América Latina y su papel en la reconfiguración del orden global
Las
acciones encubiertas que la diplomacia y los servicios secretos
estadounidenses han desarrollado en los últimos meses para boicotear la
II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC), han fracasado. Cuba es la sede de la importante cita
internacional en la que se tomarán medidas concretas para combatir el
hambre y la pobreza, profundizar la marcha hacia la independencia
financiera, hacer ajustes a la integración emancipadora y avanzar en la
dirección de convertir la región en zona de paz.
La sola lectura de cada uno de los temas que abordará la cumbre de la CELAC –un organismo de articulación latinoamericano que combina su condición de espacio de integración y plataforma de concertación política-, es como para dejar preocupada a la burguesía imperial que está al frente de los Estados Unidos, cuya hegemonía en la región, considerada desde principios del siglo XIX como su retaguardia estratégica, está no solo con tendencia a la baja sino que se enfrenta a una América Latina que desea participar activamente en la reconfiguración del orden global. Es más, esta región ocupó un rol fundamental en el aceleramiento de la crisis del mundo unipolar y anticipa, como se ha dicho, jugar un papel gravitante en la estructuración del mundo unipolar con primacía del Asia-Pacífico.
A eso, que no es poco, hay que sumar la extremada molestia de la ultraderecha estadounidense por el solo hecho que la cumbre latinoamericana tenga por sede a Cuba, la mayor de las Antillas que se le escapó de su control el 1 enero de 1959 con el triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro y a la cual no ha podido derrotar pese a la dureza del embargo comercial, económico y financiero que la inmensa mayoría de los países del mundo han condenado por veinte y dos veces consecutivas en las Naciones Unidas.
Es decir, dos grandes grupos de razones explican la ciega persistencia de los Estados Unidos para hacer fracasar la reunión de los 33 países de América Latina y el Caribe, cuyo punto más alto será alcanzado el 28 y 29 de enero con la presencia de los presidentes y jefes de Estado.
Un primer grupo de razones tiene estrecha relación con el presente y el futuro de Cuba, el primer estado socialista de América Latina que se ha mantenido fuerte a pesar de las distintas formas de guerra que ha padecido de parte de EEUU en 55 años de revolución. Los sectores más conservadores se asumen derrotados en la aplicación de una política exterior que, con diversos métodos, apostó por aislar a Cuba de todo el mundo y particularmente de la región. ”El intento que comenzó con el nacimiento de la revolución de aislar a Cuba ha fracasado totalmente y en este momento lo único que sufre un profundo aislamiento es la política norteamericana en relación con Cuba”, dijo el canciller cubano Bruno Rodríguez a la prensa internacional concentrada en La Habana.
Y el canciller cubano tiene razón. La presencia de todos los países latinoamericanos y caribeños en La Habana es asumido por la derecha internacional como un respaldo al gobierno y pueblo cubanos que desde hace cerca de tres años, con el liderazgo histórico de Fidel y la presidencia de Raúl Castro, se encuentran “sin prisa pero sin pausa” en pleno proceso de actualización del socialismo.
El segundo grupo de razones tiene que ver con América Latina y el Caribe. EEUU no puede quedar indiferente ante el fortalecimiento de la CELAC como espacio de resurgimiento del proyecto latinoamericanista levantado por Simón Bolívar, y mucho menos ante medidas que incrementen aún más su notoria pérdida de hegemonía e iniciativas que conduzcan a un progresivo desmonte de su presencia militar.
Vayamos por partes. La CELAC, fundada en diciembre de 2011 en Caracas tras una cumbre anterior que se celebró en Rivera Maya (México) en 2010, ha ido cobrando protagonismo poco a poco, y aunque uno de sus principales arquitectos –el Cmte. Hugo Chávez- ya no está físicamente, el impulso con el que nació a la vida la ha conducido, tras que Cuba asumiera la presidencia Pre Témpore después de Chile, en el principal interlocutor de América Latina y el Caribe. El organismo latinoamericano reúne a gobiernos de izquierda, progresistas y de derecha de la región, lo cual es un gran triunfo, sobre todo si se considera el papel cumplido por el Sistema Interamericano de dominación construido por EEUU desde la mitad del siglo XX con la OEA.
La artillería silenciosa desplegada contra la CELAC es cuestión prioritaria para la clase dominante imperial. Resulta para ella inaceptable que ese organismo se vaya convirtiendo, conforme pasa el tiempo, en una especie de plataforma mayor o gran paraguas en torno al que confluyen o están protegidos otros esfuerzos subregionales de integración y de concertación política como el ALBA –el motor de todo esto- y la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), así como la CAN, el MERCOSUR y el CARICOM.
