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jueves, 10 de noviembre de 2011

ALEPH: Del eterno retorno

Carolina Escobar Sarti
No es lo mismo intuirlo que confirmarlo. En Guatemala, el eterno retorno ha dejado de ser un mito para convertirse en aplastante realidad. Una campaña larga y millonaria en un país hambriento y clasista ha colocado en la Presidencia del país a un militar, y no a uno cualquiera, sino a uno señalado por genocidio. Apenas 25 años después de la instauración de gobiernos civiles manejados por los poderes fácticos-criollos del país, regresamos a un gobierno de corte militar. Hemos vuelto a esa “normalidad” que, según varios analistas,

podría marcar la restauración de un proyecto reaccionario y conservador, sustentado en la alianza del capital, la clase gobernante y el Ejército. Como si no tuviéramos suficientes pruebas en los cientos de osarios guatemaltecos, documentos desclasificados de la CIA dan cuenta de los miles de militares, entre ellos varios guatemaltecos como el presidente electo, formados en la Escuela de las Américas. Hasta en Wikipedia podemos leer que en este lugar “se adiestró y entrenó en métodos de tortura, asesinato y represión a miles de represores de toda Latinoamérica”. A ello sumemos el paso por la Escuela de Kaibiles, varios de cuyos integrantes conforman hoy grupos asociados al crimen organizado como los Zetas, que han sembrado violencia en México y Guatemala. 

No podemos olvidar que justamente el paso de estos militares por la historia reciente de Guatemala es lo que ha favorecido el clima actual de violencia e inseguridad. Eso, más la indolente justicia secuestrada por distintos grupos de poder. Simbólicamente, las implicaciones de esto son aún impredecibles en el imaginario colectivo; fácticamente es la aberración casi lógica de una sociedad enferma inscrita en un Estado terrorista.

No voté por ninguna de las dos opciones que esta campaña nos ofreció, por considerar que en todo este proceso la democracia fue mentira. Pero cuando hablo de reposicionamiento militar, lo hago a partir de dos hechos que se dieron a pocos días de haberse conocido los resultados de las elecciones. Uno es la carta publicada en elPeriódico el miércoles, en la cual 22 grupos militares como Avemilgua y ex PAC anuncian que se defenderán “de las personas que han hecho de los ataques a los militares su negocio”, y que saldrán a marchar el 13 de noviembre, justo en la fecha en que hace 51 años un grupo de militares se alzó en armas por estar en desacuerdo con la administración militar de entonces. Otro hecho que llamó mi atención fue el que apareció en la versión electrónica de este matutino el mismo miércoles: el presidente electo “dijo que la unidad militar élite Kaibil será utilizada para combatir al narcotráfico, en una lucha que enfrentará a partir de 2012 y de la que buscará que Estados Unidos asuma más compromisos”. En vez de legalizar la droga, por ejemplo, se favorecerá la industria armamentista y se sembrará más terror. ¿Quiénes se benefician con esto?

¿Cómo responder a jóvenes que preguntan cómo ser decente en este país, cuando este retorno al colonialismo nos recuerda que, para las finanzas y para las tiranías, la democracia y la paz son un estorbo?

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