Rubén Aguilar Valenzuela (*)
MEXICO-La importancia que un gobierno da a las distintas políticas públicas está asociada al monto de los recursos que se destinan a ellas. Lo demás son discursos o simplemente buenas intenciones.
Los gobiernos en el nivel federal, estatal y municipal no dan toda la relevancia que exige la cultura. El gobierno del Distrito Federal no es la excepción. Su autoridad tiene un discurso mejor que otros gobernadores, pero no hay diferencia a la hora de asignar recursos. La ley del Distrito Federal establece que el 2% del presupuesto debería destinarse a la cultura, pero sólo se aplica el 0.3 % del mismo, de acuerdo a Elena Cepeda, Secretaria de Cultura de la Ciudad de México. Ella pide que se destine el 2% establecido, que en números actuales serían mil 600 millones de pesos, que se repartirían por mitades entre la Secretaría y las áreas de cultura de las delegaciones.
Cuando Cuauhtémoc Cárdenas fue jefe de Gobierno, al Instituto de Cultura se le asignaba un presupuesto anual de 2 mil millones de pesos, pero los siguientes gobiernos de la Ciudad -López Obrador y Ebrard- lo redujeron en un 75%, según Cepeda. La funcionaria afirma que “es muy importante para la ciudad que se destinen mayores recursos a este sector, tenemos que empezar a ver la cultura de otra manera”. Coincido con ella.
El gobierno de la ciudad y los asambleístas deben considerar mayores recursos a esa política pública que resulta fundamental y es tan importante como la educación o la infraestructura. Debería ser prioridad de todos los gobiernos. La cultura no es un bien suntuario sino una necesidad básica del ser humano. La cultura hace mejor a las personas y contribuye a elevar sus horizontes y miradas. La cultura contribuye a construir la identidad, alimenta el sentido de pertenecía y articula el tejido social.
Los recursos nuevos destinados a la cultura, deben invertirse en el marco de una política capaz de realmente fomentar la creación y generar nuevas audiencias. Los fondos nunca deben ir al sostenimiento de aparatos burocráticos cada vez más grandes.
(*) Columnista de ContraPunto
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