Frente a una oposición dividida, el MAS busca su reelección en diciembre. Ese triunfo consolidaría una nueva hegemonía, para reparar injusticias sociales acumuladas en 500 años de historia.
Diego Ghersi | Agencia Periodística de Mercosur
En cuatro años de gestión, el mandatario se ha sometido a igual número de consultas y sondeos, comenzando por la que lo llevara al poder -en diciembre de 2005-, cuando por primera vez un candidato lograba imponerse con más del 50 por ciento de aceptación.
Casi tres años después, arriesgando su gestión en un Referéndum Revocatorio –la valentía del presidente se cobra en factura aparte- , Morales superaba el 67 por ciento de respaldo popular.
El mandatario boliviano arrasa cuando se somete a las urnas y eso sepulta los intentos opositores de asimilar su imagen a la de un dictadorzuelo autoritario.
La otra gran crítica con pretensiones deslegitimantes de una oposición desorientada y fragmentada -el fraude electoral- acaba de ser borrada del mapa por una talentosa iniciativa del presidente: la implementación del Padrón Nacional Electoral.
El nuevo instrumento se basa en un registro biométrico de los votantes, que incorpora datos referidos a la identidad de la persona y las combina con una foto digital; huellas dactilares y firma.
Desde su aprobación el 14 de abril de 2009, el órgano electoral boliviano ha registrado a casi 5 millones de personas -incluyendo a 170 mil residentes bolivianos en el extranjero- y ha posibilitado la incorporación de pobladores rurales antes olvidados, mediante una campaña que utilizó unidades móviles de empadronamiento.
En resumen, el Padrón Biométrico ha permitido engrosar las nóminas electorales con un millón y medio más de votantes respecto de la última elección –referéndum constitucional de enero de 2009- y ha destrozado cualquier intento de apelar al fraude como argumento descalificador.
Y si faltaba algo para dar lustre a la iniciativa presidencial, funcionarios gubernamentales de Argentina y de Chile manifestaron el interés por repetir el modelo de empadronamiento biométrico en sus respectivos países.
La destrucción de los principales argumentos opositores, sumado a su pobreza franciscana para formular propuestas que no los asocien con lo más repugnante del neoliberalismo, explican que los sondeos privados otorguen al actual mandatario una preferencia electoral superior al 50 por ciento con una ventaja que oscila entre los 25 y 30 puntos porcentuales sobre sus competidores.
Y como las leyes bolivianas estipulan que si un candidato supera el 40 por ciento -con más de un 10 por ciento de ventaja sobre el segundo- evita la segunda vuelta, la fórmula oficial Morales- Linera tendría el camino allanado hacia un segundo mandato.
Esa situación de desventaja previa casi invisibiliza a los candidatos opositores Manfred Reyes Villa, de Plan Progreso para Bolivia Convergencia Nacional (PPB-CN); Samuel Doria Medina, de Unidad Nacional (UN), y René Joaquino, de la Alianza Social (AS), quienes no han podido –o no han sabido- consolidar un partido único que les permita competir más dignamente.
La violencia preelectoral acompaña la impotencia. Así, el jueves 12 de noviembre, un grupo atacó el sitio dónde se preparaba un acto proselitista a favor de Evo Morales y dónde el principal orador sería el vicepresidente García Linera.
En el lugar, emplazado cerca de la pública Universidad Gabriel René Moreno, en el centro de Santa Cruz de la Sierra, quedaron heridos y destrozos que obligaron a la suspensión del evento.
La candidata a senadora nacional Gabriela Montaño (MAS) responsabilizó por los hechos a adherentes de su homólogo por Santa Cruz, Germán Antelo (PP) –respalda la candidatura presidencial de Manfred Reyes Villa-. Esos hechos retrotrajeron al clima político reinante en Santa Cruz en setiembre de 2008, cuando se produjo el intento de golpe de Estado cívico prefectural.
La innegable ventaja de Evo Morales provocó que la pugna electoral se centre en la elección legislativa, dónde están en juego las bancas de 130 diputados y 36 senadores.
Si una oposición significativa, el gobierno hizo una firme apuesta para tenerlo todo. Pretende obtener el mayor porcentaje posible en la votación nacional, controlar al Senado y la Asamblea "plurinacional", ganar en primera vuelta y herir de muerte a la "Media Luna" -departamentos del oriente rico convertido en el núcleo de la oposición al gobierno central- hoy en su peor momento político.
En ese marco de lucha, las actividades de Evo Morales y del opositor Manfred Reyes Villa difieren notablemente.
En efecto, mientras Morales trata de convencer a sectores de la clase media de la necesidad de industrializar los recursos naturales ya nacionalizados por su gobierno, Reyes Villa intenta desesperadamente de desligarse de los vínculos que forjara con la dictadura militar que gobernó Bolivia entre julio de 1980 y agosto del año siguiente.
En realidad, las próximas elecciones bolivianas marcan una transición histórica entre una forma de régimen político, que podría llamarse “democracia de derecho”, y otro definido constitucionalmente como "plurinacional", asentado en las Naciones Originarias, cuyo modelo podría asumir el nombre de “democracia consensual” que, constitucionalizada, reemplazará al espíritu neoliberal de la anterior Constitución.
La nueva institucionalidad estatal de carácter plurinacional es revolucionaria por cuanto otorga el ejercicio del poder a las clases históricamente más postergadas del país, organizadas hoy comunitariamente y sustentadas desde lo económico por un modelo que procura el reparto igualitario de la riqueza entre todos los bolivianos.
Se trata entonces no sólo de retener el gobierno sino de obtener la totalidad del poder que permita ejecutar a Morales un programa de gobierno para los próximos 50 años. Nótese que plantear a largo plazo modelos de país es una cualidad inherente de las grandes naciones de la Tierra: China y Estados Unidos -o Inglaterra-, que así intentan proceder desde siempre. La diferencia de esos proyectos respecto del que encabeza Morales consiste en que, éste último, no presupone la explotación de pueblo alguno.
La intención de comenzar un régimen político más justo, a partir de un nuevo reparto de poder, es lo que verdaderamente ocupa el tablero de las elecciones de diciembre próximo. Ese nuevo régimen no busca otra cosa que la construcción de una nueva hegemonía.
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