"Después
de conocer en profundidad a José Luis (Maulín Pratto) y su historia",
la organización decidió "incorporarlo al listado de nietos restituidos y
darle la bienvenida como el nieto 120", indicaron las Abuelas en un
comunicado.
En
octubre de 1976, un grupo de policías secuestraron en su vivienda a un
militante del izquierdista Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT), Rubén Maulín, "adelante de sus dos hijos pequeños y de su esposa,
Luisa Pratto, embarazado de cuatro meses", explicó el comunicado de
Abuelas.
"Los represores se ensañaron con Luisa: fue torturada en su domicilio, frente a sus hijos, y violada en reiteradas ocasiones", detalló la organización.
El 26 de marzo de 1977, Luisa dio a luz en una clínica privada pero fue registrada con el nombre de quien se quedaría con el bebé: Cecilia Góngora de Segretín, lo que evidenció "la premeditación del delito pero, a la vez, dejando la prueba del apellido que llevaría su hijo", según el texto de Abuelas de Plaza de Mayo.
El bebé fue entregado a esta mujer y a su marido, vinculados a la Fuerza Aérea, y José Luis fue inscrito en el Registro Civil con un acta de nacimiento fraguada.
"Después del parto y durante mucho tiempo (Luisa Pratto) siguió siendo visitada por la misma patota policial que había secuestrado a su marido y hermanos, que la sometía a torturas y abusos sexuales", relató la organización.
Cuando
en 1982 Rubén Maulín recuperó la libertad, se presentó ante la justicia
junto a Pratto "para reclamar por el niño, pero no obtuvieron respuesta
y les dijeron que no podían hacer nada", añadió la asociación
humanitaria.
Pasaron varios años hasta que una vecina alertó a los padres sobre el lugar donde vivía su hijo. "Fue así que decidieron ir a reclamar por él, pero la falta de documentación y las amenazas de los apropiadores impidieron el encuentro", detalló el comunicado.
Solo en 2008 la justicia de Santa Fe aceptó investigar el caso. Al año siguiente, José Luis, que dudaba de su identidad, se puso en contacto con su verdadera madre.
"Rápidamente José Luis, Rubén Maulín y Luisa Pratto viajaron a Buenos Aires y realizaron el estudio en el Banco Nacional de Datos Genéticos para confirmar su vínculo: era el hijo que durante 32 años habían buscado", indicó la organización.
La
semana pasada, puntualizó Abuelas, comenzó en esa provincia el juicio
por la apropiación de José Luis, en el que están imputadas Cecilia
Góngora y Elsa Nasatsky de Martino, la médica que atendió el parto y
falsificó el certificado de nacimiento.
En una carta remitida al tribunal, José Luis explicó que si bien su apellido es Maulín, "estoy obligado aún a nombrarme como José Luis Segretín".
La historia de José Luis no se encontraba entre las denuncias de niños desaparecidos recibidos por Abuelas de Plaza de Mayo, pero la organización decidió incorporarlo como otro caso de sustracción, ocultación y falsificación de identidad de un bebé en el marco del terrorismo de Estado.
La organización Abuelas de Plaza de Mayo se dedica a buscar y a restituir la identidad de unos 500 niños, sus nietos, robados a sus legítimas familias por agentes de la dictadura militar; la mayoría de ellos nacieron en cautiverio y fueron adoptados de forma ilegal.
"Los represores se ensañaron con Luisa: fue torturada en su domicilio, frente a sus hijos, y violada en reiteradas ocasiones", detalló la organización.
El 26 de marzo de 1977, Luisa dio a luz en una clínica privada pero fue registrada con el nombre de quien se quedaría con el bebé: Cecilia Góngora de Segretín, lo que evidenció "la premeditación del delito pero, a la vez, dejando la prueba del apellido que llevaría su hijo", según el texto de Abuelas de Plaza de Mayo.
El bebé fue entregado a esta mujer y a su marido, vinculados a la Fuerza Aérea, y José Luis fue inscrito en el Registro Civil con un acta de nacimiento fraguada.
"Después del parto y durante mucho tiempo (Luisa Pratto) siguió siendo visitada por la misma patota policial que había secuestrado a su marido y hermanos, que la sometía a torturas y abusos sexuales", relató la organización.
Pasaron varios años hasta que una vecina alertó a los padres sobre el lugar donde vivía su hijo. "Fue así que decidieron ir a reclamar por él, pero la falta de documentación y las amenazas de los apropiadores impidieron el encuentro", detalló el comunicado.
Solo en 2008 la justicia de Santa Fe aceptó investigar el caso. Al año siguiente, José Luis, que dudaba de su identidad, se puso en contacto con su verdadera madre.
"Rápidamente José Luis, Rubén Maulín y Luisa Pratto viajaron a Buenos Aires y realizaron el estudio en el Banco Nacional de Datos Genéticos para confirmar su vínculo: era el hijo que durante 32 años habían buscado", indicó la organización.
En una carta remitida al tribunal, José Luis explicó que si bien su apellido es Maulín, "estoy obligado aún a nombrarme como José Luis Segretín".
La historia de José Luis no se encontraba entre las denuncias de niños desaparecidos recibidos por Abuelas de Plaza de Mayo, pero la organización decidió incorporarlo como otro caso de sustracción, ocultación y falsificación de identidad de un bebé en el marco del terrorismo de Estado.
La organización Abuelas de Plaza de Mayo se dedica a buscar y a restituir la identidad de unos 500 niños, sus nietos, robados a sus legítimas familias por agentes de la dictadura militar; la mayoría de ellos nacieron en cautiverio y fueron adoptados de forma ilegal.
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