Hace 40 años un pequeño libro de un sacerdote peruano remeció a la Iglesia Católica al sentar las bases de la Teología de la Liberación, una reflexión acusada de marxista por resaltar la opción de Dios por los pobres, pero también elogiada por renovar el mensaje de esa religión.
El libro "Teología de la liberación, perspectivas", de 1971, es considerado el acto teórico fundacional que dio nombre al movimiento teológico más importante nacido en América y fue escrito por el peruano Gustavo Gutiérrez, hoy de 83 años y sacerdote dominico.
"La idea era decir que Dios acompañaba a los pueblos del Tercer Mundo, que estaba de su lado en la búsqueda de la Tierra Prometida, pero una Tierra Prometida que significaba tierra, libertad, justicia, dignidad", explicó el profesor Jeffrey Klaiber, historiador de religiones en la Universidad Católica de Lima.
En una América Latina signada por la desigualdad social y las dictaduras de las décadas de 1960 y 1970, esa idea "captó la imaginación" de vastos sectores, desde la Nicaragua de Somoza hasta la Filipinas de Marcos, hallando ecos en África, según Klaiber.
Gustavo Gutiérrez afirmó a la AFP que "en la Teología de la Liberación (TL) la pobreza significa insignificancia social, ella no se limita a su dimensión económica; pobre es el insignificante y excluido por diferentes razones, de allí la gravedad de la desigualdad social que padecemos en Perú".
"Esta teología sigue presente en América Latina pesa a las cuatro décadas transcurridas y su mensaje central (la opción preferencial por los pobres) repercute sobre la tarea pastoral de la Iglesia", dijo Gutiérrez.
"Bastaría tomar las conclusiones de la conferencia episcopal de América Latina y el Caribe en Aparecida (Brasil, 2007) para darse cuenta", evocó el sacerdote peruano sobre la reunión que encabezó el papa Benedicto XVI.
La opción por los pobres entusiasmó en un primer momento a Roma, bajo el papa Paulo VI (1963-1978), quien designó obispos progresistas en la región con el mayor número de fieles católicos. Sin embargo, Juan Pablo II (1978-1994), formado en el anticomunismo, la cuestionó alegando que fomentaba la lucha de clases y podía distanciar a los fieles de sectores medios y altos.
La ofensiva del Vaticano contra la TL se tradujo en el nombramiento de obispos conservadores y se selló con dos documentos ('Instrucciones') del entonces prefecto de la Congregación de la Santa Fe, Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI.
"La primera instrucción fue negativa pero la segunda fue más positiva porque decía que la historia del cristianismo es una historia de liberación, de libertad, y que los cristianos debían apoyar la libertad", señaló Klaiber.
"Lo importante es que los malentendidos, cuando los hubo, hace tiempo que fueron superados a través de un diálogo sostenido y fructuoso", resaltó Gutiérrez sobre sus entrevistas con Ratzinger entre 1984-86.
La paradoja en la posición de Roma es que fueron el Concilio Vaticano II (1962) y la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín (1968), las que sirvieron de inspiración a la TL.
Klaiber cree que, "como corriente intelectual, el tiempo de la TL ya pasó, pero su espíritu sigue vigente y activo en el terreno, en las parroquias pobres y amazónicas aún si nadie osa pronunciar su nombre por temor a la jerarquía".
El cardenal peruano Juan Luis Cipriani, primer purpurado del Opus Dei nombrado por Juan Pablo II en el mundo, declinó hacer un comentario sobre la TL cuando la AFP lo requirió.
"Lo que se practica, en verdad, es el mensaje cristiano, el evangelio, no una teología, ésta contribuye a la vida de la Iglesia en la medida en que reflexiona sobre ese mensaje teniendo en cuenta el momento que se vive", matiza Gutiérrez al responder sobre si reescribiría igual su texto de 1971.
Gutiérrez no fue el único que impulsó la TL, que tuvo entre sus pioneros al entonces sacerdote brasileño Leonardo Boff y al colombiano Camilo Torres -quien integró las guerrillas en su país-.
Los casos de los arzobispos de El Salvador, Oscar Romero, asesinado en 1980, y del brasileño Helder Camara, son referentes obligados de los representantes de la TL, que tuvo en Brasil su base mayor.
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