Acumulación de luchas populares y dimensión imaginaria del poder
A
lo largo del año 2013 se han presentado varios ciclos de movilización
popular en los cuales se han planteado los problemas más agudos de
diversos sectores de las mayorías sociales.
En el primer semestre, miles de campesinos arruinados por el neoliberalismo y los Tratados de Libre Comercio firmados por el gobierno del señor Santos en condiciones desventajosas con Estados imperialistas, realizaron bloqueos de vías y duras batallas contra los aparatos policiales, para demandar soluciones a sus graves problemas. Cafeteros, arroceros, cañeros, cacaoteros, paneleros, paperos, maiceros y lecheros se tomaron los espacios públicos para dejar sentir su potencia social contra el régimen de explotación y exclusión que impera en la sociedad.
En el segundo semestre campesinos sumidos en la pobreza y miseria, de la región del Catatumbo, desplegaron una formidable batalla de 55 días de huelgas, manifestaciones y bloqueos de carreteras para demandar la atención y solución de sus peticiones referidas a la reforma agraria, la constitución de la Zona de Reserva Campesina, la suspensión de la Zona estratégica del Ejército, el respeto por los derechos humanos, las inversiones en educación, salud, empleo, vialidad y protección de los recursos naturales, y la suspensión de los megaproyectos mineros que incorporan la construcción de las "vías del carbón" para que las multinacionales adelanten el saqueo de millones de toneladas de dicha materia prima muy apetecida en los mercados globales, con demoledoras consecuencias ambientales y sociales.
Desde el 19 de agosto, se presentó la disrupción de una multitudinaria acción campesina desde los espacios de colonización donde habitan casi 14 millones de seres humanos situados al margen del mundo moderno y sometidos al imperio y sujetación de poderosos gamonales y latifundistas soberbios, que disponen de estructuras armadas (paramilitares) privadas muy poderosas, encargadas del despojo de las tierras incorporadas a la frontera agrícola y de los baldíos del Estado que por Ley le corresponden a los colonos.
Esta multitudinaria y radical movilización colocó contra la pared al gobierno de Juan Manuel Santos y llevó al borde del derrumbe buena parte de la red de dominación neoliberal oligárquica que desesperadamente se apuntaló en la violencia y la represión feroz de los campesinos por parte de fuerzas especializadas en la muerte, la sangre y la destrucción de la vida humana de los humildes. Me refiero al ESMAD de la policía, que hoy muchos pedimos sea disuelto y castigado con los recursos establecidos en la legislación criminal.
Esa acción colectiva rural se amplió con movimientos de los mineros afectados por la Locomotora Minera del extractivismo impuesto por las megacorporaciones que saquean los recursos naturales colombianos; y con acciones de los camioneros que taponaron las principales carreteras para que se resolvieran sus peticiones y su diera cumplimiento a los acuerdos anteriores que el gobierno mando a la caneca de la basura, desde hacia varios meses atrás.
Y desde hace más de una semana estudiantes e indígenas protagonizan eventos de levantamiento popular como herramienta de resistencia y lucha contra la mentira santista.
Los estudiantes universitarios salieron desnudos a las calles y plazas públicas para visibilizar sus complejos problemas y la decidía oficial frente a la crisis profunda de los centros de educación superior, sometidos a la privatización y a las reglas neoliberales que convirtieron este derecho en una vulgar mercancía, a la que solo acceden los segmentos privilegiados de las minorías plutocráticas.
Los indígenas del Cauca, Nariño, Tolima, Caldas, Risaralda, Córdoba, salieron de sus lugares de vivienda y se lanzaron a las carreteras para adelantar bloqueos, manifestaciones y huelgas con el claro propósito de presionar, con su potencia social, el cumplimiento de acuerdos anteriores que la burocracia y los gamonales de la politica oficial se niegan a materializar con planes e inversiones puntuales de las entidades gubernamentales responsables por ley de tales menesteres.
