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viernes, 13 de abril de 2012

ALEPH: FIB en vez de PIB

Carolina Escobar Sarti
Hace dos décadas, mientras los neoliberales guatemaltecos de pura cepa llamaban “ecohistéricos” a quienes defendían el medioambiente y a las comunidades afectadas por una incontenible avalancha de expropiación y despojo que continúa hasta hoy, las grandes potencias y su servidumbre transnacional se engolosinaban haciendo de las suyas con los recursos naturales del mundo. Bajo el argumento de que, sin importar cuán mal tratáramos la Tierra, esta siempre tendría la capacidad de autoregenerarse rápidamente, gritaban: “¡Arriba el libre mercado!”


Carolina Escobar Sarti
El mito era que la riqueza se derramaría para todos, aun sabiendo que, guardando las distancias necesarias, vivimos en sociedades de castas, estructuradas y jerarquizadas. El único derrame verdadero fue el cerebral que hasta hoy persiste, porque la locura parece no detenerse. Nos quedamos casi sin recursos, el hambre es mayor que hace veinte años, y nuestro Estado corrupto y débil sigue siendo secuestrado para exprimirle hasta la última gota de agua.


¿Cómo no iba a terminar mal esto, si la medida de éxito de un país es el crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB)? Guatemala, por ejemplo, tiene cifras macroeconómicas nada despreciables en la región, pero sigue siendo uno de los países con más hambre e infelicidad del mundo. Por su parte, Costa Rica, según su presidenta, es actualmente el país más feliz del mundo; Chinchilla dice que esto se debe a que desde 1821 los costarricenses comenzaron a construir “una nación basada en la democracia, la solidaridad, la libertad, el culto a la paz y el respeto a la naturaleza.” (¿Tendrá algo que ver que no tengan ejército?)


El Gobierno de Bután creó el “Índice nacional bruto de felicidad”, que se basa en niveles de salud pública física y mental, estabilidad laboral, calidad del medio ambiente, y goce pleno de los derechos humanos de su ciudadanía. Esto incluye promover la compasión, la solidaridad, la honestidad, y resistir el exceso de mercantilismo. Eslóganes como el que está a la entrada de la Escuela de Artes y Oficios de Thimphu están por todas partes: “La Felicidad nacional bruta es más importante que el Producto nacional bruto”.


La felicidad no es una actitud, como muchos “superficialistas” aseguran, sino un estado de bienestar que depende de varios factores. El concepto de la Felicidad interna bruta (FIB) se basa en la creencia de que el bienestar de un país puede y debe medirse más allá de indicadores tradicionales, como el PIB. Representantes de gobiernos, de organizaciones de la sociedad civil e investigadores de todo el mundo, se acaban de reunir en la ONU para hablar sobre esto. Jeffery Sachs, economista de la Universidad de Columbia y coeditor del World Hapiness Report, aseguró: “El PIB por sí mismo no promueve la felicidad. EE. UU. ha incrementado en tres veces su PIB per cápita desde 1960, pero sus medidas de felicidad no se han modificado”. En cambio, países que han aplicado ciertas políticas sociales, económicas y medioambientales sí han alcanzado grandes beneficios para su felicidad, incluso con niveles mucho más bajos de ingresos per cápita. Este tipo de cambios, aunque tardíos, sugieren camino y futuro.

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