A los vendedores se les llama carretilleros, porque casi siempre llevan su mercancía en carretillas de madera. Hasta diciembre pasado había más de 3 mil 200.
Aunque el esquema es muy favorable para la población, puesto que pone una oferta de primera necesidad a las puertas de la casa o el trabajo, pronto surgieron inconvenientes. El primero fue que, a diferencia de la provincia y las zonas rurales, donde la venta se puede ubicar con facilidad, en la capital tiene que haber regulaciones. Así que la Dirección Provincial del Trabajo ordenó, por ejemplo, que no haya expendio en las vías principales ni en las aceras, desplazarse en forma constante sin formar aglomeraciones, no obstruir el tránsito y las indispensables de higiene y conservación de los productos. Además, no pueden vender arroz, papa, chícharos y azúcar.
El segundo problema fue el de los precios, pues la mercancía es algo más cara que en el mercado. Pero estos trabajadores alegan que en ese precio está el servicio que prestan de acercar la venta hasta la misma puerta de la casa. Tiempo y esfuerzo que se ahorra el cliente.
Gerardo Arreola, corresponsal
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