La guerra secreta en Italia
por Daniele Ganser*
Estados Unidos, el país que se presenta como el gran defensor de la democracia, organizó fraudes electorales en Italia, así como dos golpes de Estado invisibles y no vaciló en hacer ejecutar al primer ministro italiano Aldo Moro. En esta sexta parte de su estudio sobre el Gladio, el historiador suizo Daniele Ganser explica cómo Washington controló la vida política en Italia, a espaldas de los italianos, a lo largo de 50 años.
En 1978, Estados Unidos hizo asesinar al primer ministro italiano Aldo Moro. Las Brigadas Rojas se responsabilizaron con su ejecución, pero la operación estuvo manipulada por el Gladio.
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Este artículo es la continuación de:
1. «Cuando el juez Felice Casson reveló la existencia del Gladio…»
2. «Cuando se descubrió el Gladio en los Estados europeos…»
3. «Gladio: Por qué la OTAN, la CIA y el MI6 siguen negando»
4. «Las cloacas de Su Majestad»
5. «La guerra secreta, principal actividad de la política exterior de Washington»
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El anticomunismo estadounidense ha dado origen a muchas de las tragedias que marcan la historia de la I República Italiana (1945-1993). Las pruebas descubiertas durante la última década demuestran que el ejército Gladio, dirigido por los servicios secretos italianos, participó activamente en esa guerra no declarada, con la complicidad de los terroristas de extrema derecha. A falta de invasor soviético, las unidades paramilitares anticomunistas entrenadas por la CIA se dedicaron a la realización de operaciones internas destinadas a influir sobre la vida política nacional. Una investigación parlamentaria a la que el Senado italiano confió la misión de aclarar la cuestión del Gladio así como una serie de misteriosos atentados concluyó al final de la guerra fría que, en Italia, «la CIA gozó de la mayor libertad» debido al hecho que, durante la I República, Italia había vivido «en una situación de división difícil e incluso trágica».
En el marco de aquella división se enfrentaban las dos ideologías dominantes de la guerra fría. A la izquierda, estaba el muy popular e influyente PCI (Partido Comunista Italiano, secretamente financiado por la URSS) y el poderoso Partido Socialista [1] mientras que del otro lado del tablero actuaban la CIA, los servicios secretos militares italianos y el ejército que estos habían conformado bajo la apelación Gladio, así como diversos movimientos terroristas de extrema derecha, que gozaban todos del apoyo político de la conservadora DCI [2].
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Italia del dictador fascista Benito Mussolini había conformado una alianza con Hitler. Después de la derrota de las potencias del Eje, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt, el primer ministro británico Winston Churchill y el principal dirigente de la URSS Josef Stalin se reunieron en Yalta (Crimea), en febrero de 1945, para discutir el destino de Europa y tomaron la decisión, crucial para Italia, de incluir esa península en la esfera de influencia estadounidense. En sus esfuerzos por limitar el poder de los comunistas, la CIA no vaciló en aliarse con la mafia y con los terroristas de extrema derecha. El agente de la CIA Victor Marchetti explicó al respecto: «La CIA se apoyó en el anticomunismo visceral de la mafia para controlar Italia» [3].
Incluso antes del fin de la guerra, el propio jefe de la OSS en Italia, Earl Brennan, había mediado ante el secretario estadounidense de Justicia para que éste último redujera la pena de 50 años de cárcel contra Charles «Lucky» Luciano. Su objetivo era poner en práctica un acuerdo secreto. A cambio de su libertad, Luciano proporcionaba al ejército estadounidense una lista de los más influyentes mafiosos sicilianos que apoyarían el desembarco estadounidense de 1943 en Sicilia [4].
Después de la guerra, la CIA «puso especial interés en conservar aquella amistad secreta con la mafia siciliana» y fue así que «en nombre de la lucha contra el comunismo en Italia y en Sicilia, los americanos dejaron la isla en manos del hampa que todavía la controla hoy en día» [5].
Las tropas estadounidenses que liberaron Italia y reemplazaron la dictadura por una frágil democracia fueron recibidas por los italianos con banderas, pan y vino. A pesar de ello, los Aliados «estaban inquietos por la situación política en Italia y sobre todo por la amenaza del partido comunista cuya influencia seguía creciendo, situación que ya habían observado en el pasado en Grecia y en Yugoslavia».
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