Ruben Aguilar Valenzuela (*)
MEXICO - El gobierno de Estados Unidos dio por terminada su intervención militar en Irak, el 12 de diciembre de 2011. El presidente Barack Obama dijo en esa ocasión que “la historia se encargará de juzgar la decisión original de iniciar la guerra”.
La declaratoria de guerra fue del presidente George W. Bush, en marzo del 2003, y hacerlo le resultó fundamental para poder ser reelecto. Obama, con el retiro de las tropas, cumple un compromiso de campaña, precisamente antes de intentar su reelección.
Esta guerra, que el entonces senador Obama llamó en 2002 “una estupidez que no toma en cuenta la pérdida de vidas y los costos” requirió de una inversión de 800 mil millones de dólares que salieron de los bolsillos de los contribuyentes. La guerra exigió también la movilización de un millón de efectivos estadunidenses y provocó la muerte de 4,500 de los mismos. En ella perdieron la vida por lo menos 100,000 ciudadanos iraquíes.
El número de los heridos de la población civil se calcula que pudo haber sido de 600,000 y sufrieron heridas 32,000 soldados estadunidenses.
La invasión inició el 20 de marzo de 2003 con el apoyo del primer ministro británico Tony Blair y el presidente de España, José María Aznar, que en la Cumbre de las Azores, proclamaron el ultimátum decisivo contra Saddam Hussein. El presidente Vicente Fox fue presionado por Bush y Aznar, para que avalara su decisión de ir a la guerra, pero éste nunca dudó en manifestarse en contra de la misma. Fue una de las acciones mejor valoradas de su gobierno.
La tropa de Estados Unidos entran a Bagdad el 9 de abril de 2003 y el primero de mayo, apenas 45 días después, Bush anuncia el fin de los combates. La realidad es que la tropa estadunidense se quedó 8 años.
El Comité de Inteligencia del Senado dice que la CIA sobrevaloró la amenaza de Irak, lo que todos los gobiernos del mundo llegaron a conocer el 9 de julio de 2004. El 30 de diciembre de 2006 Hussein fue ejecutado en la horca.
Siete años después de que inicia la guerra, el 27 de febrero de 2009, Obama, el nuevo presidente, anuncia la salida de la tropa de combate para agosto de 2010. En octubre de 2011 compromete la retirada completa.
Lo que Estados Unidos deja en Irak es muerte, destrucción y una enorme inestabilidad política. El país se encuentra al borde de una guerra civil entre suníes y chiíes. El precario equilibrio religioso está roto. Detrás está la pugna de poder entre Irán (chií) y Arabia Saudita (suní).
Para “garantizar el proceso de transición”, Estados Unidos mantiene en su embajada a 15,000 empleados, a 6,000 efectivos y a una enorme cantidad de contratistas privados que seguirán en el país quien sabe hasta cuándo.
(*) Analista mexicano y columnista de ContraPunto
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