por Rick Rozoff
Asamblea anual de la OTAN. Esta organización militar fundada después de la Segunda Guerra Mundial para combatir la expansión del comunismo en Europa se ha transformado hoy en día en la punta de lanza militar de las potencias industriales anglo-europeas bajo comando estadounidense. Busca implantar un nuevo neocolonialismo de dominación geopolítico de características imperiales como lo fue en el pasado, es decir controlar y dominar ahí donde hay intereses comerciales y materias primas para sus industrias multinacionales.
Hasta la fecha la opinión generalmente aceptada en los círculos del establishment consisten en gran parte de una serie de cuatro dicotomías falsas:
El desarrollo cada vez más ambicioso de las capacidades militares de la UE compite con la OTAN, si no representa un desafío directo a dicho organismo y a la alianza estratégica transatlántica con Washington. La OTAN es un antídoto multilateral al unilateralismo de EE.UU. La UE es un profesional basado en principios de diplomacia pacífica mientras que EE.UU. y la OTAN a menudo se apresuran demasiado porque se basan en la necesidad militar.
La UE es un competidor o incluso el principal competidor de EE.UU. en Europa y cada vez más en todo el mundo. Cada cual puede creer tantas de estas patrañas como quiera, pero las palabras y las acciones de los responsables políticos y de los funcionarios a cargo de imponer la política en el establishment de la política exterior de la UE, la OTAN y EE.UU. las refutan continuamente.
21 de los 27 miembros de la UE son también miembros de la OTAN. De los seis que no lo son, todos, con la excepción de Chipre (por el momento) - Austria, Finlandia, Irlanda, Malta y Suecia – son miembros del programa Cooperación por la Paz de la OTAN. De los últimos cinco, sólo la pequeña Malta no tiene un contingente militar sirviendo bajo la OTAN en Afganistán, los Balcanes u otros sitios.
De los 26 Estados miembro de la OTAN, sólo Noruega y EE.UU., Canadá e Islandia, los últimos tres no están en Europa y por lo tanto no se califican, no están en la UE.
Los tres protagonistas cruciales podrán altercar ocasionalmente sobre cuestiones secundarias de táctica, oportunidad y tecnicismos, pero se mantienen unidos respecto a preocupaciones sustantivas y estratégicas.
La UE y la OTAN han sido abiertamente socios militares desde 1992 cuando se firmó el acuerdo Berlín Plus sobre la compartición conjunta de activos militares.
Incluso los miembros de la UE que todavía no están en la OTAN son afectados por la subordinación del continente al bloque ya que la Carta Estratégica de la Alianza de 1999, todavía estipula en efecto, que los arsenales nucleares de EE.UU., en particular, pero también los del Reino Unido y de Francia, “son esenciales para preservar la paz” y son “un vínculo político y militar esencial entre los miembros europeos y norteamericanos de la Alianza.”
Como los eventos de 1989-1991 provocaron el colapso del orden posterior a la Segunda Guerra Mundial en Europa y el mundo en su conjunto – la disolución del Pacto de Varsovia y del Consejo de Ayuda Económica Mutua (Comecon), la desintegración de la Unión Soviética y la fragmentación violenta a Yugoslavia, las principales potencias occidentales inmediatamente reiniciaron planes para la dominación global interrumpidos después de las dos guerras mundiales y, después de haber aprendido sus propias lecciones de la última formaron un condominio para compartir los despojos de todo el mundo, no sólo la multitud de sus antiguas colonias, territorios, protectorados y mandatos, sino partes del globo que nunca antes estuvieron a su disposición, incluida la antigua Unión Soviética.
Esto lo confirma una declaración del Secretario General de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, hace casi cuatro años:
“La OTAN y la UE están logrando bastante progreso en la coordinación de capacidades militares modernas. Me siento optimista de que podamos extender nuestra cooperación en áreas adicionales en las que tenemos un interés de seguridad común, donde podemos complementarnos, y reforzar mutuamente nuestros esfuerzos. Y con ello quiero decir áreas funcionales… como ser el Cáucaso y Asia Central.” (NATO International, 31 de marzo de 2005). Dos meses después el Secretario Adjunto de Estado de EE.UU.,
Nicholas Burns, que llegó a ese puesto después de ser embajador de EE.UU. ante la OTAN, usó un tenor parecido cuando “saludó un llamado por el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, para que la alianza y la UE aumenten la cooperación para asegurar la seguridad más allá de las fronteras de la OTAN en Europa, África y Asia Central.” (Associated Press, 26 de mayo de 2005)
Burns explicó la división del trabajo propuesta, por lo menos desde la perspectiva de Washington:
“A ver si nos entendemos. La OTAN hace las grandes operaciones militares, pero la UE maneja las operaciones de mantenimiento de la paz…” (Ibíd.)
En el mes intermedio, abril de 2005, el ministro alemán de defensa de entonces, Peter Struck, dirigiéndose a una conferencia sobre seguridad europea en Berlín, subrayó el mismo punto al afirmar que “Sería totalmente erróneo ver el desarrollo de capacidades de defensa europeas, separadamente de progresos dentro de la OTAN,” y “agregó que tanto la OTAN como la Unión Europea se esfuerzan actualmente por estar mejor preparados para misiones fuera del área en un intento de adaptarse al rápido cambio del entorno de seguridad.” (Deutsche Welle, 13 de abril de 2005)
Es decir, la UE y la OTAN han determinado que todo el mundo, con la excepción del Hemisferio Occidental, que presumiblemente pertenece a EE.UU. (aunque incluso allí los Estados de la OTAN están involucrados individual, separada y colectivamente), como caza legal para despliegues militares.
