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el demócrata, que representa a la pequeña burguesía, esto es, a una
clase en transición, donde se juntan y se embisten los intereses de dos
clases, piensa estar por encima de la lucha de clases en general.”
Carlos Marx. El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte
Cómo flor en primavera, el socialdemócrata florece en las fases de auge
del capital. Se asume dueño de ideas avanzadas y progresistas, aunque
no sospecha que de todas las formas políticas, es la única que
construye su épica creyendo inocentemente en la fábula burguesa de la
ilustración y la democracia republicana y liberal. Habla de la
importancia de los consensos, de políticas de Estado que trasciendan
los gobiernos y, en su formato periférico, sueña con la construcción de
un capitalismo nórdico. La historia política uruguaya de los últimos
diez años lo tiene como actor central bajo el seudónimo de progresista.
Con frecuencia,
el análisis del proceso político se centra en las formas y
manifestaciones (candidatos, agrupaciones partidarias, equipos de
asesores, etc), olvidando que la política es la expresión del
movimiento de la lucha de clases. Hacía ese nivel debemos llevar el
foco: pensar la representación política en el marco de la lucha de
clases y el proceso de acumulación de capital. Lo importante no es
tanto como se van desarrollando y resolviendo las diferentes peleas
inter-partidarias por el control del gobierno, sino como se va
desarrollando la lucha de clases, específicamente, cómo se reproduce y
qué forma asume el bloque de poder. ¿El Frente Amplio (FA) en el
gobierno, qué nos dice sobre el desarrollo de la lucha de clases en
Uruguay?
La conquista del gobierno por parte del FA es al
mismo tiempo una necesidad del capital como una imposición al mismo,
que resulta de un doble proceso: a) la pérdida de legitimidad política
de los gestores estatales que tradicionalmente se encargaron de la
representación política de la burguesía en Uruguay (Partido Nacional y
principalmente Partido Colorado) lo que dificultó seriamente la
capacidad de la clase dominante para mantener el orden social por medio
de esas formas políticas; b) el paulatino ascenso de una nueva forma
política que abarcaba sectores obreros y trabajadores, sectores pequeño
burgueses y facciones descontentas de la burguesía. El sentido
estratégico síntesis de este bloque se condensaba en un frente
anti-neoliberal y en términos ideológicos asumía fundamentalmente la
forma progresista o socialdemócrata, sin desmedro de que sus sectores
relativamente más avanzados alcanzaran a diagramar una perspectiva
neo-desarrollista. El punto de inflexión que reunió los dos procesos
fue la crisis neoliberal del 2002 y la posterior elección nacional de
2004. El triunfo del FA y su ascenso al gobierno nacional fue la
manifestación visible de ese movimiento.
El carácter
contradictorio de la llegada del FA al gobierno se mant uvo durante la
gestión y su presencia en el mismo. Si por un lado la gestión del FA le
imponía ciertos límites a la burguesía (consejos de salarios, mayor
cumplimiento relativo de las leyes laborales, tibía reforma tributaria,
uso de excedentes para la aplicación de políticas sociales, etc.) y
colocaba en el gobierno a un nuevo elenco burocrático que no venía del
riñón de la burguesía y por tanto no respondía a ésta de forma
incondicional; al mismo tiempo redundaba en una mayor estabilidad
política vía contención de los ánimos políticos más combativos de los
sectores populares y ampliaba la base social del bloque interesado en
la estabilización del proceso de acumulación capitalista. En la fase de
crecimiento y “renacimiento” de vastos sectores de la economía
uruguaya, se revitalizan las bases materiales para los consensos, tanto
inter-burgueses, como entre sectores burgueses y pequeño burgueses,
incluso con los sectores populares. Dicho en otras palabras, en la fase
expansiva de la economía uruguaya de los últimos 10 años, la burguesía
pudo permitirse convidar a los sectores pequeño burgueses y
trabajadores de alta calificación, a ser usuarios de segunda del gran
festín del crecimiento y con esto la base social del orden se
ensanchaba, abriendo las condiciones para la relegitimación del
capitalismo de mercado y la democracia liberal como ejes centrales del
horizonte histórico posible.
