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martes, 14 de septiembre de 2010

El gobierno de Evo Morales sorprende por sus logros



"Evoconomista", las claves del caso de Bolivia
La Razón

Reservas récord, un prudente ahorro fiscal y un crecimiento sostenido en medio de la crisis... La Bolivia del presidente Evo Morales Ayma ha sorprendido a analistas de todo el mundo.

Terminaba 2009, el año de la mayor contracción económica mundial en décadas, y Bolivia, el país más pobre de Sudamérica, y gobernado por un presidente de retórica izquierdista, recibía los elogios del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sí, leyó bien. “Los directores ejecutivos felicitan a las autoridades bolivianas por su sólida gestión macroeconómica y una eficaz respuesta política para mitigar el impacto de la crisis global”, se lee en un informe que el consejo ejecutivo del FMI publicó en enero de 2010.

“El crecimiento ha sido uno de los más altos de América Latina y la inflación ha caído significativamente”.
La lista de elogios es amplia y proviene de instituciones de tradición económica conservadora: una política fiscal sólida, una actitud favorable a algunas reformas y una flexibilidad en administrar una banda cambiaria móvil. En parte gracias a ello, la economía boliviana creció 3,4% en 2009, el crecimiento más alto de toda América. En 2008 registró un fuerte 6,1%.

Es porque la Bolivia de Morales se ha transformado en el alumno más aplicado del bloque de países que componen el ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina), el grupo de países liderado por la Venezuela de Hugo Chávez. Bolivia no sólo ha salido airosa de la crisis, sino también de los prejuicios políticos hacia un gobierno que, por su discurso de izquierda y tinte indigenista, no estaba precisamente entre los favoritos del establishment económico, ni tampoco de esta revista.
Pero el país que pelea por dejar el cetro de ser el más pobre de Sudamérica (algunos estudios señalan que habría sobrepasado a Paraguay en ingreso per cápita) ha tenido un sorprendente desempeño económico en el que se han combinado buena suerte, ingenio administrativo y un sólido manejo fiscal. “A nivel macro, Bolivia está mostrando resultados interesantes y, de hecho, destacables”, dice Gonzalo Chávez, un académico formado en la Universidad de Harvard que dirige la maestría para el desarrollo de la Universidad Católica Boliviana.

Las autoridades aún enfrentan un coro de críticas, especialmente respecto de la austeridad fiscal en un país donde más del 60% de la población está en la pobreza. Además, Bolivia no logra subir sus tasas de inversión (una de las más bajas del hemisferio), continúa con dificultades para atraer capitales foráneos y requiere mejorar su gestión administrativa, así como su infraestructura, una de las peores del continente. Pero el análisis de las bases económicas de Bolivia lleva a una conclusión: el horizonte luce hoy más promisorio que nunca para este país.

La apuesta fiscal


Cuando la economía mundial comenzó a tambalearse en 2008, Bolivia pudo colapsar. Los bajos precios de las materias primas eran una pésima noticia para un país que obtiene 80% de sus ingresos de estos bienes. Además, su segunda mayor fuente de recaudación son las remesas del extranjero, que siempre caen cuando hay recesión en los países desarrollados. Uno de cada cuatro bolivianos vive fuera del país; enviaron 1.023 millones de dólares a sus familias en 2009. Una cifra equivalente a 5,8% del PIB, la proporción más alta de remesas en Sudamérica.

La inestabilidad política en los llanos de la región oriental, controlada por la oposición, siguió afectando a un presidente popular en el resto del país, sembrando dudas acerca de la posibilidad de mantener siquiera algún nivel de inversión extranjera. Y ese mismo año Washington revocó las preferencias comerciales para Bolivia.
Sin embargo, la economía boliviana ha crecido sistemáticamente desde que Evo Morales llegó a la presidencia en 2006.

El promedio de crecimiento bajo su gobierno ha sido de 5,2% anual, la tasa de expansión más alta de los últimos 30 años. Gran parte de ello se debe al auge en los precios de los commodities. Pero Bolivia también supo aprovechar mejor esta bonanza que otros países de la región. Parte de eso se consiguió con la nacionalización de la industria de hidrocarburos en mayo de 2006, una polémica medida que obligó a las petroleras que operaban en el país a renegociar las regalías que pagaban al gobierno, incrementando la participación del Estado en las utilidades del sector de 20% a 80%.
“Antes la plata se iba”, dice Luis Arce, ministro de Economía y Finanzas de Bolivia. “Ahora se queda acá”. Entre 2004 y 2008 el Estado obtuvo ingresos de 3.500 millones de dólares, pasando de una recaudación per cápita de 58 a 401 dólares. Esto explica el grueso del aumento de los ingresos fiscales de los últimos seis años, que hoy representan 20% del PIB, contra un promedio de 18,7% del gobierno estadounidense en los últimos 40 años. Y el gobierno se ha dedicado a ahorrar gran parte de estos recursos.

En 2008 las reservas internacionales equivalían a 41% del PIB y hoy ascienden a 8.400 millones, bordeando 47% del producto nacional. “Hoy Bolivia tiene reservas comparables a las de China”, afirma Gabriel Torres, analista de la agencia clasificadora de riesgo Moody’s. “Si Brasil tuviera un nivel comparable, sería del orden de 1 billón de dólares (un millón de millones)”.


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