Carolina Escobar Sarti
La misión de todo juez es ser justo. Perdonen que nombre lo obvio, pero es que cuando veo lo que le ha pasado al juez español Baltasar Garzón, por haberse atrevido a hacer bien su trabajo, no queda más que partir de lo irreductible. La justicia española ha quedado mal parada frente al mundo. El hecho de que Garzón se atreviera a investigar crímenes del franquismo, entre otros, despertó al monstruo. En 1998, Garzón mandó al dictador chileno, Augusto Pinochet, a la cárcel, hecho sin precedentes, me atrevería a decir, desde el Juicio de Nüremberg.
En ese mismo periodo encausó a 43 militares y a un civil, acusados de represión durante la dictadura argentina. Diez años más tarde, el juez español inició investigaciones sobre los casos de 114 mil 266 personas desaparecidas durante la Guerra Civil española y la dictadura franquista. Además, removió las aguas de la democracia española, con el desmantelamiento de una red de corrupción que incluyó a políticos y empresarios, denominado el caso Gürtel.
Eso le ha valido sentarse dos veces en el banquillo de los acusados y que los abogados de un par de grupos reaccionarios de la ultraderecha franquista pidan 20 años de inhabilitación para él. Y falta una más. A Garzón se la están cobrando, tanto los reaccionarios seguidores de Franco como las decenas de afectados por el caso Gürtel que él destapara, asociado al Partido Popular español, donde personajes como el yerno de José Ma. Aznar se vieron implicados.
El presidente de la Comisión Internacional de Juristas, Pedro Nikken, dijo que este hecho “destruye la independencia judicial de un país, afecta a la democracia y afecta a toda la sociedad en su conjunto, porque están en juego valores universales.(…). Abandonar a un juez que aplica la justicia universal en favor de las víctimas significa atentar y quebrantar uno de los pilares del Estado de Derecho”, concluyó.
Es válido recordar que los crímenes de guerra o de lesa humanidad jamás prescriben, aunque haya convenientes leyes de Amnistía en nuestros paisitos, queriendo sepultarlos en profundas fosas de olvido. España tiene un compromiso con el derecho internacional, ius gentium, antes que con su ley de Amnistía de 1977. Y Garzón no representa sólo a un país; él es un juez universal, un referente del derecho internacional comprometido con los derechos humanos. Como ciudadana del mundo, considero un absurdo que, por primera vez, se procese a un juez que defiende los derechos humanos en el ámbito judicial mundial. Si nadie se molesta porque la economía o las armas sean transnacionalizadas y globalizadas, no veo por qué habría de molestarnos que se haga lo mismo con la justicia. Es un derecho de la gente del mundo.
Esto lo escribí sabiendo que hoy iniciaría el juicio por genocidio y delitos de lesa humanidad contra Efraín Ríos Montt. Hecho histórico que pondrá a prueba a la jueza Carol Patricia Flores, a la justicia guatemalteca y a la Corte Penal Internacional. Y seguimos en pie, por latido o porque quiere decir coraje, como decía Benedetti.
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