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jueves, 9 de septiembre de 2010

ALEPH: El segundo tiempo de la Cicig


Carolina Escobar Sarti
“Yo no Asoy político y no hago promesas que no se puedan cumplir”, dijo recientemente el nuevo comisionado contra la Impunidad en Guatemala, el costarricense Francisco Dall’Anese. Por ello, lo que ofrece para los pocos 12 meses de trabajo que tiene por delante es tratar de dejar fortalecido el andamiaje institucional de la justicia en el país. Fundamental, pero nada fácil. 

Nada de pensar por ahora en estrategias de cobertura nacional ni de quererse ir al pasado, dijo el nuevo jefe de la misión. Eso cabrá pensarlo si se amplía luego el mandato a cuatro años más. Señaló que en un estado de Derecho, todas las instituciones pueden fallar, menos las del Sistema de Justicia, porque este es precisamente el sistema inmunológico de un Estado, y el lugar desde donde se restituyen la legalidad y la confianza ciudadana.

Cuando el movimiento de Derechos Humanos comenzó a formular, hace años, la creación de una instancia como la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), que antes se propuso como Ciciacs y luego perdió los dientes en el camino, toda la intención era ver hacia un pasado de impunidad, directamente relacionado con la situación de inseguridad y violencia que vivimos hoy. Ello provocó el rechazo inmediato de ciertos sectores, a los cuales esa misión no les acomodaba para nada. Entonces quedó una Cicig cuyo mandato principal es hacerle frente al crimen organizado y desmantelar toda estructura criminal asociada. Luego, las cosas se complicaron en Guatemala, como suele suceder, y la Cicig se vio envuelta en casos paradigmáticos que pusieron de cabeza al país y despertaron el interés de los sectores que inicialmente se habían opuesto al establecimiento de esta instancia en nuestro territorio. Lo demás es historia, diría cualquier crónica.

Siguiendo las palabras del juez italiano Giovanni Falcone, Dall’Anese llega a un Estado desorganizado para pelear contra el crimen organizado. Importante que tengamos conciencia de que es un desafío mayúsculo para tan poco tiempo, para tan pocas personas trabajando directamente en la entidad, y para tantas debilidades en nuestro sistema jurídico. Pero estamos claros en que no queremos héroes, solo personas que nos ayuden en el camino, así que sabremos pedir lo posible, no lo deseable o lo óptimo.

Ahora, lo medular es que no solo como marco referencial del accionar de la Cicig se entienda y reconozca que el pasado y el presente de este país están imbricados el uno en el otro. No podemos olvidar que aunque los tiempos cambien, muchas de las relaciones estructurales de poder se sostienen firmes y aún más diversificadas en su accionar; incluso hay algunos personajes del pasado implicados en hechos delictivos y de violaciones a derechos humanos del presente o en estructuras del Estado o de la sociedad en general. Si la insistencia de olvidar el pasado ha sido un posicionamiento político, el no olvidarlo también ha de serlo.

En este sistema de justicia tan calvo, nos estamos aferrando a un pelo, y ese pelo es la Cicig. Es una oportunidad histórica, así que nos conviene sostenerla, nos conviene que sea autónoma, y que no dejemos de poner el ojo en lo que hace.

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