El Estado como campo
de ejercicio del poder político es un espacio en permanente disputa
desde donde los vencedores circunstanciales legalizan y legitiman sus
opciones ideológicas mediante políticas públicas (incluida el
ordenamiento jurídico interno) implementadas por las instituciones
públicas creadas para tal fin.
En otras palabras, el Estado es tan
antiguo como el poder mismo, y se constituye en una de las herramientas
de dominación más eficaces que los vencedores utilizan sobre los
vencidos.
Allá por el siglo XVI, en el norte de Europa, ante el
fraccionamiento exacerbado del poder político por el sistema feudal,
algunos “iluminados” (llamados filósofos) idearon lo que conocemos
actualmente como el proyecto de Estado Nación con la finalidad de
superar la fragmentación cultural y territorial, y así garantizar la
gobernabilidad (la permanencia de la dominación).
En dicho
proyecto político se entiende que a una nación (un pueblo que comparte
territorio, historia, idioma, espiritualidad, cultura y aspiraciones de
autodeterminación) le corresponde un Estado (organización jurídica y
política de dicho pueblo).
Pero, esta idea de: “una Nación un
Estado”, no se ha podido concretar (construir) ni en los mismos países
europeos. Mucho menos, en países latinoamericanos multiculturales que
como malos copiones tardíos “sus próceres” intentaron implementar dicha
teoría política homogeneizante desde el siglo XIX.
Fracasaron los
nacionalismo en el mundo entero porque la realidad social jamás es
homogénea. Los humanos casi nunca estamos dispuestos a renunciar a
nuestra identidad para asumir la identidad ideada (copiada) de los
otros. Por eso, a mayor globalización, mayor es la glocalización. A
mayor nacionalismo, mayor es la aspiración por la plurinacionalidad.
Ante
esta incapacidad de construir la hegemonía cultural/identitaria desde
el Estado Nación, los gestores y benefactores de este proyecto (racismo
por medio) intentaron homogeneizar a los pueblos diversos (que cohabitan
dentro de los territorios del Estado Nación aparente) mediante la
aniquilación y/o la asimilación genética y cultural. A estos procesos
irracionales denominaron ciudadanización.
En países cultural y
genéticamente megadiversos como Bolivia, Ecuador, Perú, Guatemala,
México, etc., el fracasado intento de la implantación del proyecto de
Estado Nación fue sangriento e irracional.
En estos países, al
igual que en el resto de la región, los criollos y mestizos intentaron
imponer y homogeneizar su identidad cultural mal aprehendida de la
Metrópoli sobre los pueblos originarios. Es decir, en estos países
culturalmente megadiversos, los criollos/mestizos asumieron el
“imaginario” mestizo como la identidad nacional oficial, y en
consecuencia intentaron infructuosamente hacer desaparecer a las
identidades originarias desde los aparatos estatales.
En el
aparente Estado Nación de Guatemala, por ejemplo, el maya para ser
guatemalteco tiene que renunciar a su identidad nativa e intentar imitar
la identidad mestiza. La ciudadanía es sinónimo de culturicidio para
los aborígenes en Guatemala.
El sistema del Estado Nación en este
país está permeada por un racismo espantoso (institucionalizado y
legalizado) que no sólo “naturaliza” el ideario mestizo como la
identidad nacional obligatoria, sino que instala en el o la mestiza una
falsa conciencia enfermiza de superioridad frente al resto. Este es uno
de los males congénitos casi atávicos para el fracaso de cualquier
intento de convivencia o de bienestar común en el país.
Este
proyecto de Estado Nación ha fracasado en Guatemala apabullada por la
emergencia plural de los pueblos que casi dos siglos de República
ladinocéntrica no pudo aniquilar.
Estado Plurinacional para superar el racismo y democratizar el poder
En
el mundo occidental, la idea de Estado Plurinacional (Estado construido
y gestionado por varias naciones) encuentra sus raíces en los
planteamientos de la ex Unión Soviética del pasado siglo, con la
finalidad de mantener la unidad política sin sacrificar la diversidad
cultural.
En el mundo Andino, el Estado Plurinacional encuentra
sus vestigios en la administración política del Tawantinsuyo (siglos X y
XIV), donde el incario se construyó/dinamizó utilizando justamente la
riqueza de la autonomía de la diversidad cultural de los pueblos que lo
integraban como motor para su expansión territorial y geopolítico. Los
hallazgos históricos de María Rostworowski son ilustrativos para este
fin.
En la actualidad, Bolivia es el único país que según su
Constitución Política se declara como Estado Plurinacional. En el caso
ecuatoriano, el debate constituyente entre lo plurinacional e
intercultural, primó lo segundo. En ambos países, quienes impulsaron e
impulsan los procesos de la construcción del Estado Plurinacional, de
abajo hacia arriba, son las organizaciones indígenas (actuales sujetos
sociopolíticos colectivos).
En el caso boliviano, la cualidad de
la plurinacionalidad del Estado unitario se centra en el reconocimiento
expreso de la autodeterminación de los 36 pueblos indígenas coexistentes
en el país, y la posibilidad de ejercitar las autonomías indígenas en
diferentes circunscripciones territoriales.
Es decir, el carácter
plurinacional de Bolivia se expresa en las disposiciones
constitucionales que reconocen autonomías/potestades políticas,
administrativas, legislativas, judiciales, culturales, espirituales,
etc., a la diversidad de pueblos indígenas, sin renunciar a una visión
compartida de país, ni mucho menos a la soberanía nacional boliviana.
La
plurinacionalidad es una posibilidad de que un o una indígena sea
ciudadana boliviana sin necesidad de renunciar a su identidad (idioma,
costumbres, conocimientos, espiritualidad, etc.), ni la obligación de
volverse mestizo. En este sentido, por ejemplo, el gobierno local,
regional o nacional ya no es más monopolio impoluto reservado para
mestizos.
La plurinacionalidad, como proyecto político, es una
herramienta de liberación, tanto para mestizos, como para pueblos
indígenas, de las enfermizas taras coloniales del racismo y centralismo
político. Como proyecto cultural y ético, es un camino de desaprendizaje
y aprendizaje fecundo en el concierto de diálogo de saberes. Toda una
ingeniería política cultural de desmontaje de los estados coloniales y
patriarcales.
El proyecto de Estado Plurinacional es lo
diametralmente contrario al proyecto del bicentenario Estado Nación. Por
tanto, éste no es la continuación de aquél. En este sentido, ni tan
siquiera semánticamente se puede recurrir al término refundación para la
creación o fundación del inédito Estado Plurinacional.
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