Otro giro cualitativo respecto a la situación internacional previa a 1991 y una reversión a la era de las ambiciones y pretensiones coloniales europeas occidentales, la de la diplomacia de la cañonera y de bayonetas caladas contra “nativos revoltosos.”
De hecho, la época posterior a la Guerra Fría ha devuelto en esencia a Europa, a Occidente en general y gran parte del mundo en cuanto a la influencia de los Estados de la OTAN no sólo al status quo ante previo a la Segunda Guerra Mundial sino aún más atrás a los años 1800 y al apogeo de la expansión colonial europea.
Efectiva, si no formalmente, las principales potencias occidentales han creado equivalentes modernos del Congreso de Viena de 1815 y del Congreso de Berlín de 1878.
El primero ocurrió hacia el fin mismo de las Guerras Napoleónicas con la inminente derrota de Bonaparte en Waterloo y fijó el fundamento de la Santa Alianza y su nuevo orden de entonces, que debía asegurar que nunca los tronos europeos volvieran a ser desafiados por la amenaza del republicanismo.
La dispensa posterior a 1991 ha recreado la proscripción de la forma republicana de gobierno y la ha aplicado al comunismo y a otras variantes del socialismo y por cierto a cualesquiera partidos políticos y movimientos populares que puedan defender los intereses de la mayoría, dentro de Europa o fuera de ella, frente a elites transnacionales – así llamadas euro-atlánticas.
El segundo modelo, el del Congreso de Berlín, fue la salva de apertura de la alteración de las fronteras nacionales en los Balcanes y el comienzo de la disputa por África, que sería lanzada en serio seis años después en la Conferencia de Berlín.
Similitudes entre entonces y el período actual no requieren mucho comentario, ya que saltan a la vista.
La Conferencia de Berlín, a la que asistieron representantes de Austria-Hungría, Bélgica, Gran Bretaña, Dinamarca, Francia, Italia, Holanda, Portugal, Prusia, España y Suecia-Noruega, abrió toda África, especialmente la cuenca del Río Congo, y la región de los Grandes Lagos, a las formas más brutales y cínicas de rapiña y saqueo.
Fue también el prototipo para ataques militares y económicos conjuntos, colectivos, europeos occidentales, contra naciones virtualmente indefensas, que no tardó en ser replicado en China en 1900 invadida por fuerzas militares de Austria-Hungría, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia y EE.UU. para reprimir la Rebelión de los Bóxer y proteger intereses económicos occidentales.
Para demostrar hasta qué punto el pasado es ahora el presente, en un artículo escrito en conjunto en The Times de Londres en junio pasado, George Robertson y Paddy Ashdown, de quienes hablaremos más adelante, afirmaron que “la cooperación multilateral en el ámbito europeo tiene que… involucrar más cooperación en la defensa si ha de ser tomada en serio. El impulso por crear grupos de combate de la UE debe ser acelerado, compatibilizado enteramente con las fuerzas de reacción de la OTAN y debería formar la base de una capacidad europea emergente de contrainsurgencia capaz de operar en Estados fracasados y entornos post-conflicto.” The Times, 12 de junio de 2008)
El documento, en realidad un manifiesto militar y una llamada a la acción para las elites occidentales, también incluyó la observación de que “Esto será vital si se nos llama… a extender la autoridad pública a algunos de los espacios no gobernados que la globalización está ayudando a generar.”
Y el artículo culmina en este análisis – rudo, revelador y hubristico por igual:
“Por primera vez en más de 200 años nos movemos hacia un mundo que no está totalmente dominado por Occidente. Si queremos influenciar ese entorno en lugar de ser chantajeados por él, si queremos asumir algunas de las características preocupantes de la globalización, el multilateralismo real, práctico, es una necesidad estratégica…”
Haya o no alguien más en el mundo que considere que el deseo de las principales potencias occidentales y de su clase gobernante de asumir, reclamar y expandir la dominación global represente una necesidad, el plan es decididamente estratégico.
A diferencia de las divagaciones de oscuros académicos que rediseñan el mundo y sus divisiones nacionales en la seguridad de sus propias mentes y confortables asientos en las bibliotecas universitarias, el pronunciamiento en The Times apareció allí porque sus autores son cualquier cosa pero no teóricos abstractos, historiadores o filósofos políticos.
Son importantes arquitectos e implacables ejecutores del orden que propugnan, ambos probados en la post-Guerra Fría, o como ellos mismos podrían presentarlo, en el laboratorio posmoderno que fueron los Balcanes en los años noventa.
Lord George Robertson, es secretario de defensa británico y aun par del reino de por vida y barón de Port Ellen, fue secretario general de la OTAN desde 1999 hasta 2004, sucesor de Javier Solana, que ha pasado a ser Alto Representante para Política Exterior y de Seguridad Común y secretario general tanto del Consejo de la Unión Europea como de la Unión Europea Occidental. En realidad, ministro de exteriores colectivo de la Unión Europea.
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