Los Cinco cubanos
¿Se acuerdan de Elián?
El caso de Elián González, un niño de seis años forzosamente retenido por desconocidos contra la voluntad de su padre y que en abierto desafío a la ley de Estados Unidos y de la decencia, fue reportado ampliamente por los medios del mundo. El lugar del secuestro, Miami, se convirtió en un tipo de ciudad secesionista, cuando el alcalde, el jefe de la policía, los políticos, todos los periódicos y anunciadores de la radio y la televisión, junto a instituciones religiosas y empresariales, se unieron con algunos de los más notorios terroristas y grupos violentos para oponerse a la orden de los tribunales y del gobierno, que era liberar al niño.
Ricardo Alarcón de Quesada*/ Red Voltaire
Fue necesario enviar un equipo de fuerzas especiales desde Washington DC, que se lanzó en una operación subrepticia y rápida para ocupar varias casas, desarmar a individuos que estaban fuertemente armados y escondidos en el barrio, y salvar al niño y restaurar la ley. Todos siguieron la noticia, día tras día.
Pero casi nadie sabía que, al mismo tiempo, exactamente en el mismo lugar –Miami–, otros cinco jóvenes cubanos fueron arbitrariamente desposeídos de su libertad y sujetos a una gran injusticia.
Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González fueron detenidos en la madrugada del sábado 12 de septiembre de 1998, y encarcelados los próximos 17 meses en celdas de castigo, en solitario. La acusación principal contra ellos, como fue reconocida por los fiscales y el juez desde el acta acusatoria hasta el último día del juicio, fue que ellos habían, pacíficamente, sin armas, penetrado los grupos terroristas anticubanos con el objetivo de informarle a Cuba sobre sus planes criminales.
¿Era concebible que algún revolucionario cubano tuviera un juicio justo en Miami al enfrentarse con este tipo de acusación? ¿Pudiera eso ser posible durante el secuestro de Elián, con el ambiente de violencia, odio y temor que lo rodeaba?
De acuerdo con la Fiscalía, era perfectamente posible. En sus palabras, Miami es una “muy grande, diversa y heterogénea comunidad” capaz de tratar cualquier tema sensible, incluso los que involucran a la Revolución cubana. Los fiscales repitieron esa línea, cuando rechazaron más de 10 mociones presentadas por los abogados defensores para cambiar la sede antes del comienzo del juicio.
El mismo gobierno que se vio obligado a tratar a Miami como una especie de ciudad rebelde y a enviar secretamente fuerzas para restaurar la legalidad, mintió repetidas veces sobre el tema de la sede, negándole a los acusados el derecho tan respetado por los estadunidenses, y se rehusó a mover el proceso a la ciudad vecina de Fort Lauderdale, a media hora de Miami. Irónicamente, unos pocos años después, en 2002, cuando el gobierno fue demandado civilmente en un caso administrativo de mucha menos valía, posteriormente resuelto por un acuerdo fuera de la Corte, y solamente indirectamente relacionado con el caso Elián, el gobierno pidió un cambio de sede a Fort Lauderdale, afirmando que era imposible que cualquier cosa relacionada con Cuba pueda ser juzgada justamente en Miami.
Esta contradicción flagrante, prueba clara de una mala conducta de la Fiscalía, de prevaricación real, fue uno de los factores principales en los cuales se basó la decisión unánime del panel del Tribunal de Apelaciones, en 2005, para anular las condenas de los Cinco y ordenar un nuevo juicio.
Esa histórica decisión fue posteriormente revocada por la mayoría del tribunal bajo presión del fiscal general Alberto Gonzáles en una acción contraria a la práctica normal del derecho en Estados Unidos. La movida exitosa del señor Gonzáles, una manifestación de su filosofía legal peculiar, cerró la posibilidad de una resolución justa para este caso que hubiese honrado a Estados Unidos.
La decisión del panel, un documento sólido de 93 páginas que reseñaba hechos irrefutables sobre la guerra terrorista de medio siglo contra Cuba, sigue siendo un momento sobresaliente en la mejor tradición estadunidense y perdurará como un texto que analizarán con respeto académicos y estudiantes de derecho.
Pero eso es otro capítulo en la larga saga de los Cinco.
