesitaba para propagarse era una oportunidad momentánea y un oportunista sin escrúpulos, escribe el veterano periodista legendario Bill Moyers.
Este
virusse expresa desde la ola antimigrante y la terrible vibra en los actos masivos de Trump, hasta en un incremento en los denominados crímenes de odio, con la tragedia en Orlando sólo por citar el más reciente y brutal.
De hecho, según las estadísticas oficiales más recientes de la FBI,
hubo 5 mil 462 crímenes de odio en 2014, y la comunidad gay fue la más
atacada, seguida por agresiones contra afroestadunidenses, musulmanes,
latinos y asiáticos (aunque se sabe que la gran mayoría de este tipo de
crímenes jamás son reportados a las autoridades).
Hoy día existen 892
grupos de odioy más de 276
miliciasantifederales que operan en Estados Unidos, reporta el Southern Poverty Law Center.
No es nuevo este populismo de derecha dentro del país, que ha
incluido figuras abiertamente simpatizantes del fascismo. El más famoso
de éstos, el senador Joseph McCarthy, envenenó Estados Unidos con su
demagogia peligrosa expresada a través de la destrucción de miles de
vidas con su cruzada anticomunista en los años 50.
Por cierto, McCarthy y Trump tienen una persona en común: el abogado
Roy Cohn, operador de la cacería de brujas de McCarthy, recordó
recientemente el Washington Post. Cuando cayó el senador, Cohn regresó a Nueva York para volverse de nuevo un broker del
poder. Trump lo conoció a principios de los 70 y se convirtió en uno de
sus asesores más influyentes. De hecho, el presidente de la campaña de
Trump fue presentado al magnate por Cohn.
Antídotos
Donald Trump, la fiesta se ha acabado, grita Chuck D, el famoso rapero de Public Enemy, ahora integrante del nuevo grupo Prophets of Rage, junto con Tom Morello, de Rage Against the Machine y otros, para enfrentar con
furialas nuevas expresiones derechistas de las cúpulas y cuyo primer concierto público se realizará contra la Convención Nacional Republicana en Cleveland.
Aunque el enfoque de los últimos meses –sobre todo en los
medios internacionales– ha sido sobre Trump, algo tal vez más
sorprendente ocurrió al mismo tiempo en este país. Es difícil enfatizar
qué tan extraordinario es que Sanders, alguien que se identificó desde
el principio como un
socialista democráticohaya ganado más de 12 millones de votos (Trump ganó unos 13 millones), 8 millones de donaciones individuales y triunfado en 22 estados con su mensaje de promover una
revolución política, algo que promete que va a continuar.
Las días electorales llegan y se van. Pero las revoluciones políticas y sociales que intentan transformar nuestra sociedad nunca acaban, declaró el pasado jueves en un mensaje a sus seguidores.
Sanders no ha logrado una revolución todavía, pero sí una rebelión
inesperada a nivel nacional, y es, por ahora, el líder de mayor perfil
frente a un amplio movimiento heterogéneo que ha surgido en parte de
esas luchas diarias de los últimos tiempos que el menciona: las
movilizaciones antiguerra, las rebeliones altermundistas,la defensa de
los derechos de los inmigrantes, las campañas para elevar el salario
mínimo, Ocupa Wall Street, entre otras.
La tarea inmediata es derrotar a Donald Trump, dijo Sanders, pero afirmó que ese no puede ser el único objetivo.
Hemos iniciado el largo y arduo proceso de transformar a Estados Unidos, una lucha que continuará mañana, la próxima semana, el próximo año y en el futuro.
La resistencia al veneno está –como siempre– por todas partes, mas
allá de las campañas electorales, en el metro, en las cantinas, en las
canchas de juego, hasta en la tele y en las películas.
Cómicos como Samantha Bee, John Oliver,
actores como Mark Buffalo, Rosario Dawson y hasta George Clooney, entre
otros, han logrado romper, a veces destruir, las narrativas de la
amenaza derechista más efectivamente que los políticos o los medios y
con un público más amplio.
Ya no podemos mantenernos al margen de la historia. Tiempos peligrosos exigen canciones peligrosas. Es hora de retomar el poder, afirman Prophets of Rage. La amenaza no es nueva; tampoco la respuesta, incluso en el ámbito artístico. La guitarra del legendario cantaor Woody Guthrie tenía grabado un lema:
esta máquina mata a fascistas. Y cantaba:
todos ustedes fascistas están por perder. Y existe otra versión más reciente, de Billy Bragg.
Las canciones expresan el antídoto, pero sólo será efectivo si todos
aprenden a cantar juntos primero un verso añejo pero de nuevo
contemporáneo:
no pasarán.
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