No obstante que algunos observadores de la lucha indígena pronosticaron una débil presencia y una inclinación a la conciliación, la realidad se ha encargado de desmentir ese tipo de especulación, pues los Paeces, los Zenú, los Awá, los Emberá Katios y otras agrupaciones nativas han desplegado acciones radicales contra el Estado para demandar el reconocimiento de sus territorios y rechazar los Tratados de Libre Comercio. También en este caso hay que reiterar la denuncia de la violencia policial que ha llevado tragedia y luto a las poblaciones indígenas.
Adicionalmente ocurren expresiones de inconformidad con la crisis de la salud, contra la corrupción, contra el paramilitarismo, contra las jugadas jurídicas que quieren eliminar de la Ley las Zonas de Reserva ante lo cual estamos realizando, todos los viernes a las 4 de la tarde, plantones frente a la Corte Suprema de Justicia; también se da la movilización de las víctimas de la Unión Patriotica, partido al que los militares y la policía le han asesinado más de 5000 de sus integrantes.
Parte de todo este acumulado de luchas es la Mesa de Diálogos que funciona en La Habana entre los delegados de la resistencia campesina revolucionara representada por las Farc y los funcionarios del señor Santos. Espacio que es la materialización de una prolongada resistencia popular contra la violencia de las élites dominantes, aliadas al imperialismo norteamericano con larga incidencia en los asuntos internos de Colombia por el control neocolonial que ejerce sobre diversos ámbitos centrales de la sociedad, la nación y el Estado.
Las conversaciones de paz han completado un año de vigencia y entre sus resultados está una cierta coincidencia en el tema agrario, avanzando en el debate sobre el punto de la participación política y las garantías. Sin embargo, hay maniobras para afectar su funcionamiento mediante chantajes y campañas de las grandes corporaciones mediáticas que falsean de manera recurrente la filosofía y objetivos de las conversaciones.
Ante esa creciente y potente movilización social, a la que concurren diversos movimientos sociales, convertidos en actores políticos colectivos y ante el comportamiento tramposo del gobierno que no da curso a los compromisos pactados, mismo que se mueve en una crisis muy fuerte de legitimidad/gobernabilidad, ha surgido la idea de avanzar en un proceso de coordinación y articulación de todos los movimientos sociales que se trace el objetivo de organizar y adelantar un Gran Paro Cívico Nacional, como forma superior de lucha que propicie un viraje fundamental en Colombia hacia la democracia y la paz con justicia social.
La acumulación de fuerzas y los avances del campo popular y democrático en sus luchas emancipatorias, permiten imaginar y proyectar con certeza y confianza un evento de tal envergadura. Si es posible, en el corto plazo, un Gran Paro Cívico Nacional que avance en una transformación radical de la estructura vetusta y oligárquica de la sociedad, sometida al dominio de unas cuantas familias privilegiadas, ajenas al interés colectivo de casi 50 millones de personas. Un Gran Paro Cívico Nacional sería un momento de insubordinación popular contra el poder oligarquico y el sistema neoliberal. Sería un gran salto en la sociedad para concretar la democracia, la igualdad y la libertad.
Un Gran Paro Cívico Nacional ya es parte del imaginario de la sociedad que es preciso materializar. En la institución imaginaria de la sociedad es un hecho.
Ese posible que planteamos parte del supuesto de que el ser humano no solamente es racional, político, linguistico, simbólico, como se lo ha definido en distintas circunstancias, sino que es también y sobre todo un ser imaginario, que está constituido por esta facultad, la facultad imaginaria. Hablamos de un ser que se constituye en la dimensión imaginaria, gracias a esta dimensión se constituye subjetivamente, constituye su subjetividad. Es esta facultad humana la que sostiene la facultad racional, la acción política, las estructuras lingüísticas, los sistemas simbólicos, también las instituciones, la sociedad y el Estado. Las experiencias humanas son profundamente imaginarias; están no solamente atravesadas por lo imaginario sino también que son interpretados en el sentido de la precomprensión por la facultad imaginaria. La vivencia humana no sólo es somatizada sino también semantizada por ese articulador que es la imaginación. Particularmente interesa esta facultad por las connotaciones en las relaciones de poder.
Podemos hablar de la institución imaginaria del poder. Por eso es importante comprender los imaginarios sociales y colectivos inherentes a los procesos de rebeldía y subversión social.