En cuanto a Elián González, él está a punto de completar el preuniversitario y continúa atrayendo la atención de los medios extranjeros y los visitantes que van a Cárdenas, el precioso pueblo donde vive. Cuando ellos viajan hacia la casa de Elián, los sorprenden carteles que demandan la libertad de cinco jóvenes que seguramente los visitantes no conocían hasta ese momento.
En las palabras de Leonard Weinglass:
“El juicio fue mantenido en secreto por los medios de prensa estadunidenses. Es inconcebible que el juicio más largo en Estados Unidos hasta el momento en que éste tuvo lugar fuera cubierto solamente por la prensa local de Miami, particularmente cuando fueron llamados a testificar por la defensa generales y un almirante, así como un asesor de la Casa Blanca. ¿Dónde estaban los medios de prensa durante seis meses? No sólo fue éste el juicio más largo, sino también fue un caso que involucraba importantes asuntos de política exterior y terrorismo internacional. La pregunta se le debe hacer a los medios que continúan negándose a cubrir un caso con tales violaciones de los derechos fundamentales, e incluso violaciones de los derechos humanos de los prisioneros.”
A Elián lo salvó el hecho de que los estadunidenses conocieron el caso y se involucraron para que la justicia triunfara. Los Cinco siguen presos –11 años, en septiembre–, víctimas de una terrible injusticia, porque a los estadunidenses no se les permite conocerlos. Los Cinco son castigados cruelmente porque lucharon contra el terrorismo. Son héroes, pero son héroes prohibidos.
Habiéndose perdido el cambio de sede, el resultado del juicio de los Cinco ya estaba predeterminado. Siguió estrictamente la profecía de la Reina.
Los medios estadunidenses jugaron un papel muy importante en dos direcciones. Fuera de Miami un silencio total, como describió de forma muy apropiada el abogado Leonard Weinglass, en contraste con el papel que jugaron en el condado de Dade, ofreciendo ambos, un show de impresionante disciplina.
Los medios locales no sólo cubrieron el caso intensamente, sino que intervinieron activamente en él, como si fueran parte de la Fiscalía. Los Cinco fueron condenados por los medios incluso antes de ser acusados.
La mañana del sábado 12 de septiembre de 1998, cada medio de comunicación en Miami hablaba sin parar acerca de la captura de unos “terribles” agentes cubanos, “dispuestos a destruir Estados Unidos” (la frase que la Fiscalía adoraba y repetiría una y otra vez durante todo el proceso). Al mismo tiempo, a propósito, el jefe de la Federal Bureau of Investigation (FBI) en Miami se encontraba con Lincoln Díaz Balart e Ileana Ros-Lehtinen, representantes de la vieja banda de Batista en el Congreso.
Una campaña de propaganda sin precedentes se lanzó contra cinco individuos que no podían defenderse, porque estaban completamente aislados del mundo exterior, día y noche, durante un año y medio, en lo que se conoce en la jerga de la prisión como “el hueco”.
En el resto de Estados Unidos la dura situación de los Cinco sólo ha recibido silencio. El resto del país no conoce mucho del caso, y se le mantiene en la sombra, como si todo el mundo aceptara que Miami –esa “comunidad muy diversa, y extremadamente heterogénea”, según la descripción del fiscal– perteneciera efectivamente a otro planeta.
Esto podría haber sido una proposición razonable, si no fuera por algunos hechos vergonzosos que se han descubierto recientemente. Algunas de las personas de los medios involucradas en la campaña de Miami –“periodistas” y otros– fueron pagados por el gobierno de Estados Unidos; figuraban en sus nóminas como empleados de la máquina de propaganda anticubana de la radio y la televisión, que ha costado muchos cientos de millones de dólares de los contribuyentes estadunidenses.
Sin saberlo, los estadunidenses se vieron obligados a ser muy generosos, de hecho, hay una larga lista de “periodistas” de Miami que cubrieron el juicio completo de los Cinco, y, al mismo tiempo, recibían jugosos cheques federales.
La decisión de la Corte de Apelaciones en 2005 también brinda un buen resumen de la campaña propagandística, antes y durante el juicio. Ésa fue una de las razones que llevó al panel a “anular los veredictos de culpabilidad y ordenar un nuevo juicio”. Miami no era un lugar para tener siquiera apariencia de justicia. Como dijeron los jueces, “la evidencia presentada [ante el Tribunal de Miami] respaldando las mociones para cambio de sede fue masiva”.
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