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martes, 21 de mayo de 2013

Ríos Montt: trayectora genocida

Rubén Aguilar Valenzuela (*)

MÉXICO - En los años que el general Efraín Ríos Montt gobernó su país entre 1982 y 1983, yo militaba en las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí, una de las cinco organizaciones de la guerrilla salvadoreña. A través de una agrupación hermana, el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), nos enterábamos, de primera mano, de la brutal estrategia contrainsurgente que implementaba el Ejército guatemalteco.

En esos años tuve el privilegio de conocer a un hombre extraordinario, el comandante Rolando Morán (1929-1998), seudónimo guerrillero de Ricardo Arnoldo Ramírez de León, primer responsable del EGP y cofundador de la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca. Coincidíamos que en su país la represión era todavía peor, si vale usar un calificativo, a la acción contrainsurgente que desarrollaba el Ejército en El Salvador.

A Ríos Montt lo veíamos, ya entonces, han pasado 30 años, como una persona desequilibrada y un genocida dispuesto, en el marco de la estrategia de “tierra arrasada”, a terminar con las comunidades indígenas que vivían en las cercanías donde operaba la guerrilla. El general nació en Huehuetenango, cerca de la frontera con México, en 1926. A los 18 años, en 1945, entra al Ejército.

En 1973 se postula a la Presidencia, pero un fraude da el triunfo al general Kjell Eugenio Laugerud. En marzo de 1982 asume la Presidencia mediante un golpe de Estado contra el general Romero Lucas García y la pierde en otro encabezado por su ministro de Defensa, Óscar Mejía Víctores, en agosto de 1983. Esa era la forma normal de la sucesión presidencial en Guatemala.

Ríos Montt se cría en el seno de una familia católica, su hermano Mario, fue obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Guatemala, ahora está jubilado. En los 70, después de una estancia en España, deja el catolicismo y se vuelve pastor evangélico, al mismo tiempo que continúa en el Ejército. En sus tiempos de predicador, también como Presidente, utilizaba frases como “con la Biblia y la metralla se desempeña el buen cristiano”.

En la ofensiva contrainsurgente de esos años, se cuentan 617 masacres a pueblos mayas, sobre todo en la zona del quiché. Los generales anteriores a Ríos Montt ya los masacraban y lo siguieron haciendo los que llegaron después. Las mujeres sufrían violaciones tumultuarias y luego, junto con sus maridos e hijos, eran asesinadas. La siembra del terror era parte de la estrategia. Todo en aras de evitar el posible contacto entre las comunidades y la guerrilla.

La estrategia de frijoles y balas, en tiempos de Ríos Montt, fue propuesta por el gobierno de Roland Reagan, que burló la prohibición del Congreso de proporcionar armas al Ejército guatemalteco, a través de la colaboración del gobierno de Israel, su aliado. Las fuerzas de élite de la contrainsurgencia, los kaibiles, utilizaban rifles de asalto Galil, entonces arma reglamentaria del Ejército de ese país.

En 1989, Ríos Montt funda el Frente Republicano Guatemalteco, que lleva a la Presidencia a Alfonso Portillo (2000-2004), hoy preso, y por ese partido es Diputado de 1994 al 2003. En ese año intenta, sin éxito, ser elegido Presidente. Del 2008 al 2012 vuelve a ser Diputado. Al término de su periodo y ya sin la inmunidad parlamentaria es puesto bajo arresto domiciliario, para iniciar el juicio que el pasado 10 de mayo lo declara culpable de genocidio. Para Guatemala y América Latina, ésos fueron tiempos terribles. La situación ha cambiado y para bien.

(*) Columnista de ContraPunto

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