Ángel Guerra Cabrera
La
II Cumbre de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe
(Celac) celebrada en La Habana, ha dado un paso histórico hacia la
consolidación de la organización. Ha demostrado que la Celac es el
mecanismo idóneo para lograr la unidad, integración e interlocución
política entre sus integrantes y con el resto del mundo. La presencia
abrumadora de los jefes de Estado y gobierno, el carácter cordial y
democrático de las deliberaciones entre gobiernos con ideologías y
proyectos diferentes, la trascendencia de los acuerdos, la asistencia
del secretario general de la ONU Ban Ki Moon y de altos representes de
las agencias de ese organismo, así como de otros organismos de la
región, lo reafirman.
Dedicada por la presidencia pro tempore
cubana a la lucha contra la desigualdad, la pobreza y el hambre, plasma
en el Plan de Acción medidas para hacerlo realidad. Y es que aunque la
región ha logrado disminuir la pobreza, esta continúa afectando a 164
millones, 28 por ciento de su población a la vez que 66 millones
padecen indigencia, el 11.3. Pero lo más estrujante son los 70.5
millones de niños y adolescentes en pobreza. De ellos 23.3 en pobreza
extrema. Como colofón, el 10 por ciento más rico recibe el 32 por
ciento del ingreso. Entretanto, el 40 por ciento más pobre recibe el 15
por ciento. Cifras que subrayan la condición de región más desigual en
un planeta signado por la desigualdad pero a la vez habla bien de ella
que por primera vez enfile un esfuerzo común para ponerle fin.
Cabe recordar que la dirección cotidiana de la Celac recae en un
cuarteto integrado por el último país en ejercer la presidencia, el que
la ejerce, el que lo sucederá y uno rotativamente en representación de
la Comunidad del Caribe. Así que que de aquí a la próxima cumbre en
2015 en San José, Cuba, Santa Lucía y Ecuador compartirán la dirección
de los trabajos con la presidencia costarricense aunque el cuarteto
consulta regularmente sus decisiones con las cancillerías de los
estados miembros, una práctica ejemplarmente democrática.
Pero
la decisión más trascendental firmada en La Habana por todos los
mandatarios asistentes ha sido la Proclama de América Latina y el
Caribe como Zona de Paz, complementaria de la zona libre de armas
nucleares promovida por México en su día a través del Tratado de
Tlatelolco. Consagra el principio de que los conflictos en Nuestra
América se ventilarán únicamente mediante el diálogo y la negociación,
quedando descartado el uso de la fuerza o la amenaza de su uso.
Reivindica como principios fundamentales el de no intervención en los
asuntos internos de otros estados, el derecho a la soberanía y
autodeterminación y el de darse cada pueblo el régimen económico,
político, social y cultural que decida, todos como fundamentos de la
preservación de la paz y la cooperación entre los países miembros y con
los demás países. Ello está complementado por el llamado a lograr el
desarme nuclear a escala internacional.
La proclama constituye
un enorme paso civilizatorio y un ejemplo a seguir por otras regiones
del planeta pues responde a una cultura de convivencia y una convicción
profunda de los gobiernos latino-caribeños mientras en otras áreas del
mundo los conflictos entre estados y las guerra civiles, casi siempre
fomentados por las potencias imperialistas, están costando ríos de
sangre y la pérdida del patrimonio acumulado por el trabajo y el
intelecto de muchas generaciones.
Es evidente, por otra parte,
que aunque no sea mencionado expresamente en la declaración, el
cumplimiento cabal de esta requiere que Estados Unidos y Gran Bretaña
procedan a retirar sus bases militares, a la eliminación de las armas
nucleares que almacenan o circulan en sus submarinos en América Latina
y el Caribe y al retiro de la IV Flota estadunidense de la región.
La exigencia por el reconocimiento de los derechos argentinos sobre las
islas Malvinas y la condena al bloqueo a Cuba fueron también acuerdos
importantes. Llegará el día en que Puerto Rico se siente en la Celac
junto a sus hermanas latinoamericanas.
Un saldo muy relevante
de la cumbre es la constatación del creciente reconocimiento y
consideración hacia Cuba de todos los países de América Latina y el
Caribe por su desempeño al frente de Celac y en la actualización
económica y política de su modelo. Es notable el cálido apoyo que
recibió la isla de Brasil y México. Si no admite estos hechos
palmarios, Estados Unidos quedará cada vez más aislado en nuestra
región.
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