José Steinsleger
Lecciones
de una historia conocida y no aprendida. Luego de la victoria militar
de los ejércitos indoamericanos contra el imperio español Ayacucho,
1824), las oligarquías de México, Colombia, Perú y Chile empezaron a
torpedear los ideales de la Gran Colombia bolivariana y la convocatoria
del Libertador al Congreso Anfictiónico de Panamá (1825). Lo lograron.
Sin embargo, un año antes de la gloriosa batalla, cuando el presidente James Monroe propuso que debíamos ser
americanossin más, el joven comerciante y más tarde político conservador chileno Diego Portales (1793-1837) escribió en carta a un amigo:
Hay que tener mucho cuidado. Para los americanos del norte, los únicos americanos son ellos mismos.
Ciento ochenta años después, frente a la rotunda negativa de nuestros pueblos al
Acuerdo de Libre Comercio de las Américas(ALCA, cuarta Cumbre de presidentes, Mar del Plata, 2005), los auténticos, arrimados o putativos hijos de aquellas oligarquías se volcaron a diseñar la
Alianza del Pacífico(AP, Lima, 2012).
Presentada como casto
bloque comercial, la AP fue la respuesta al fracaso del ALCA, cuya primera manifestación data de 1885 y en la primera Conferencia Panamericana estuvo cerca de concretarse (Washington, 1889-90). Cosa que no ocurrió, porque, así como en Mar del Plata, hubo políticos dignos que lo impidieron. Roque Sáenz Peña, delegado por Argentina, declaró entonces: “…tratar de asegurar el comercio libre entre mercados carentes de intercambio sería un lujo utópico y un ejemplo de esterilidad”.
Las nuevas, insidiosas y virulentas cargas del terrorismo mediático
contra Venezuela están embistiendo al unísono contra la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba, 2004), la Unión
de Naciones Suramericanas (Unasur, 2005), la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y del Caribe (Celac, 2010) y el Mercosur (Asunción,
1991). Por fuera y por dentro, las marionetas intelectuales y políticas
del imperio buscan dividir y confrontar. Pues
todos, con excepción de ellos, serían
corruptos. ¿Verdá…?
No obstante (y según dicen), la AP habría sido
iniciativade Alan García, el dos veces presidente de Perú (Lima, abril 2011). Uno de los personajes más abyectos y fieles del imperio, que tras su primera gestión (1985-90) fue acusado de enriquecimiento ilícito, violaciones a los derechos humanos. García huyó de la justicia y se refugió en Bogotá y París como
exiliado político. Los cargos prescribieron, y en 2006 volvió a ganar las elecciones.
Hoy, García es nuevamente investigado por una
megacomisióndel Congreso de su país: licitaciones amañadas, concesiones irregulares y obras sobrevaluadas, a más de 3 mil 200 narcoindultos que durante su segundo mandato beneficiaron a miembros del cártel de Sinaloa, Colombia y África, de los cuales 461 estaban condenados por narcotráfico en forma agravada.
Tal
es el perfil del político que aspira a relegirse en 2016, y que, con
motivo del viaje del presidente Ollanta Humala para estar presente en
la asunción de Nicolás Maduro, dijo: “No entiendo qué gana Perú con
esas alianzas…” Lo que suena algo chusco, pues las siglas de su
partido, el APRA, fundado por el legendario Víctor Raúl Haya de la
Torre en México (1924), quieren decir, justamente,
Alianza Popular Revolucionaria Americana.
Junto con la ultraderechista Lourdes Flores, y el partido derechista
del ex presidente Alejandro Toledo, más el inefable Mario Vagas Llosa,
Alan García lidera el grupo
Amigos de Venezuelaque respalda a Henrique Capriles Radonsky, títere de los yanquis y muy celebrado en los medios de comunicación de la entidad neocolonial llamada
Israel.
Los
Amigos de Venezuelase indignaron a tal punto con el respaldo de Humala a Maduro, que en días pasados se apuntaron dos víctimas importantes. Primero fue el embajador de Lima en Caracas, Luis Raygada, por enviar tuits diciendo:
Muy malo que políticos venezolanos vengan a Perú a involucrarnos en sus problemas. Peor que los políticos peruanos se cuelguen de esto. Y después cayó el canciller Rafael Roncagliolo, último funcionario latinoamericanista en el gabinete del aturdido presidente de Perú.
En ese contexto, habrá de sopesar la nada casual expresión del
secretario de Estado John Kerry, quien luego del triunfo de Maduro
manifestó en una comisión del Senado de su país:
América Latina es nuestro patio trasero(17/4/13). Dicho lo cual, las maquinarias del terrorismo mediático imperial empezaron a girar en torno a la consigna
Maduro no es Chávez.
Desde Moscú, la periodista de Ria Novosti Vicky Peláez apuntó que,
de acuerdo con varios prestigiosos politólogos rusos (Pavel Prianikov,
entre ellos), “…después de terminar el Plan Siria, el próximo país para
atacar y provocar una revolución a colores podría ser Venezuela. Su
petróleo y su mar son una gran tentación”.
Para ello, el terrorismo mediático recurre, como hace 40 años en el
Chile de Pinochet, a la desestabilización, las mentiras, los chismes y
las calumnias 24 horas del día. Estación terminal: neutralizar a la
Unasur y matar los avances del boliviarismo en América Latina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario