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domingo, 12 de septiembre de 2010

Brasil: esfera pública vs esfera mercantil



Emir Sader

El neoliberalismo es la máxima creación del capitalismo: todo lo vuelve mercadería. Así nació el capitalismo, transformando la fuerza de trabajo (al finalizar la esclavitud) y las tierras en mercaderías. Su historia fue de creciente mercantilización del mundo.

La crisis de 1929 –de la que el liberalismo fue unánimemente considerado responsable– generó contracorrientes, todas antineoliberales: el fascismo (con fuerte capitalismo de Estado); el modelo soviético (que eliminó la propiedad privada de los medios de producción) y el keynesianismo (con el Estado asumiendo responsabilidades fundamentales en la economía y en los derechos sociales).

El capitalismo vivió su ciclo largo más importante en la segunda posguerra y hasta los años 70. Cuanto menos liberal, menos injusto fue. Varios países –europeos, aunque también Argentina– tuvieron pleno empleo y los derechos sociales fueron gradualmente extendidos, dando paso a lo que se convino llamar estado de bienestar social.

Al agotarse ese ciclo, el proyecto neoliberal triunfó, regresando de un largo reflujo: se decía que la recesión económica se debía a una excesiva reglamentación. El neoliberalismo se propuso desregular, esto es, dejar circular libremente el capital. Privatizaciones, apertura de mercados, flexibilización laboral –todo– se resume en desregularizaciones.

Se promovió el mayor proceso de mercantilización conocido en la historia. Zonas del mundo que no habían sido alcanzadas por la economía de mercado (como el ex campo socialista y China), más algunas cosas que poníamos como ejemplo de posesión de valor de uso sin valor de cambio (como el agua, actualmente tenida como mercadería), fueron incorporadas a la economía de mercado.

La hegemonía neoliberal se trasladó al campo teórico, con la imposición de la polarización estatal-privado como eje de las alternativas. Como se sabe, quien parte y reparte se queda con la mejor parte –privada– y esconde lo que le interesa abolir –la esfera pública. Porque el periodo neoliberal se articula realmente en torno a otro eje: esfera pública/esfera mercantil.

El neoliberalismo no es lo privado: la esfera privada es la de la vida individual, de familia, con las opciones de cada uno –club de futbol, música, religión, casa, pareja, etcétera. En cambio, cuando se privatiza una empresa, no se colocan las acciones en manos de los individuos –sus trabajadores, por ejemplo–: se exponen en el mercado para quien pueda comprar. Se mercantiliza: lo que era patrimonio, se vende; todo se compra, sin un precio prestablecido. Es como un shopping center, al estilo de vida estadunidense, en que la ambición de la mayoría es la de ascender como consumidor, compitiendo en el mercado, unos contra otros.

El neoliberalismo mercantilizó y concentró la renta, excluyó los derechos de millones –comenzando por los trabajadores, a la mayoría de los cuales dejó de ofrecerles posibilidad de empleo, de ser ciudadanos, sujetos de derecho-; promovió la educación en escuelas de paga en detrimento de las estatales, la salud particular en vez de la pública, la prensa privada suprimiendo la del estado.

El mismo Estado se dejó mercantilizar al pasar a recaudar para, prioritariamente, pagar sus deudas, transfiriendo recursos del sector productivo al especulativo. El capital especulativo, con la desregulación, fue el hegemónico en la sociedad. Sin reglas –donde el capital no

se dedicó a producir, sino a acumular- ocurrió la transferencia en bloque del sector productivo al financiero, bajo forma especulativa. O sea: dejó de financiarse la producción, la investigación, el consumo, para vivir de vender y comprar papeles –del Estado endeudado o de grandes empresas– sin producir bienes ni empleos. Fue e l peor tipo de capital. El propio Estado se financierizó.

El mismo neoliberalismo destruyó las funciones sociales generales y después las jugó como alternativas en el mercado: si quieren, pueden defender al estado que yo destruí volviéndolo indefendible, o en su defecto vengan a sumarse a la esfera privada (verdaderamente un mercado disfrazado).

Pero si la esfera neoliberal es la mercantil, la alternativa no es la estatal. Porque hay unos estados privatizados, esto es, mercantilizados, financierizados; y hay otros centrados en lo social, en la esfera pública y en la universalización de los derechos. Estos últimos democratizan enfrentando la construcción neoliberal, y desmercantilizan, situando en el ámbito de los derechos lo que el neoliberalismo ubicó en el mercado. Una sociedad democrática, posneoliberal, es aquella fundada en principios, en igualdades: un ciudadano es un sujeto con derechos. El mercado no reconoce garantías, sólo poder de compra: está compuesto por consumidores.

En materia informativa, hubo hasta ahora un predominio absoluto de lo mercantil. Para emitir noticias era necesario disponer de recursos suficientes para instalar un periódico, una radio, una televisora. Sin embargo, Internet abrió espacios inéditos para democratizar la información.

La democratización de los medios, esto es, su desmercantilización, la confirmación del derecho a emitir y recibir informaciones plurales, debe combinar diferentes formas de expresión. Los viejos medios eran mercantiles, financiados por la publicidad, vinculados al pensamiento único; estaban compuestos por empresas dirigidas por oligarquías familiares, carentes de democracia en las redacciones y en las pautas de los medios que la integraban.

Los nuevos medios, por su parte, de costos más baratos, son pluralistas y críticos. El espacio creado por los bloguistas progresistas es parte de la esfera pública; se promueven derechos de todos, con elementos de democracia económica, política, social, cultural. En la cosa pública tiene expresiones estatales, no estatales, comunitarias, todas ellas comprometidas con los derechos generales y no con la selectividad y la exclusión.

Estas definiciones están para ser discutidas, precisadas de forma abierta, plural, como un fenómeno actual que preanuncia una sociedad justa, solidaria, soberana; es esa posibilidad con la que están comprometidos Dilma Rousseff y Lula, la de una Constituyente autónoma que permita discutir y llevar adelante procesos de democratización del Estado, de reforma en torno a las distintas formas de la esfera pública, desmercantilizando y desfinancierizando al Estado brasileño.

Traducción: Ruben Montedónico

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