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sábado, 18 de septiembre de 2010

ALEPH: La evangelización política

CAROLINA ESCOBAR SARTI
Las vallas están por doquier desde hace meses; en ellas, aparece un rostro con sonrisa de anuncio televisivo, calcado desde la distancia generacional, de otro rostro que nuestro imaginario recuerda de campañas electorales anteriores.

Hay colores que recuerdan un partido político, expresiones que recuerdan una imagen, palabras que nos remiten a un discurso. Ese rostro “envallado” invita a transeúntes y automovilistas de áreas principalmente urbanas, a visitarlo en otros espacios mediáticos o comunitarios. En esos otros espacios, el rostro ya aparece de cuerpo entero, empuñando la mano más de dos docenas de veces y alzando el puño mientras da un discurso aparentemente espontáneo, a semejanza del que saliera de la boca de su padre político, algunos años antes. El reciclaje de ciertas palabras y frases provenientes del pasado, produce ecos conocidos. Pero que nadie llame a eso campaña electoral anticipada, es simple creatividad.

Por otra parte, hay discursos pronunciados en distintas partes del territorio nacional que ameritarían un análisis con bisturí, porque aunque son de color oficial, llevan el sello electorero de un partido que usa corbata color de árbol. Las bolsas y los materiales que se entregan en las comunidades, llevan el sello oficial, pero la mano de quien los entrega está casada con un discurso partidista inconfundible. Esto lo han hecho todos los gobiernos anteriores, por lo tanto, ni es malo ni es campaña electoral, sino sencilla listura. Sirva para los dos casos anteriores y para los demás que llevan meses y años en esto de hacer campaña, que quien tiene más saliva, traga más pinol.

Hemos comenzado el calvario electoral con mucha anticipación, aunque ningún partido se reconozca actualmente en campaña. Y la pregunta no es si es bueno o no lanzar una campaña electoral con tanto tiempo de anticipación, sino qué dicen nuestras leyes al respecto. Nos guste o no, si seguimos rompiendo por la mitad las disposiciones legales que hemos creado para que nuestras instituciones sean sólidas y funcionen, estamos quebrando con todos los propósitos de establecer una democracia real. Tendremos una democracia restringida, circunscrita únicamente al hecho de votar.

Ni legalista acérrima ni institucionalista sin remedio, le apuesto a respetar los códigos mínimos que socialmente hemos establecido (o que algunos han establecido por nosotros) en periodos de cambio para el país. Si a los partidos no les gusta que sólo seis meses antes de las elecciones se pueda hacer campaña, pues tendríamos que poder cambiar esa y otras disposiciones de la Ley Electoral y de Partidos Políticos vigente, en los periodos entre votaciones. Pero como con ciertas reformas no todos los partidos están de acuerdo, esa reforma nunca avanza. Ciertamente, seis meses es poco para conocer a alguien, pero en este minúsculo país donde todos se conocen, hay que preguntarse qué es poco y desde cuándo nos conocemos, sobre todo si quienes entran a la contienda han sido personajes públicos antes de las elecciones. Es mentira que no les conocemos, y si en vez de alienarnos con las mismas fórmulas en viejos vestidos, leyéramos la historia reciente de este país, no sólo aprenderíamos más y nos identificaríamos de otra manera, sino que elegiríamos con mayor responsabilidad.

Otro de los temas es el del financiamiento. El hecho de que no podamos transparentar los financiamientos de campaña, a menos que lo hagamos por medio de los controles mínimos que ahora tiene el sistema bancario de nuestro país, es algo que hipoteca al mismo país. Quien tiene más dinero, tiene campañas más largas y más glamorosas, y favores más grandes que pagar o más políticas públicas que comprometer. Desde allí se levantan las campañas, desde plataformas poco igualitarias, lo cual marca, desde ya, lo decadente de nuestro sistema electoral y de partidos políticos. Evangelizar es tratar de llevar la buena nueva por doquier desde una visión particular de mundo, y si bien el método se reconoce, siempre hay quienes se deciden por evangelizar con pan, circo, imposiciones y sangre.

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