José Steinsleger
Su insistencia era tenaz:
–¿Te gustaría aprender a bailar el tango conmigo?–¡Populismo musical! –le respondía.
–¿Y el bolero?
–Ni cagando.
A temprana edad, las desviaciones ideológicas son irreversibles. Pero la culpa era de Bertoldo. Decía que los jóvenes debíamos evitar las distracciones perniciosas y consagrarnos a
elevar(sic) el-nivel-político-cultural-del-pueblo. Granítica, la prédica de Bertoldo se parecía a la de los mormones que merodeaban por el barrio, y a la de Pagano, el casposo profesor que llamaba
tirano prófugoal
caudilloque por decreto se prohibía nombrar.
Para Bertoldo, la revolución cubana era
nacionalistay
pequeñoburguesa. Y Pagano nos obligaba a leer a Ortega y Gasset, aprobando con 10 a los que repetían una capciosa frase del
padre del aula inmortal, Domingo F. Sarmiento, en carta al general Bartolomé Mitre:
¿Son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad?(1861).
Cuando Cuba derrotó a la invasión de la CIA en Playa Girón, Bertoldo se hizo la autocrítica. Pero los vientos de la época ya eran otros y apareció Ferrero, su media naranja. Bertoldo dividía el mundo en fascistas y democráticos, y Ferrero en estalinistas y trotskistas.
Un día acompañé a Ferrero al frigorífico donde militaba. Los trabajadores de la carne discutían un pliego para conseguir aumento salarial. A su turno, intervino: “¡Compañeros…! Si acá no hay duda de que el yugo del capital nos explota, propongo abolir el régimen de salarios…” Entonces, un veterano bigotón que vestía delantal manchado en sangre vacuna le dijo con aliento nacional y popular: “Nene… ¿no tenés otro lugar para hacerte la paja?”
Ofendidísimos, nos retiramos en medio de las risotadas de los matarifes. Ferrero comentó:
¡El caudillo les lavó el cerebro! ¡Les falta conciencia de clase!Regresé a casa, y me sumergí en Conceptos elementales del materialismo histórico, interpretados por una compañera trasandina que estaba buenísima. Y cuando el
caudilloregresó para desairar a los chicos que lo habían vitoreado, Bertoldo y Ferrero me dijeron: ¿ves?
Bertoldo y Ferrero no eran Gargantúa y Pantagruel, Bouvard y Pécuhet, Narciso y Goldmundo, ni Sócrates o Aristóteles imaginados por Platón y Santo Tomás. Eran la prueba bizarra de que en política las convicciones personales no alcanzan para sumar y multiplicar.
Años después, en Colombia, conocí a un experto en tango y se movieron fibras que bien podían ser nacionales o universales. Y en Ecuador, con motivo de un acto de solidaridad con Malvinas, tuve que persuadir a la directora de la Academia de Belleza Eva Perón para que nos prestara el único disco del himno nacional existente en el país.
–Pero me lo devuelven… ¿eh? Miren que por acá queremos mucho a la señora Eva.
Liberales y marxistas aseguran que los pueblos son amnésicos. ¿Coartada hegeliana para ocultar la ignorancia de una historia escamoteada? Salvo contadas excepciones, los pensadores latinoamericanos se formaron inspirándose en el maniqueo karma europeo-anglosajón: civilización/barbarie; izquierda/derecha; democracia/tiranía; reforma/revolución; capitalismo/socialismo.
Cautivos de esa suerte de ley de causalidad o retribución inevitable, los liberales creen que capitalismo y democracia son sinónimos, y los marxistas que la revolución conduce en línea recta al socialismo. Por esto, cuando aparecen
Las ideas extrapoladas de la cultura
En México, la muerte de Chávez suscitó opiniones paniaguadas entre los máximos referentes de la izquierda. El uno tomó rápida distancia del líder bolivariano y después extendió sus condolencias. Y el otro, sin nombrarlo, manifestó su solidaridad con el dolor-del-pueblo-venezolano. ¡Vamos, muchachos!... ¿Costaba mucho echar un guiño al comanche? Que hace ya algunos años, Fidel también dijo:
Con respecto a los otros, irremediablemente mezquinos de alma y corazón, el escritor brasileño Paulo Coelho (insospechado de izquierdismo) dio una lección:
En la capilla ardiente, frente al ataúd de Chávez y la espada de Bolívar, el presidente interino Nicolás Maduro dijo:
A la distancia, no me arrepiento de mi atropellada iniciación
Liberales y marxistas aseguran que los pueblos son amnésicos. ¿Coartada hegeliana para ocultar la ignorancia de una historia escamoteada? Salvo contadas excepciones, los pensadores latinoamericanos se formaron inspirándose en el maniqueo karma europeo-anglosajón: civilización/barbarie; izquierda/derecha; democracia/tiranía; reforma/revolución; capitalismo/socialismo.
Cautivos de esa suerte de ley de causalidad o retribución inevitable, los liberales creen que capitalismo y democracia son sinónimos, y los marxistas que la revolución conduce en línea recta al socialismo. Por esto, cuando aparecen
caudillosy movimientos populares que hacen picadillo con los dogmas del karma, lo primero que dicen es “hum…”
Las ideas extrapoladas de la cultura
universal(y no de la nacional que las engendra) son sus referentes. Así fue desde la independencia de Haití. Y ni siquiera la amplia difusión del radical y generoso pensamiento de José Martí les permite reconocer las causas por las que el legado político de nuestra primera independencia continúa vigente.
Yo quiero patria libre o morir, dijo Sandino.
En México, la muerte de Chávez suscitó opiniones paniaguadas entre los máximos referentes de la izquierda. El uno tomó rápida distancia del líder bolivariano y después extendió sus condolencias. Y el otro, sin nombrarlo, manifestó su solidaridad con el dolor-del-pueblo-venezolano. ¡Vamos, muchachos!... ¿Costaba mucho echar un guiño al comanche? Que hace ya algunos años, Fidel también dijo:
Cuando un pueblo llora, la injusticia tiembla.
Con respecto a los otros, irremediablemente mezquinos de alma y corazón, el escritor brasileño Paulo Coelho (insospechado de izquierdismo) dio una lección:
¿Murió Hugo Chávez y hay gente que se alegra? La burla al dolor ajeno sólo demuestra la pobreza y miseria humana. (@PaulocoelhoDice 6/3/13).
En la capilla ardiente, frente al ataúd de Chávez y la espada de Bolívar, el presidente interino Nicolás Maduro dijo:
¡Hemos roto el maleficio de la traición a la patria, y romperemos el maleficio de la derrota y la regresión...! ¡No pudieron contigo, comandante! ¡No podrán con nosotros, jamás! ¡Jamás podrán!
A la distancia, no me arrepiento de mi atropellada iniciación
político-sentimental. Sólo que me hubiera gustado aprender a bailar el tango. O, siquiera, cantar boleros. Así pues, me resigno a bailar el son. Pero sueltito, porque no sé llevar.
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