Algunos dicen que esas brisas podrían volverse vientos.
Durante toda la semana hubo reuniones en varios puntos del país donde, según organizadores, casi 100 mil personas dialogaron sobre la historia de las resistencias civiles no violentas, sobre la dinámica actual de la desigualdad económica y la corrupción del sistema político y más, todo para preparar lo que llaman una primavera para el 99 por ciento
.
El sábado cientos de participantes de Ocupa Wall Street en Nueva York se reunieron en Central Park para compartir experiencias de las diversas iniciativas que se desarrollaron a lo largo del invierno. Hubo música, teatro, pero sobre todo diálogo entre todo tipo de personas: las que han trabajado en barrios defendiendo familias amenazadas con desalojo por la crisis hipotecaria, los estudiantes que se organizan contra la deuda estudiantil colectiva, que ya supera un billón de dólares a nivel nacional, las que trabajan en solidaridad con luchas laborales, de inmigrantes, de mujeres, entre otras.
Muchos se enfocan en las movilizaciones programadas para el primero de mayo en varias ciudades, que denunciarán las injusticias a raíz del poder del 1 por ciento más rico y sus consecuencias para todos los demás; algunos convocan a boicoteos y huelgas para realizar un día sin el 99 por ciento
, otros organizan marchas y mítines en centros públicos. Así, una vez más, se rescatará el primero de mayo, fecha que hasta muy recientemente no se celebraba en este país, a pesar de que marca un movimiento laboral que nació en Chicago y es conmemorado en todo el mundo menos aquí. Fueron los inmigrantes los que primero rescataron la fecha en Estados Unidos con sus movilizaciones masivas a mediados de la década pasada, y ahora la fecha tendrá un eco más amplio que resucitará su origen que tiene todo que ver con eso del 1 y el 99 por ciento.
No se sabe si todo esto será expresado en algo grande o pequeño, si llegará a marcar una nueva etapa del movimiento Ocupa o si finalmente ilustrará sus limitaciones en un país cada vez menos organizado (la tasa de sindicalización del sector privado apenas es de 7 por ciento), fragmentado y atomizado, donde más bien la desmovilización es lo que prevalece (con notables, pero efímeras, excepciones). Algunos pronostican el fin de Ocupa, señalando que la izquierda institucional
, al dedicarse al juego electoral con el objetivo de relegir a Barack Obama, dejará desnutrido el potencial del movimiento. Otros aseguran, esperan, que habrá nuevas olas provocadas, inspiradas, por Ocupa.
Pero, como alguien dijo, Ocupa mostró que aún hay oxígeno en el cerebro estadunidense
, o sea, que aún algo se mueve, que hay señales de vida, de inteligencia, tal vez no de rebelión masiva, pero por lo menos desobediencia, ante el aplastante sistema
.
Irónicamente, algunos de los más asustados, y a veces amenazados por Ocupa, no son sólo las cúpulas económicas y políticas, sino esa izquierda institucional
que ha vivido con cierta comodidad dentro del juego político oficial. Cabildear con el poder, armar foros, educar
, promover participación
ciudadana, armar mil talleres y de vez en cuando pedir permiso para un gran mitin o una gran marcha son actividades aceptables y hasta alentadas por las cúpulas. Pero cuando se afirma lo que todos saben, de que todo es parte del juego oficial, y que uno ya rehúsa jugar, eso no sólo hace temblar al poder, sino incomoda a una parte de la izquierda que vive de ese juego.
Sin embargo, hay quienes afirman que se necesita obrar tanto dentro
como fuera
del juego para promover el cambio, y la coyuntura electoral intensifica este debate. Pero por ahora lo más importante, tal vez, es que algo nuevo sigue interrumpiendo el guión prefabricado y prestablecido.
No es nada fácil lograr algo así en este país, donde nació la industria de las relaciones públicas, donde el arte de la propaganda ha sido tan refinado que Orwell se quedaría corto al intentar describirlo.
En el juego de póker, los más talentosos son los que pueden engañar mejor a los otros sobre qué cartas tienen: el bluff. Lo que ha hecho Ocupa, junto con otros –por ejemplo los extraordinarios cómicos Jon Stewart y Stephen Colbert (entre las figuras publicas más influyentes en este país)– es lo que se llama call the bluff, desenmascarar al farsante. Con ello, como también nos dice el cuento del mago de Oz, todo queda revelado. Lo que se veía tan invulnerable de repente queda expuesto
: un bluff sin nada detrás. De cierto modo, es lo que sucede aquí. No necesariamente muestra el camino adelante, pero sí dónde estamos todos.
Mientras una mujer decide bailar dos o tres pasos por Broadway sólo por festejar la sensación de movimiento, mientras un pianista ofrece un concierto en medio de una plaza, mientras el extraño juego de beisbol –con sus dimensiones y tiempos infinitos– provoca posibilidades inexplicables que generan entusiasmo masivo, mientras los árboles deciden florecer a pesar de la guerra ambiental contra ellos, mientras unos jóvenes se atreven a decir la verdad de lo que ven y no buscar cómo adaptarse
a una realidad absurda, las brisas de la primavera llevan la ligera y gentil promesa de volverse vientos.
Ahí, como dijo el poeta, está la respuesta.
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