Entonces, el malestar no puede ser menor. América Latina y el Caribe representan, para Estados Unidos, una zona estratégica que debe estar bajo su control. El anuncio del secretario de Estado, John Kerry, de que la región ya no era más el “patio trasero” para los EEUU no ha logrado disminuir la pérdida de hegemonía de ese país ni mucho menos desactivar la apuesta de la mayor parte de los países latinoamericanos por la relación Sur-Sur. Es más, la afirmación de que la “Doctrina Monroe” había llegado a su fin no ha logrado el efecto que se esperaba y más bien ha quedado al descubierto la participación imperial en el atentado contra Evo Morales el 2 de julio de 2013, cuando a su avión presidencial se le negó cruzar por espacio aéreo europeo, y la activa participación de los servicios secretos estadounidenses en los planes de desestabilización que se despliegan contra la revolución bolivariana y el presidente Nicolás Maduro.
El fracasado boicot de EEUU contra la cumbre latinoamericana también explica la enorme preocupación de la burguesía imperial por la creciente influencia en la región por parte de China y en menor medida Rusia, particularmente en temas de negocios e inversiones. Minar el campo para que no se articulen los BRICS con América Latina y sus distintos proyectos subregionales y la CELAC es una prioridad estratégica para Estados Unidos. Obviamente, como la política es la economía concentrada, detrás de la posición de EEUU está su marcado interés por “tener a mano” las reservas de petróleo y gas, agua dulce, biodiversidad y minerales que hay en la región. Uno de los instrumentos que EEUU impulsa para restablecer su control de la región y apoderarse de nuevo de los recursos naturales es la Alianza Pacífico, un proyecto de retorno del ALCA.
Otra de las razones para que el imperio haya apuntado contra la II Cumbre de la CELAC es que crece el consenso, como anunciara Cuba, para declarar a la región, como zona de paz. Eso implica cuestionar la presencia de más de un centenar de bases militares estadounidenses y la denominada IV flota, creada inicialmente durante la II Guerra Mundial y restablecida en julio de 2008 para recorrer toda América Latina.
La propuesta de “zona de paz” interpela también abiertamente la presencia británica en las Malvinas argentinas, la base militar estadounidense en Guantánamo (al extremo sureste de Cuba) y la virtual ocupación territorial de Puerto Rico, cuya causa independentista ha sido levantada en alto por el presidente Nicolás Maduro, quien ha sostenido que ese país debe ser parte de la CELAC. También está, implícitamente pero no por eso menos fuerte, el apoyo a los diálogos de paz que se llevan adelante en La Habana entre el gobierno colombiano y las FARC-EP.
América Latina, ese “espacio vital” para los EEUU, está recorriendo un camino de mayor autonomía y eso es algo que el imperio no puede tolerar.
La sola lectura de cada uno de los temas que abordará la cumbre de la CELAC –un organismo de articulación latinoamericano que combina su condición de espacio de integración y plataforma de concertación política-, es como para dejar preocupada a la burguesía imperial que está al frente de los Estados Unidos, cuya hegemonía en la región, considerada desde principios del siglo XIX como su retaguardia estratégica, está no solo con tendencia a la baja sino que se enfrenta a una América Latina que desea participar activamente en la reconfiguración del orden global. Es más, esta región ocupó un rol fundamental en el aceleramiento de la crisis del mundo unipolar y anticipa, como se ha dicho, jugar un papel gravitante en la estructuración del mundo unipolar con primacía del Asia-Pacífico.
A eso, que no es poco, hay que sumar la extremada molestia de la ultraderecha estadounidense por el solo hecho que la cumbre latinoamericana tenga por sede a Cuba, la mayor de las Antillas que se le escapó de su control el 1 enero de 1959 con el triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro y a la cual no ha podido derrotar pese a la dureza del embargo comercial, económico y financiero que la inmensa mayoría de los países del mundo han condenado por veinte y dos veces consecutivas en las Naciones Unidas.
Es decir, dos grandes grupos de razones explican la ciega persistencia de los Estados Unidos para hacer fracasar la reunión de los 33 países de América Latina y el Caribe, cuyo punto más alto será alcanzado el 28 y 29 de enero con la presencia de los presidentes y jefes de Estado.
Un primer grupo de razones tiene estrecha relación con el presente y el futuro de Cuba, el primer estado socialista de América Latina que se ha mantenido fuerte a pesar de las distintas formas de guerra que ha padecido de parte de EEUU en 55 años de revolución. Los sectores más conservadores se asumen derrotados en la aplicación de una política exterior que, con diversos métodos, apostó por aislar a Cuba de todo el mundo y particularmente de la región. ”El intento que comenzó con el nacimiento de la revolución de aislar a Cuba ha fracasado totalmente y en este momento lo único que sufre un profundo aislamiento es la política norteamericana en relación con Cuba”, dijo el canciller cubano Bruno Rodríguez a la prensa internacional concentrada en La Habana.