El Gran Paro Cívico Nacional está en el imaginario de millones de colombianos y hay que avanzar en su materialización como una potencia social que confronte las estructuras del aberrante poder oligarquico.
En el primer semestre, miles de campesinos arruinados por el neoliberalismo y los Tratados de Libre Comercio firmados por el gobierno del señor Santos en condiciones desventajosas con Estados imperialistas, realizaron bloqueos de vías y duras batallas contra los aparatos policiales, para demandar soluciones a sus graves problemas. Cafeteros, arroceros, cañeros, cacaoteros, paneleros, paperos, maiceros y lecheros se tomaron los espacios públicos para dejar sentir su potencia social contra el régimen de explotación y exclusión que impera en la sociedad.
En el segundo semestre campesinos sumidos en la pobreza y miseria, de la región del Catatumbo, desplegaron una formidable batalla de 55 días de huelgas, manifestaciones y bloqueos de carreteras para demandar la atención y solución de sus peticiones referidas a la reforma agraria, la constitución de la Zona de Reserva Campesina, la suspensión de la Zona estratégica del Ejército, el respeto por los derechos humanos, las inversiones en educación, salud, empleo, vialidad y protección de los recursos naturales, y la suspensión de los megaproyectos mineros que incorporan la construcción de las "vías del carbón" para que las multinacionales adelanten el saqueo de millones de toneladas de dicha materia prima muy apetecida en los mercados globales, con demoledoras consecuencias ambientales y sociales.
Desde el 19 de agosto, se presentó la disrupción de una multitudinaria acción campesina desde los espacios de colonización donde habitan casi 14 millones de seres humanos situados al margen del mundo moderno y sometidos al imperio y sujetación de poderosos gamonales y latifundistas soberbios, que disponen de estructuras armadas (paramilitares) privadas muy poderosas, encargadas del despojo de las tierras incorporadas a la frontera agrícola y de los baldíos del Estado que por Ley le corresponden a los colonos.
Esta multitudinaria y radical movilización colocó contra la pared al gobierno de Juan Manuel Santos y llevó al borde del derrumbe buena parte de la red de dominación neoliberal oligárquica que desesperadamente se apuntaló en la violencia y la represión feroz de los campesinos por parte de fuerzas especializadas en la muerte, la sangre y la destrucción de la vida humana de los humildes. Me refiero al ESMAD de la policía, que hoy muchos pedimos sea disuelto y castigado con los recursos establecidos en la legislación criminal.
Esa acción colectiva rural se amplió con movimientos de los mineros afectados por la Locomotora Minera del extractivismo impuesto por las megacorporaciones que saquean los recursos naturales colombianos; y con acciones de los camioneros que taponaron las principales carreteras para que se resolvieran sus peticiones y su diera cumplimiento a los acuerdos anteriores que el gobierno mando a la caneca de la basura, desde hacia varios meses atrás.
Y desde hace más de una semana estudiantes e indígenas protagonizan eventos de levantamiento popular como herramienta de resistencia y lucha contra la mentira santista.
Los estudiantes universitarios salieron desnudos a las calles y plazas públicas para visibilizar sus complejos problemas y la decidía oficial frente a la crisis profunda de los centros de educación superior, sometidos a la privatización y a las reglas neoliberales que convirtieron este derecho en una vulgar mercancía, a la que solo acceden los segmentos privilegiados de las minorías plutocráticas.
Los indígenas del Cauca, Nariño, Tolima, Caldas, Risaralda, Córdoba, salieron de sus lugares de vivienda y se lanzaron a las carreteras para adelantar bloqueos, manifestaciones y huelgas con el claro propósito de presionar, con su potencia social, el cumplimiento de acuerdos anteriores que la burocracia y los gamonales de la politica oficial se niegan a materializar con planes e inversiones puntuales de las entidades gubernamentales responsables por ley de tales menesteres.
No obstante que algunos observadores de la lucha indígena pronosticaron una débil presencia y una inclinación a la conciliación, la realidad se ha encargado de desmentir ese tipo de especulación, pues los Paeces, los Zenú, los Awá, los Emberá Katios y otras agrupaciones nativas han desplegado acciones radicales contra el Estado para demandar el reconocimiento de sus territorios y rechazar los Tratados de Libre Comercio. También en este caso hay que reiterar la denuncia de la violencia policial que ha llevado tragedia y luto a las poblaciones indígenas.
