La campaña presidencial francesa de 2012 se ha caracterizado por la pobreza del debate intelectual respecto a las orientaciones estratégicas que debe darle rumbo al país. Está claro que ya no se les propone más a los franceses de elegir al presidente de una república de una nación soberana, sino más bien de designar a un procónsul de una provincia del Imperio. Thierry Meyssan, un poco desilusionado, describe esta extraña campaña presidencial donde los medios de comunicación y la clase política hacen todo lo posible para no asumir sus responsabilidades.
- Un viejo afiche francés pegado en la pared, se puede leer: «Electores, Ustedes han sido engañados»
Los franceses están a punto de elegir al presidente de su república, pero parecen no darse cuenta de la función [y poderes tan importante] que le van a otorgar. La campaña electoral se ha centrado en una variedad de temas escabrosos [y sin importancia], como por ejemplo si el acceso a las piscinas debe ser mixto o si es necesario poner etiquetas a la carne tipo halal, pero nunca se discutió en serio acerca de los principales atributos constitucionales del presidente: «el respeto a la Constitución, el buen funcionamiento de los poderes públicos [es decir el gobierno], la continuidad del Estado, la independencia nacional, la integridad territorial, el respeto de los tratados» (artículo 5) [1].
Es como si los franceses en general y especialmente sus 10 candidatos presidenciales hubiesen admitido tácitamente que Francia ya no es un estado independiente, que ya no son soberanos, y que por consecuencia su democracia se limita ahora solamente a la gestión de temas corrientes. De este modo se aprobó la primera innovación constitucional que tanto ha caracterizado el mandato de Nicolás Sarkozy y que fue para muchos lo siguiente: el Primer Ministro perdió en función y despejó el terreno para que el presidente se convierta de facto en jefe del gobierno. Fue un error considerar que esta nueva práctica, interpretada como siendo el fin de la función de Primer Ministro, en realidad fue más bien la función de Presidente la que ha desaparecido.
Esta caída no reconocida sigue siendo imposible de verbalizar. Por eso, cuando el candidato socialista Francois Hollande, sugirió a sus principales competidores, a excepción de la candidata Sra. Marine Le Pen, a firmar una declaración conjunta afirmando que la política de Francia hacia Siria no cambiará, independientemente de quien fuese elegido como presidente, hubieron candidatos que se negaron. Y es con razón, ya que les parecía una vergüenza confesar públicamente que la política exterior de Francia ya no se decide en el Elíseo [sede del gobierno francés en París], pero más bien en la Casa Blanca [en Washington] —la misma incluso manipulada a su vez por los grupos de presión y lobbys— y que ninguno de ellos tendría la capacidad o posibilidad de cambiar esto.
- Foto y afiche utilizado por el Partido Socialista Francés y su candidato presidencial Francois Hollande, su lema es: «El cambio es ahora»
En este traspaso, de hacer política a hacer simplemente la gestión, queda bien ilustrado con el lema utilizado por el candidato socialista Francois Hollande: «El cambio es ahora», lema que va acompañado de un movimiento de antebrazos de manera paralela, antebrazos que se acercan y se alejan [ver video abajo] movimiento que no se cansan de repetir los partidarios de esta agrupación, es más bien un signo de impotencia. Para afirmar que el cambio se limitará solamente al día de las elecciones, es tomar nota y reconocer que se renuncia a la ambición de «cambiar la sociedad», que fue buscada de manera vana por el ex presidente Francois Mitterrand; es reconocer que los electores pueden cambiar al equipo [gubernamental] que está en el poder, pero no podrán cambiar las decisiones que el equipo [gubernamental] en el poder tomó.
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