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jueves, 4 de marzo de 2010

ALEPH - Tanto silencio que romper


Carolina Escobar Sarti
Cuando por la misma acera transitan las mujeres violadas y sus violadores impunes, algo está mal. Cuando ellas son las obligadas a bajar los ojos en silencio y ellos los que tienen el privilegio de la mirada acechante y la palabra obscena, algo está mal. Cuando el imaginario colectivo de un país define que en la guerra todo se vale, hasta vencer al enemigo en los cuerpos de las mujeres y escribir en ellos la “V” de la victoria, algo está mal. Cuando un Estado no cuenta con acciones integrales de reparación para las mujeres violadas antes y hoy, es que aún hay camino que recorrer.

Por ello, crear un Tribunal de Conciencia no es poca cosa en Guatemala, donde la inconciencia y el olvido han sido la norma. Y si bien su peso se puede sentir más en el territorio de lo simbólico y lo ético, su efecto también puede llegar a tocar el ámbito de la jurisprudencia, siempre y cuando logre mover la conciencia de quienes toman las grandes decisiones, sobre todo en materia de justicia. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en el Primer Tribunal de Conciencia de las Mujeres, creado en 1998, que sirvió como antecedente para la creación de la Comisión Nacional de la Prevención Contra la Violencia (Conaprevi).

Siempre decimos que en Guatemala nadie se logra poner de acuerdo, pero en este caso no solo se ha logrado, sino se ha hecho bien. Entre las organizaciones que impulsan este Tribunal de Conciencia, que se instalará el 4 y 5 de marzo en el país, están el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP), la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua), Mujeres Transformando el Mundo (MTM), la Asociación feminista La Cuerda y la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (Unamg), junto a otras más. Cada una de ellas y todas juntas han trabajado por años con mujeres sobrevivientes de varias regiones del país, han apoyado importantes procesos organizativos de las mujeres indígenas o han obtenido justicia formal en casos concretos.

¿Los objetivos del Tribunal? Romper el silencio en torno a este crimen y realizar una acción política de reparación simbólica, al mismo tiempo que promover un ejercicio de reflexión junto a las autoridades responsables de garantizar justicia, para crear las condiciones que hagan posible su aplicación para casos, tanto del pasado como del presente. Un Tribunal de Conciencia intenta, precisamente, mover conciencias y sensibilizar a una sociedad para que reconozca la violencia sexual como un problema social y no únicamente de las mujeres.

Que nadie diga que la violencia sexual contra las mujeres no fue una estrategia de la guerra que se vivió en Guatemala porque, sobre todo en el último período de las masacres, la consigna contra “el enemigo interno” pasó, además de arrasar con la tierra, quemar el maíz y matar a los hombres, por abrir los vientres de las embarazadas, matar niños y violar a las mujeres de las poblaciones, en su mayoría indígenas. Luego pondrían un templo para cerrar el círculo de la muerte por el lado de lo sagrado. No dejaron ni pasado, ni presente. ¿Y el futuro?, lo decidieron otros en los cuerpos de las mujeres “del enemigo”. El Tribunal de Conciencia es muchas cosas, pero, sobre todo, es la posibilidad de responder a una de las demandas más sentidas de las mujeres violentadas: “Ser escuchadas y pedir justicia”. ¿No bastaría esa sola razón?

cescobarsarti@gmail.com

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