Adicionalmente ocurren expresiones de inconformidad con la crisis de la salud, contra la corrupción, contra el paramilitarismo, contra las jugadas jurídicas que quieren eliminar de la Ley las Zonas de Reserva ante lo cual estamos realizando, todos los viernes a las 4 de la tarde, plantones frente a la Corte Suprema de Justicia; también se da la movilización de las víctimas de la Unión Patriotica, partido al que los militares y la policía le han asesinado más de 5000 de sus integrantes.
Parte de todo este acumulado de luchas es la Mesa de Diálogos que funciona en La Habana entre los delegados de la resistencia campesina revolucionara representada por las Farc y los funcionarios del señor Santos. Espacio que es la materialización de una prolongada resistencia popular contra la violencia de las élites dominantes, aliadas al imperialismo norteamericano con larga incidencia en los asuntos internos de Colombia por el control neocolonial que ejerce sobre diversos ámbitos centrales de la sociedad, la nación y el Estado.
Las conversaciones de paz han completado un año de vigencia y entre sus resultados está una cierta coincidencia en el tema agrario, avanzando en el debate sobre el punto de la participación política y las garantías. Sin embargo, hay maniobras para afectar su funcionamiento mediante chantajes y campañas de las grandes corporaciones mediáticas que falsean de manera recurrente la filosofía y objetivos de las conversaciones.
Ante esa creciente y potente movilización social, a la que concurren diversos movimientos sociales, convertidos en actores políticos colectivos y ante el comportamiento tramposo del gobierno que no da curso a los compromisos pactados, mismo que se mueve en una crisis muy fuerte de legitimidad/gobernabilidad, ha surgido la idea de avanzar en un proceso de coordinación y articulación de todos los movimientos sociales que se trace el objetivo de organizar y adelantar un Gran Paro Cívico Nacional, como forma superior de lucha que propicie un viraje fundamental en Colombia hacia la democracia y la paz con justicia social.
La acumulación de fuerzas y los avances del campo popular y democrático en sus luchas emancipatorias, permiten imaginar y proyectar con certeza y confianza un evento de tal envergadura. Si es posible, en el corto plazo, un Gran Paro Cívico Nacional que avance en una transformación radical de la estructura vetusta y oligárquica de la sociedad, sometida al dominio de unas cuantas familias privilegiadas, ajenas al interés colectivo de casi 50 millones de personas. Un Gran Paro Cívico Nacional sería un momento de insubordinación popular contra el poder oligarquico y el sistema neoliberal. Sería un gran salto en la sociedad para concretar la democracia, la igualdad y la libertad.
Un Gran Paro Cívico Nacional ya es parte del imaginario de la sociedad que es preciso materializar. En la institución imaginaria de la sociedad es un hecho.
Ese posible que planteamos parte del supuesto de que el ser humano no solamente es racional, político, linguistico, simbólico, como se lo ha definido en distintas circunstancias, sino que es también y sobre todo un ser imaginario, que está constituido por esta facultad, la facultad imaginaria. Hablamos de un ser que se constituye en la dimensión imaginaria, gracias a esta dimensión se constituye subjetivamente, constituye su subjetividad. Es esta facultad humana la que sostiene la facultad racional, la acción política, las estructuras lingüísticas, los sistemas simbólicos, también las instituciones, la sociedad y el Estado. Las experiencias humanas son profundamente imaginarias; están no solamente atravesadas por lo imaginario sino también que son interpretados en el sentido de la precomprensión por la facultad imaginaria. La vivencia humana no sólo es somatizada sino también semantizada por ese articulador que es la imaginación. Particularmente interesa esta facultad por las connotaciones en las relaciones de poder.
Podemos hablar de la institución imaginaria del poder. Por eso es importante comprender los imaginarios sociales y colectivos inherentes a los procesos de rebeldía y subversión social.
El Gran Paro Cívico Nacional está en el imaginario de millones de colombianos y hay que avanzar en su materialización como una potencia social que confronte las estructuras del aberrante poder oligarquico.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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