Nuestro Tiempo
La contradicción entre la política universal y el repliegue corporativo
En Argentina y en América Latina venimos de una oleada de politización
por parte de los pueblos, producto de la resistencia al neoliberalismo,
que posibilitó avances democráticos importantes, a la hora de avanzar
en derechos políticos y sociales. Esto permitió revitalizar la acción
política como herramienta principal para generar medidas que permitan
un crecimiento económico, en el marco de una crisis internacional.
Sin embargo, la crisis económica del capitalismo está avanzando, y no
estamos aislados del mundo. Eso hace que la conciencia se repliegue
hacia el sostenimiento del nivel alcanzado en las condiciones
económicas de vida del pueblo.
Por lo tanto, es importante
prestarle atención a este problema, en tanto se ponen en juego avances
políticos universales, a partir de problemáticas particulares,
generando una conciencia individualista y parcial sobre las
contradicciones políticas principales que están en juego.
Este problema debe ser afrontado teniendo siempre presente el piso del
que partimos, a la hora de plantear la disputa política.
En
consecuencia, decimos que estamos atravesando una etapa de repliegue
corporativo. Es decir, empiezan a primar en la conciencia popular las
reivindicaciones económicas y la lucha sectorial, por sobre la lucha
política.
Y consideramos que es un tema no menor, ya que
sienta las bases estructurales de desestabilización por parte del
imperialismo, hacia los gobiernos populares latinoamericanos. Así como
muestra los límites de dichos gobiernos, movimientos y partidos
populares, en pos de “politizar el avance en las condiciones materiales
de vida”.
De lo contrario, dicho repliegue corporativo es
capitalizado políticamente por las fuerzas conservadoras, las cuales se
dotan de base popular para la aplicación en nuestro continente de
políticas neoliberales, como las aplicadas hoy día de forma
generalizada en Europa.
América Latina frente a la crisis mundial
La crisis económica viene golpeando principalmente a los países
centrales, Estado Unidos y Europa, donde sus clases dominantes no
pueden encontrarle una salida política. Sin embargo, siguen sosteniendo
su capacidad de dirigir al conjunto de la sociedad, debido a que las
luchas se manifiestan a partir de una conflictividad social
fragmentada, que no tiene expresiones políticas claras, sino más bien
un rechazo generalizado. Es decir, no hay fuerzas políticas capaces de
conducir ese descontento a partir de un proyecto de cambio concreto,
que delimite un núcleo social dirigente, capaz de traccionar otros
sectores del pueblo. Así como de sostener medidas políticas que
reviertan el deterioro social generalizado que se está produciendo en
pos de salvaguardar al capital financiero.
En América Latina, a
contramano de los países centrales, venimos resistiendo a esa crisis,
con una década de gran crecimiento y desarrollo en la región en
términos económicos objetivos. Esto se debe gracias a la multipolaridad
y la presencia de los BRIC en el mercado mundial. Es decir, el
escenario mundial dio a las economías de nuestro continente un oxígeno
para que nos podamos poner de pie.
La principal razón para
eso fue la capacidad que tuvieron los pueblos de enfrentar al
neoliberalismo y generar las condiciones para una salida política
alternativa. Esa salida se dio de distintas formas y con distintos
grados de participación popular, lo que hizo que fuera capitalizada
políticamente por distintos tipos de gobiernos.
Lo que es
común a todos es haber puesto al Estado en primer lugar y recuperado la
política como herramienta de cambio, frente al avance de las grandes
corporaciones privadas.
Por tanto, América Latina viene de
una oleada de politización importante, donde se ampliaron los espacios
de poder, logrando nuevos espacios de participación política, reformas
constitucionales, adquisición de derechos sociales, altos niveles de
autonomía estatal respecto a las grandes corporaciones, identificación
pública del imperialismo como el enemigo histórico, mayor integración
latinoamericana, entre otras.
La táctica del imperialismo frente a la Unidad Latinoamericana, el fortalecimiento del Estado y la mayor participación popular
La táctica del imperialismo de cara al reflujo corporativo es clara: profundizarlo y capitalizarlo políticamente.
El objetivo principal es debilitar a los Estados latinoamericanos, para
lo cual se debe potenciar las problemáticas particulares y generar
luchas sectoriales que se conviertan en el polo central de las
contradicciones, y se pierda de vista la agenda política general, en un
contexto de crisis donde no debemos perder las conquistas alcanzadas
como pueblo.
Es decir, la táctica imperialista apuesta a
montarse sobre la conflictividad social, por cualquier motivo que sea,
legítimo o ilegítimo, justo o injusto, en diversos sectores sociales,
para generar ingobernabilidad e imponer condiciones, y forjar sobre esa
base alternativas políticas neo-conservadoras y liberales, que logran
la conducción de los estados.
Desabastecimiento, inflación,
dólar paralelo, inseguridad y reproducción sistemática del descontento
sectorial, que pretende ser generalizado al resto de la sociedad, son
sólo algunos de los métodos aplicados en pos de cumplir su cometido.
Mientras en Medio Oriente, ese descontento es organizado por el
imperialismo con el armado de guerrillas “rebeldes”, para después
intervenir militarmente de forma directa; en nuestro continente
potencian la conflictividad social, y dirigen el armado de fuerzas
políticas conservadoras y liberales, para después realizar golpes
institucionales (como Honduras o Paraguay), o bien ganar elecciones.
Fijémosnos sino en la últimas elecciones en Venezuela, el avance
significativo de la oposición imperialista, que está directamente
relacionado con esta táctica de ampliación de la base popular de la
derecha. La importancia que se le dio en los medios de comunicación de
todo el continente a la falta de papel higiénico en Venezuela, algo
aparentemente sin sentido, va en esta dirección.
