Mientras que la candidata presidencial del ala radical derecha, la udista Evelyn Matthei, anda preocupada en su correría electoral por el país porque a los policías les dicen durante las manifestaciones “Paco culiao”, nada dice sobre la aprobación en el Congreso Nacional de un Convenio (el UPOV 91) que entrega a los privados los “derechos de obtentores vegetales”. Es decir, el Congreso aprobó que los campesinos chilenos no pueden volver a usar sus semillas, porque tienen que sembrar las “certificadas”, las manipuladas genéticamente, y aunque no se menciona, se sabe mundialmente que la productora de esas semillas es la firma estadounidense Monsanto (logo), empeñada en controlar la producción mundial de alimentos. Y los precios.
La manera de operar con esta nueva legislación sería que las grandes firmas nacionales, que se surten de proveedores, por ejemplo la azucarera Iansa, que se surte de los pequeños y medianos remolacheros, o les “arriendan” sus cultivos, pedirán que estos proveedores demuestren el uso de “semillas certificadas”, con el argumento de que son “más seguras”. O simplemente, Iansa misma se encarga de “certificar” las siembras.
La Marcha Mundial contra Monsanto, realizada el 25 de mayo pasado, tuvo efecto en Europa, porque allá se rechazó “la importación masiva de semillas transgénicas”, debido a que en Europa, al parecer, son menos ignorantes y menos peleles que en Chile, donde Monsanto reinará, como la gran proveedora de biotecnología para el mundo entero.
Lo triste es que en Chile, personas que se dicen “socialistas”, como los señores Camilo Escalona y Juan Pablo Letelier, no movieron un dedo para defender a los campesinos chilenos, o la soberanía nacional, sino que se instalaron en ese espacio cómodo de Poncio Pilatos, y se “abstuvieron” (¿se abstuvieron?, sí, eso hicieron) al momento de emitir el voto. Argumentarán, seguramente, que “no podían ir contra los Tratados de Libre de Comercio ya firmados por Chile”.
También se abstuvieron, “patrióticamente”, los demócratas cristianos de “izquierda”, Hossain Sabag, Patricio Walker y Andrés Zaldívar, seguidores furibundos de la candidata presidencial socialista Michelle Bachelet, a quienes ella, en reciprocidad, los apoya en su publicidad electoral. Michelle Bachelet tampoco dice algo sobre la aprobación del convenio a favor de Monsanto (o en su defecto, a favor de Syngenta, Bayer, y Dupont/Pioneer, los otros, minoritarios, “certificadores de semillas”).
Claramente en contra de enterrar a los campesinos y la producción chilena de alimentos, o al menos para tener su independencia y capacidad de decisión sobre las semillas que quieren usar, votaron los demócratas cristianos Ximena Rincón y Jorge Pizarro, el radical José Antonio Gómez, el pepedista Jaime Quintana y del Movimiento Amplio Social, Alejandro Navarro.
Y en favor (o con un “Sí”) de las semillas transgénicas, “certificadas”, muy probablemente de Monsanto, votaron los siguientes congresistas, que los ciudadanos deben tener presentes cuando vayan a votar para integrar el nuevo Congreso Nacional:
–Carlos Cantero, Juan Antonio Coloma, Hernán Larraín, Pablo Longueira, Jovino Novoa, Jaime Orpis, Francisco Chahuán, José García, Alberto Espina, Carlos Kuschel, Carlos Larraín y Baldo Prokurica, todos los anteriormente mencionados, dignos representantes de la derecha recalcitrante chilena. Pero además, el “izquierdista” del Partido Por la Democracia, Eugenio Tuma, que resultó menos hipócrita que los abstencionistas, y se alineó, derechamente, donde más rentablemente se sintió.
El convenio que han firmado los congresistas (el UPOV 91) privatiza la comercialización, importación y exportación de las semillas para la siembra nacional. Son los mismos congresistas que se llenan la boca diciendo que Chile es un país autónomo y libre, y ellos “voceros del pueblo soberano”. Los mismos congresistas que están entregando a la empresa privada llamada Monsanto (o a sus pequeñas competidoras Syngenta, Bayer, y Dupont/Pioneer), la disponibilidad alimentaria nacional.
La noticia de esta jugada legislativa, por cierto, pasó prácticamente invisible en todos los medios de comunicación.
Pero entre tanto, la candidata presidencial apoyada por estos personajes está muy preocupada en sus discursos porque los manifestantes les digan “Paco culiao” a los policías, cuando éstos arremeten contra los indefensos que protestan.
Por Julio Suarez Anturi
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