Y el canciller cubano tiene razón. La presencia de todos los países latinoamericanos y caribeños en La Habana es asumido por la derecha internacional como un respaldo al gobierno y pueblo cubanos que desde hace cerca de tres años, con el liderazgo histórico de Fidel y la presidencia de Raúl Castro, se encuentran “sin prisa pero sin pausa” en pleno proceso de actualización del socialismo.
El segundo grupo de razones tiene que ver con América Latina y el Caribe. EEUU no puede quedar indiferente ante el fortalecimiento de la CELAC como espacio de resurgimiento del proyecto latinoamericanista levantado por Simón Bolívar, y mucho menos ante medidas que incrementen aún más su notoria pérdida de hegemonía e iniciativas que conduzcan a un progresivo desmonte de su presencia militar.
Vayamos por partes. La CELAC, fundada en diciembre de 2011 en Caracas tras una cumbre anterior que se celebró en Rivera Maya (México) en 2010, ha ido cobrando protagonismo poco a poco, y aunque uno de sus principales arquitectos –el Cmte. Hugo Chávez- ya no está físicamente, el impulso con el que nació a la vida la ha conducido, tras que Cuba asumiera la presidencia Pre Témpore después de Chile, en el principal interlocutor de América Latina y el Caribe. El organismo latinoamericano reúne a gobiernos de izquierda, progresistas y de derecha de la región, lo cual es un gran triunfo, sobre todo si se considera el papel cumplido por el Sistema Interamericano de dominación construido por EEUU desde la mitad del siglo XX con la OEA.
La artillería silenciosa desplegada contra la CELAC es cuestión prioritaria para la clase dominante imperial. Resulta para ella inaceptable que ese organismo se vaya convirtiendo, conforme pasa el tiempo, en una especie de plataforma mayor o gran paraguas en torno al que confluyen o están protegidos otros esfuerzos subregionales de integración y de concertación política como el ALBA –el motor de todo esto- y la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), así como la CAN, el MERCOSUR y el CARICOM.
Entonces, el malestar no puede ser menor. América Latina y el Caribe representan, para Estados Unidos, una zona estratégica que debe estar bajo su control. El anuncio del secretario de Estado, John Kerry, de que la región ya no era más el “patio trasero” para los EEUU no ha logrado disminuir la pérdida de hegemonía de ese país ni mucho menos desactivar la apuesta de la mayor parte de los países latinoamericanos por la relación Sur-Sur. Es más, la afirmación de que la “Doctrina Monroe” había llegado a su fin no ha logrado el efecto que se esperaba y más bien ha quedado al descubierto la participación imperial en el atentado contra Evo Morales el 2 de julio de 2013, cuando a su avión presidencial se le negó cruzar por espacio aéreo europeo, y la activa participación de los servicios secretos estadounidenses en los planes de desestabilización que se despliegan contra la revolución bolivariana y el presidente Nicolás Maduro.
El fracasado boicot de EEUU contra la cumbre latinoamericana también explica la enorme preocupación de la burguesía imperial por la creciente influencia en la región por parte de China y en menor medida Rusia, particularmente en temas de negocios e inversiones. Minar el campo para que no se articulen los BRICS con América Latina y sus distintos proyectos subregionales y la CELAC es una prioridad estratégica para Estados Unidos. Obviamente, como la política es la economía concentrada, detrás de la posición de EEUU está su marcado interés por “tener a mano” las reservas de petróleo y gas, agua dulce, biodiversidad y minerales que hay en la región. Uno de los instrumentos que EEUU impulsa para restablecer su control de la región y apoderarse de nuevo de los recursos naturales es la Alianza Pacífico, un proyecto de retorno del ALCA.
Otra de las razones para que el imperio haya apuntado contra la II Cumbre de la CELAC es que crece el consenso, como anunciara Cuba, para declarar a la región, como zona de paz. Eso implica cuestionar la presencia de más de un centenar de bases militares estadounidenses y la denominada IV flota, creada inicialmente durante la II Guerra Mundial y restablecida en julio de 2008 para recorrer toda América Latina.
La propuesta de “zona de paz” interpela también abiertamente la presencia británica en las Malvinas argentinas, la base militar estadounidense en Guantánamo (al extremo sureste de Cuba) y la virtual ocupación territorial de Puerto Rico, cuya causa independentista ha sido levantada en alto por el presidente Nicolás Maduro, quien ha sostenido que ese país debe ser parte de la CELAC. También está, implícitamente pero no por eso menos fuerte, el apoyo a los diálogos de paz que se llevan adelante en La Habana entre el gobierno colombiano y las FARC-EP.
América Latina, ese “espacio vital” para los EEUU, está recorriendo un camino de mayor autonomía y eso es algo que el imperio no puede tolerar.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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