Son
numerosos los ejemplos en nuestro continente, donde los conflictos
sectoriales son utilizados en dos sentidos centralmente, fomentar la
lucha entre sectores del pueblo y generalizarlo para que esta sea
asumida como crítica generalizada al gobierno de turno.
Argentina frente a esta situación
En el caso de Argentina, esa oleada política continental nos permitió
poner en la agenda cuestiones como los Derechos Humanos, la
recuperación del Estado para intervenir en la economía y garantizar
derechos sociales, la ley de medios, etc… En fin, todas cuestiones que
tienen que ver con una agenda de derechos políticos y un nivel de
conciencia que plantea intereses generales a la hora de profundizar la
democracia.
Sin embargo, esa politización no alcanza todavía
para generar condiciones materiales que permitan avanzar con más fuerza
sobre los intereses de las grandes corporaciones y los grupos
económicos locales, que están en contra de cualquier avance democrático
que permita mayor poder para el pueblo.
A modo de ejemplo,
tenemos la ley de medios, que todavía no se aplicó, lo cual muestra los
límites actuales del kirchnerismo, respecto del atraso para aplicar
medidas democráticas a partir de la movilización popular por esas
reivindicaciones.
Ahora, si bien la politización es innegable
y es una acumulación que debemos poner a jugar, esta nos está quedando
pequeña de cara a las tareas que se vienen. Es decir, es una
politización que nos permitió lograr todo lo que logramos como pueblo.
Pero se queda corta de cara a los desafíos que tenemos por delante para
profundizar la democracia y generar un piso de conquistas materiales
que le impidan el avance a la Restauración Conservadora que está
pergeñando la derecha argentina, para alinear nuestro país directamente
a los intereses del imperialismo yanqui.
De hecho, estamos
entrando en un período donde la conciencia del pueblo está atravesada
por preocupaciones ligadas a sus intereses individuales y económicos,
más que a la adquisición de derechos políticos universales o conquistas
democráticas.
Hay mucho más interés popular por aumentar el
nivel de consumo que por una reforma judicial (ni hablar de una reforma
constituyente). Esto es lo que llamamos en concreto, reflujo
corporativo.
Veamos sino los ejes de todas las campañas
electorales en general que apuntan a marcar el problema de la inflación
y de la seguridad (individual). Son todas campañas electorales marcadas
por líneas anti-políticas, vacías de contenido. Donde se inflan los
problemas, y nadie plantea alternativas reales de cómo solucionarlos.
Se da por descontado que las soluciones vienen por las recetas de la
derecha neoliberal.
Debemos tener en cuenta factores
objetivos tales como el nivel de consumo que se generó en amplios
sectores de la población. Esta última década neodesarrollista, ha sido
importante, si se lo compara con el 2001. Se ha entrado en una cultura
del consumo que requiere sostener un nivel económico muy elevado,
frente a una coyuntura donde la crisis económica existe y los países
centrales que son los que más la están sufriendo, quieren a toda costa
hacernosla pagar a los países periféricos.
Es decir, el
consumo aumentó exponencialmente: autos nuevos y usados, celulares,
televisión digital, etc… Esto debemos reconocerlo y valorarlo, pero a
su vez trae como contrapartida, sino se trabaja políticamente, que lo
principal para los trabajadores pase a ser el sostenimiento y
ampliación del consumo, dejando relegados problemas de índole
estrictamente político, que en el corto plazo no traen consecuencias
económicas importantes.
Algunas conclusiones sobre los desafíos del momento actual
Estamos en un momento de crisis, donde el imperialismo no tiene clara
una salida estratégica, pero sí viene desarrollando una serie de
tácticas que muestran el rumbo. Es decir, generar una Restauración
Conservadora que se posicione como dirección política de los Estados
latinoamericanos y que sin renegar del modelo económico
neodesarrollista, genere las condiciones para que el peso real de la
crisis económica recaiga sobre los pueblos.
Por lo tanto va a
apostar al reflujo corporativo para avanzar sobre la politización del
pueblo y hacer retroceder posiciones a los sectores democráticos,
progresistas, anti-imperialistas y revolucionarios del continente.
Sin embargo, eso no va a ser gratis. Pensemos si es viable la
aplicación de un programa económico antagónico al actual en nuestro
país, o si se pueden quitar de un día para el otro los derechos
sociales logrados en estos años.
En esto el campo popular en su conjunto, hoy dividido y fragmentado tiene un piso importante: para atrás no volvemos.
Por lo tanto, debemos ver el momento actual como de acumulación de
fuerzas, donde la Restauración Conservadora está avanzando, y se va a
parar políticamente y va a potenciar el reflujo corporativo.
Hay que tener claro que no se puede negar ni despreciar los problemas
sociales y económicos, que producen el repliegue de la conciencia
popular. Es un hecho de la realidad, hay que trabajar sobre esas
cuestiones. Pero planteando a la política como la posibilidad de
solucionarlos, señalando la importancia de fortalecer al Estado y la
organización popular; y la delimitación de los enemigos principales del
pueblo, la derecha neoliberal.
Para esto hay que poner a la disputa política en el centro de la escena.
No se puede renegar de la confrontación, hay que marcar las medidas
principales y los obstáculos para realizarlas, los intereses que están
en juego.
Todo esto con nombre y apellido, si hay inflación
se debe decir con claridad quienes la producen, si hay
desabastecimiento qué empresas son las que están especulando, si no hay
dólares quienes los tienen, entre otras.
Es imprescindible
que el pueblo sepa con claridad hoy más que nunca quienes son los
grandes especuladores que pretenden generar las condiciones para que la
Restauración Conservadora pase de ser un plan a un hecho de la realidad, y actuar en consecuencia con el Estado y las fuerzas populares a la cabeza de esta batalla decisiva para los años venideros.
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