Siguiendo esta lógica, las
políticas sociales de combate a la miseria y la pobreza, por citar un
fenómeno relevante de la gestión progresista, son al mismo tiempo una
conquista y una necesidad para recuperar la humanidad de los sectores
más pobres, como un requisito del propio proceso de acumulación
capitalista que precisa “reconstruir” los enormes contingentes de
superpoblación relativa que había generado el neoliberalismo para que
puedan ser incorporados como fuerza de trabajo en el nuevo ciclo de
acumulación de capital, en otras palabras, restaurar el ejército
industrial de reserva.
Visto desde la perspectiva de la manutención del orden, la gestión del FA se percibe como lo que Gramsci llamó Revolución Pasiva,
esto es, una “revolución” desde arriba tendiente a restaurar la
dominación neutralizando otras salidas posibles de mayor radicalidad.
El FA resultó en la salida de la burguesía para su crisis de hegemonía.
El crecimiento económico sobre el cual descansó su gestión
gubernamental permitió el desarrollo de una democracia de cooptación, reconstruyendo el bloque hegemónico, ahora amplificado tras la incorporación de nuevos agentes.
La pequeña burguesía, como gestora principal del gobierno progresista
del FA, lo que hace es comandar el tránsito político por la frontera de
lo tolerable para la burguesía. Pero como toda frontera es inestable y
está amenazada por los propios sectores burgueses. De ahí que los
pequeños burgueses permanentemente extorsionen a los sectores
trabajadoras con la necesidad de su defensa política ante la burguesía.
Esto no es mera retórica, la amenaza es verdadera. Cuando las
contradicciones se aceleran (por cambios en la coyuntura internacional,
baja de los ritmos de acumulación, etc), la pequeña burguesía tiene dos
opciones: o se asume definitivamente como gestora del proyecto del gran
capital, lo que la obliga a distanciarse cada vez más de los sectores
populares, enemistándose con éstos y perdiéndolos como base electoral y
fuerza de choque (guardaspaldas políticos en el campo de la lucha de
masas), o asume el enfrentamiento con los sectores burgueses, que en
definitiva son su verdadera “base” social y que ante la desobediencia
no dudarán en expulsarlos de la política gubernamental. Ante estos
escenarios críticos, que pueden coincidir con la reversión de un ciclo
económico o el inicio de un proceso de achicamiento relativo de la
plusvalía global generada, la pequeña burguesía no es capaz de
sostenerse como tal, esto es, encarnando un proyecto orientado en torno
al ideario socialdemócrata. Esto obedece, en última instancia, a que la
pequeña burguesía nunca tuvo ni tendrá el poder, sino apenas la
gestión, donde en una coyuntura particular de relativa bonanza, hace
malabares para conciliar los intereses contrapuestos de las dos grandes
clases. El destino inexorable de la expresión política pequeño burguesa
es quedar entranpada en el fuego cruzado de la lucha de clases.
El Fa en el gobierno se consolida y se presenta como una forma política
más del orden burgués. Paradojalmente, lo que aparecía como el punto
alto de su historia con la conquista del gobierno nacional, es también
la irrupción de su propia crisis como pretendida alternativa histórica
al servicio de las grandes mayorías del Uruguay. Luego de su triunfo
electoral, el FA se posiciona claramente a contramano del rubo
histórico de los cambios estructurales, y, en la medida que se
consolida como expresión de la gestión pequeño burguesa de una fase
específica del Estado burgués, deberá ser superado como forma política
en el camino de los sectores populares hacía la revolución.
Rodrigo
Alonso es estudiante de la carrera de Economía, Integración y
Desarrollo en la Universidade Federal da Integração Latino-americana.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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