Una discusión de lo que pasa en la economía nicaragüense termina por fuerza en una consideración de diversos temas globales. Hay que tomar en cuenta cosas como el papel del dólar como la moneda de reserva internacional, la volatilidad de los precios de las materias primas, el comportamiento propagandístico de los medios corporativos internacionales o el colapso del sistema financiero estadounidense y europeo. El golpe de Estado en Honduras y la instalación de bases militares en Colombia y en Panamá indican el desarrollo de una simetría inversa entre el militarismo del imperio y su declive económico domestico. La VII Cumbre del ALBA (1) refleja el profundo contraste entre la atrofia del imperio y el sano desarrollo de los países con gobiernos más progresistas de América Latina y el Caribe.
Mucho comentario ha puesto énfasis en la decisión bajo el Presidente Clinton en 1999 de abolir la legislación Glass-Steagall que separaba la banca comercial de los grandes negocios de inversión después de 1929. Casi nadie ha observado las implicaciones todavía más profundas de la expiración en 2000 de la legislación Humphrey-Hawkins, la cuál, en teoría por lo menos, obligaba al gobierno estadounidense y la Reserva Federal de trabajar para sostener el pleno empleo.(2) El economista Henry C.K.Liu ha notado que, entre otras cosas, dice específicamente que el gobierno federal, por medio principalmente de la empresa privada, lograría cuatro metas: el pleno empleo, el crecimiento, la estabilidad de precios y el equilibrio comercial y presupuestario.
Liu comenta lo siguiente, “Implícitamente, la empresa privada debe de ser regulada para alinear estructuralmente las ganancias corporativas con las cuatro metas de la política económica. No se puede permitir que el sector privado prospere por medio de actividades contraproductivas que niegan las cuatro metas de la política económica y que tratan los costos sociales como si fueran externalidades a la actividad empresarial.” Liu añade, “En la económica del bienestar, una externalidad es un costo socio-económico creado por un solo actor de que el pago se impone sobre los demás.” Podría ser el epitafio de la globalización.
La expiración de la legislación Humphrey-Hawkins fue, en efecto, el último adiós a un Estados Unidos gobernado en algún sentido a favor de la mayoría. Fue el Presidente Clinton y la ala Demócrata de la oligarquía estadounidense quienes finalmente y categóricamente entregaron la economía estadounidense a la plutocracia corporativa del país. Una traición parecida ha sido en proceso por muchos años en la Unión Europea. Es el motivo por que, ahora, el gobierno de Estados Unidos y sus aliados europeos, han actuado tan vigorosamente para impedir la bancarrota de sus grandes bancos privados mientras dejan al abandono del desempleo y la indigencia a decenas de millones de personas.
Hay que contraponer ese hecho con la visión de la política económica expuesta por un representante de uno de los países del ALBA, Alberto Guevara, Ministro de Hacienda y Crédito Público de Nicaragua. En una entrevista reciente, el Ministro Guevara dijo que el esfuerzo del gobierno del FSLN en Nicaragua, dirigido por el Presidente, Comandante Daniel Ortega, “Forma parte de esa visión de no actuar en la política económica como si estuviésemos manipulando números, sino que convertir la política económica en una política social con implicaciones económicas, de tal manera que nosotros cuando tomamos decisiones de política económica en cualquiera de los campos fundamentales de la dirección de la economía nacional, nosotros no nos basamos en estadísticas estrictamente.
“Nosotros nos basamos en miles de nicaragüenses que están detrás de esas estadísticas, esperando resultados, millones de nicaragüenses que están detrás de esas estadísticas, esperando que por fin el sueño de la revolución se cristalice, que se cristalice el sueño de cada mujer y hombre de este país, empeñado en salir adelante, empeñado en ir forjando un destino mejor para sus hijos, para su gente, para su barrio, para su comunidad, para su municipio, para todo el país....Entonces, nosotros estamos trabajando en un proyecto revolucionario que tiene al ser humano en el centro del sistema, en el centro del modelo.”
En América Latina, los países del ALBA construyen un sistema económico sin precedentes, con la persona humana al centro, basado en la solidaridad, la cooperación, la redistribución y la complementariedad. En contraste, el gobierno y legislatura de los Estados Unidos retienen sólo unos pocos elementos remanentes de una visión humanista y humanitaria de la economía política. Vale la pena examinar más este contraste, porque aclara el motivo fundamental de la agresión imperialista militar de los Estados Unidos y sus aliados que probablemente llevará la región a la guerra.
La crisis financiera
La propaganda del mercado libre se calla frente a los hechos que desmienten sus falacias. Por ejemplo, no hay nada libre de mercados que permiten el flujo sin trabas del capital pero restringen ferozmente el movimiento de trabajadores. Y no hay nada libre en que los bancos centrales - en el caso de los Estados Unidos la Reserva Federal – imponen las tasas de interés.
De hecho, entre 2002 y 2003, "La verdadera tasa de fondos, que es la tasa nominal con un ajuste por la inflación, fue negativa por tres años desde octubre 2002 hasta octubre 2005”.(3) “Fue negativa” es una verdad a medias, el jefe de la Reserva Federal y sus colegas la fijaron a esos niveles porque quisieron favorecer ciertos sectores de la economía – bienes y raíces, finanzas y seguros. Aquella intervención permitió una enorme burbuja crediticia de la que la otra cara fue un enorme riesgo de endeudamiento.
El sector financiero estadounidense y europeo asumió de manera informal, sin regulación, actividades que sustituyeron las funciones de control de la creación de dinero de los Bancos Centrales. Desarrollaron nuevas maneras de explotar la volatilidad y las diferencias marginales entre los mercados globales. Con una especie de estupidez calculada por las autoridades económicas y políticas de los países ricos, la inflación del valor de los bienes y el crecimiento desmedido de las diversas índoles de deuda fueron tratadas como si fueran iguales al crecimiento genuino.
Después de abandonar las reglas que con tanto orgullo los policías financieros globales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han venido imponiendo en los países empobrecidos, los gobiernos de los países ricos ahora imponen un ajuste estructural a sus propios pueblos. A la vez, millones de millones de dólares aparecen para apoyar sus sectores bancarios. Sólo en Estados Unidos se han hecho disponibles un total de US$ 13 millones de millones. En cambio, se cortan los montos relativamente pequeños asignados a reducir la pobreza en la economía doméstica o a la cooperación para el desarrollo en el extranjero.
El presupuesto militar aumenta año tras año. Lo de los Estados Unidos ronda en este año US$700 mil millones. Los aliados de Estados Unidos en la OTAN siguen financiando con decenas de miles de millones de dólares sus intervenciones en Afganistán y otros países. Aparentemente no hay otra manera de hacer las cosas en el mundo fantástico de los países del Bloque Occidental de Estados Unidos y sus países aliados. Los gobiernos de esos países son presos de la cultura e imaginación hipócrita y sádica de su pasado imperialista.
Un libre mercado dónde los bancos están rotos
Hay que olvidar el cuento de hadas del “libre mercado”. Ese modelo teórico nunca ha existido, no existe ahora y jamás existirá. Los bancos centrales y los gobiernos de los países ricos y sus gigantes empresas financieras trabajan juntos para guiar los mercados en la dirección que ellos quieren. Esto es el motivo de las fabulosas garantías extendidas a favor de entidades en Estados Unidos – y sus homólogos en Europa - como Goldman Sachs, J.P.Morgan, Citigroup, Bank of America, Wells Fargo, Morgan Stanley y el gigante de seguros, AIG.
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