Por Martín Rodríguez Pellecer
Publicado el 2 de Noviembre de 2011
Hace cuatro años, una semana antes de la segunda vuelta, escribí una columna titulada Entre la peste y el cólera para describir lo que nos ocurría a los votantes guatemaltecos al tener que elegir entre Álvaro Colom y Otto Pérez Molina. Esta vez es algo similar, o no: peor. Peste versus cólera, versión reloaded.
Lo más fácil sería poner un enlace a los perfiles de Otto Pérez Molina (OPM) y de Manuel Baldizón (MB) que hemos escrito en Plaza Pública y en elPeriódico. En total, unas 30 páginas escritas sobre todo lo comprobable de cada uno de nuestros flamantes candidatos que siguen en carrera.
Empecemos por Otto Pérez Molina. Es un militar con 33 años en el Ejército, la institución autoritaria por antonomasia; un Ejército con una victoria militar basada en desaparecer a 50 mil y matar a 200 mil, en su gran mayoría civiles desarmados. Un militar-político, que entre sus verdaderas preseas cuenta con haber procurado unos Acuerdos de Paz decentes, haberse opuesto a ejecuciones extrajudiciales en el gobierno de Óscar Berger y –aunque está menos claro los motivos de su participación–, haber evitado con un golpe de Estado que el expresidente Jorge Serrano Elías diera un golpe de Estado “anti-Constitución y antielite”.
En una entrevista de una hora que le hice hace unos meses, los dos sentados en una mesa frente a un auditorio, me pareció conservador pero serio, respetuoso de la libertad de prensa, que se debate entre una propuesta de gobierno al estilo de militares sudamericanos pro Estado y una pro empresarialidad que podría llevarlo a dar en concesión lo que queda de nuestro raquítico Estado para pagar la deuda multimillonaria –la más grande de la historia– que tiene con sus financistas. ¿Habrán sido Q500 millones totalmente opacos en seis años? ¿Quién se los dio? ¿La elite? ¿Narcos? Seguramente bondadosos que pedirán a cambio, por ejemplo, que el país entero sea declarado una zona franca.
Sigamos con Manuel Baldizón. Es un populista. Lleva 8 años en política. Y fácilmente gastó Q100 millones en otra campaña también opaca a más no poder. ¿Quién se los dio? ¿Otros empresarios y otros narcos? Su verdadera presea en estos 8 años de vida pública fue la aprobación de la Ley del Adulto Mayor para saldar una deuda social y pagarle una pensión a los que trabajaron sin seguridad social.
Pero lo hace de manera clientelar. Como su forma de hacer política. De manera clientelar y autoritaria. Según EE.UU., en un cable filtrado por WikiLeaks, pagó Q500 mil (probablemente de fondos públicos) a cada diputado que se pasara a su bancada que lleva el patológico nombre de Lider para que nos refiramos a él así; y es mesiánico y ahora libertario popular. Berlusconi, Bucaram, Fujimori, Montesinos, Martinelli, son los nombres que más cerca siento.
Se robó un terreno municipal en el Lago Petén Itzá, logró con sus influencias que encarcelaran a los estudiantes universitarios que nos ayudaron como fuentes para el reportaje en el que lo denunciamos en Prensa Libre en 2008. Y cada vez que se publica algo que le molesta, o compra todas las prensas en Petén (por la encuesta) o intenta calumniar a los autores.
Y sus propuestas de gobierno son todas, absolutamente todas, equivocadas. Poner un flat tax y desmantelar la SAT, que desfinanciará al Estado y perpetuará la injusticia tributaria. Un Bono 15 cuando solo 20 por ciento tiene IGSS, que quebrará pequeñas empresas y no aumentará la justicia social. Aplicar la pena de muerte para disuadir la violencia, que provocará más violencia. Hacer una Guardia Nacional con policías reciclados. Hacer una consulta popular para evitar reelección, o cambiar la Constitución. Prometer más de todo sin ingresos, y sin esfuerzo. Convocar alianzas con ninguna otra afinidad que el poder. Hacer del todo vale y del fin justifica los medios una cultura.
Estamos nuevamente, y más grave que hace cuatro años, entre la peste y el cólera.
Este artículo fue publicado originalmente en elPeriódico de Guatemala. El autor dirige Plaza Pública.
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