América del Sur busca y organiza su propia defensa y soberanía contra Estados Unidos y sus aliados de las castas plutocráticas
Apolinar Díaz – Callejas (especial para ARGENPRESS.info)
El momento actual de América Latina es de angustia y temor por el desafío que ha lanzado el gobierno actual de los Estados Unidos contra los procesos económicos y sociales de transformación política, económica y soberanía democrática que están en marcha en la región.
En toda la América del Sur, con la lamentable excepción del gobierno del Perú en donde luchó por decenas de años Víctor Raúl Haya de la Torre conduciendo un movimiento político y social democrático y de izquierda en la transformación económica y social de ese país. Conozco bien al presidente actual del Perú, Alan García, y por eso me ha causado estupefacción; es el líder joven más importante que dejó Haya de la Torre. Siempre lo conocí ligado a los sectores progresistas de su país y América Latina. Pero ahora lo veo entregado a la ultraderecha continental que, quiéralo o no, encabeza el presidente colombiano de la derecha neoliberal, Álvaro Uribe Vélez, que ha llegado al extremo de aceptar la ocupación de Colombia por tropas y fuerzas militares norteamericanas en siete bases distribuidas a lo largo y ancho del territorio colombiano, con la visión de que esas bases sirvan para atacar cualquier país de la América del Sur y América Central. El proyecto fue manejado, parece por personal sobreviviente del gobierno gringo anterior de George W. Bush, con algunos derechistas retardatarios del propio partido demócrata que eligió al presidente Barack Obama. Este grupo derechista y bipartidista norteamericano avanzó en la preparación del proyecto de las bases y fue suministrando las informaciones correspondientes poco a poco: Primero eran tres bases militares; luego cuatro: después cinco y finalmente, siete. El actual embajador norteamericano en Colombia, William Brownfield, que es lenguaraz y agresivo en la presentación de los objetivos norteamericanos en Colombia y Sur América, confirmó que además de las tres bases militares gringas en territorio colombiano, en Malambo, Palanquero y Apiay habría una cuarta base en la región de la Bahía de Málaga en el Sur de Colombia, en el Océano Pacífico. Dio por hecho el acuerdo sobre esa otra base, indicando que ya está funcionando como tal desde hace un tiempo largo. Es decir, que el gobierno Uribe entregó la soberanía nacional en la zona de esa base sin que Colombia se informara.
Pero toda esta desgracia y vagabundería en las relaciones internacionales de Colombia, se vino abajo porque ahora se ha descubierto que no eran tres ni cuatro las bases gringas negociadas en el gobierno de Barack Obama con el de Uribe Vélez sino que son siete bases, terrestres, aéreas y acuáticas según su ubicación. Colombia quedó convertida en la nación que ha entregado inmensa parte de la soberanía nacional para montar 7 bases militares que son para la guerra. ¿Yo pregunto, la guerra contra quién? de eso no se le ha dicho nada al país pero hay tremendo escándalo nacional y una creciente protesta pública por esta nueva venta de la soberanía colombiana a los Estados Unidos como ocurrió en el siglo XIX, en el siglo XX y ahora en el siglo XXI. No hay duda de que existen grupos y clases traidoras a la soberanía nacional, a la independencia del país y al crecimiento de nuestra nación libre, autónoma y progresista, tal como está ocurriendo en estos precisos momentos en toda la América del Sur, con la única excepción del Perú, con Alan García y Colombia con Álvaro Uribe Vélez. El continente americano ha estallado de furia y angustia porque ha sido renovada la política de entrega del territorio nacional a los intereses económicos político y militares de los Estados Unidos de Norteamérica.
Pero no hay que darse por vencidos. No tengo la menor duda de que los colombianos, de nuevo, como nunca antes, impediremos la ejecución de esos actos de traición al país y que Colombia se reintegrará totalmente y de buena fe a los procesos de cambio que están en marcha alegre y clara, pero enérgica en casi la totalidad de los pueblos y naciones de América del Sur y del sistema de naciones autónomas del Océano Atlántico. En lo que esté a mi alcance, ayudaré con toda energía a divulgar este asalto a la soberanía de Colombia y a convocar a la soberanía nacional de este pueblo.
Por falta física de espacio, no comento la reunión que vi por televisión de la (UNASUR), Unión de Naciones Suramericana en Quito, Ecuador, que coincidió con la posesión del nuevo presidente de ese país, Rafael Correa. Todos los participantes auténticos, con representación legítima y no de engaño, expresaron su apoyo total y resuelto a defender la soberanía de nuestras naciones e impedir el nuevo despedazamiento de la América Latina. Por la propia televisión sentimos el vigor, el calor y la decisión de los dirigentes latinoamericanos en Quito para continuar por los rumbos nuevos que ya comenzamos a andar. No tengo duda alguna de que triunfaremos.
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