Entrevista con Silvio Rodriguez
El concierto de Juanes en La Habana puede ser un fuerte mensaje de voluntad de Paz
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El anuncio en La Habana del concierto Paz sin Fronteras, promovido por el músico colombiano Juanes, para el próximo 20 de septiembre en la Plaza de la Revolución, ha generado opiniones diversas. En la Isla se respira expectación en espera del encuentro. También, la actitud agradecida por el reconocimiento a la voz de Cuba en nombre de la Paz.
Uno de los invitados, el cantautor cubano Silvio Rodríguez, en entrevista para La Jiribilla, al responder sobre las “preocupaciones” que ha provocado tal “atrevimiento”, lo reafirma como “un evento de Paz que le molesta a la ultraderecha porque la naturaleza de esta gente es agresiva, como el bloqueo, y porque la idea y el hecho de la Paz socavan el odio que les alimenta”.
Cuando aún sonaban los acordes de la presentación en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil por la conmemoración de la gesta independentista del 10 de agosto de 1809, Silvio, quien ante unas 25 mil personas en el Estadio Modelo interpretó canciones que constituyen parte sustancial de la historia trovada de este conteniente, compartió algunas reflexiones con esta revista.
El concierto del músico colombiano Juanes en la Plaza de la Revolución tiene una historia previa y espontánea en La Habana. Cuéntanos sobre esta historia y sus antecedentes.
Los antecedentes, en lo que a mi persona se refiere, comenzaron por una llamada telefónica del Ministerio de Cultura para decirme que Juanes quería hacer un concierto en La Habana por la Paz y que venía a hablar de eso a Cuba. Me llamaron porque iba a haber una cena y querían que yo asistiera. Allí conocí a Juanes y le escuché hablar por primera vez del proyecto. Él me preguntó si quería participar y le dije que sí. Yo había visto por televisión el primer concierto por la Paz que habían hecho en la frontera de Colombia con Venezuela y me pareció positivo.
En la presentación del libro Cancionero comentas que a los 20 años creías que la poesía podía cambiar al mundo y ahora a los 60 estabas convencido de que no podías cambiarlo, pero sí hacerlo mucho mejor. ¿Puede evidenciar este concierto de Juanes en Cuba tal certeza?
Efectivamente, no creo que una canción o un concierto puedan cambiar la compleja realidad de la noche a la mañana, pero sin duda un evento como este puede ser un fuerte mensaje de voluntad de Paz, en este caso entre los EE.UU. y Cuba, países separados por discrepancias de medio siglo. A mi entender este concierto pretende unirse a la voz de muchos de aquí y de allá que deseamos que la situación se normalice y que cada cual viva como lo desea, respetando al otro diferente.
La idea de este evento musical ha levantado bastante revuelo en Miami acusándolo de concierto politizado. ¿Por qué puede molestar tanto un evento a favor de la Paz?
Las voces que condenan a este concierto no son las de la inmensa mayoría de trabajadores emigrantes cubanos. Mucho menos la de los 11 millones que vivimos en Cuba. Las voces incómodas y agresivas son de la pequeña pero muy poderosa ultraderecha cubana, que se da besitos con la ultraderecha estadounidense (la que ya se sabe lo que hace por todo el mundo). Un evento de Paz le molesta a la ultraderecha porque la naturaleza de esta gente es agresiva, como el bloqueo, y porque la idea y el hecho de la Paz socavan el odio que les alimenta.
Hay muchas guerras desatadas en todo el mundo: bélicas, ideológicas, económicas... Y este concierto se dedica a contraponer la Paz ante tales conflictos. ¿En favor de qué causas o contra qué actos vale la pena "disparar" canciones?
Juanes dice que desea que este concierto sea blanco; también se ha dicho que el blanco es la ausencia de color, por lo que interpreto que Juanes desea que no haya predominio de una razón sobre otra, que todos tengamos la misma oportunidad. Creo que en este concierto caben todas las canciones que transmitan aspectos de la condición humana, que es algo muy diverso, muy rico, al margen de las ideologías. Por eso, todo lo que sea respeto al derecho a la vida, a la educación, a la libertad, a la diversidad, será válido. Y más que "disparar" supongo que será un concierto donde se soplarán canciones para que el viento —ayudado por los satélites— las haga llegar lo más suavemente posible a todas partes.
Entre tus canciones, existen varias que se pronuncian contra la guerra. ¿Escucharemos algunas de ellas en el concierto? ¿Acaso algún adelanto de la nueva producción Segunda cita?
Para hacer el programa supongo que primero hará falta saber cuántos artistas participarán. Entonces se podrá tener una idea del repertorio que tocará a cada cual.
Segunda cita es un disco bastante enfocado en la realidad cubana, quizá pudiera cantar alguna de esas. Aún no lo sé. En algún momento pensé cantar “Rabo de nube”, que me fue imposible hacer en el homenaje a Pete Seeger. También he pensado en "Días y flores". Pero también pudiera desempolvar una, llamada "Blanco", que hice hace 40 años.
Cantar en la Plaza de la Revolución supone un deber, rememorando tu antológico tema. ¿Qué significación tiene entonces hacerlo hoy, en las actuales circunstancias, y acompañado de todos estos músicos?
Sigue siendo un deber y, por supuesto, también un gusto.
Acabas de realizar varios conciertos en Ecuador, uno de los centros de la renovación social que tiene lugar en América Latina. A partir de la experiencia de esta visita, tu contacto con el pueblo, unido a los hechos recientes del golpe en Honduras, la crisis mundial y las bases yanquis en Colombia, ¿qué señales o lecciones nacidas en este contexto nos debieran servir para el futuro latinoamericano más inmediato?
Creo que el golpe de Estado en Honduras se parece mucho al que dio Pinochet en Chile y creo que aquí tampoco lo hicieron solos. Los ambiciosos han vuelto a manchar la dignidad de las fuerzas armadas de un país latinoamericano. Hay muchos heridos de bala y si hay menos muertos ha sido por la presencia vigilante de TeleSur. Es obvio que el pueblo hondureño dirá la última palabra. Por otra parte, la intensidad de lo que hemos vivido en Asunción y en Guayaquil refuerza mi fe en que la segunda independencia latinoamericana continúa.
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