Popayán, 4 de febrero de 2009
Es un tema doloroso. Pido disculpas por pensar en ello y más, por atreverme a escribir. Un gran hombre está en ciernes de dejar a la humanidad. Se apaga ante nuestros ojos una gran vida. Pero, su espíritu y pensamiento brilla con mayor luminosidad. Mientras su salud se debilita, su obra se agiganta y fortalece. No es sólo la revolución cubana. Fidel está encarnado en los movimientos sociales y populares de América Latina y del mundo entero. Además, para felicidad de los pueblos, y para satisfacción de él mismo, se ha personificado en 7 presidentes que están a la cabeza y son vanguardia de la revolución mundial.
El gran Fidel, el viejo Fidel, el querido Fidel, el incansable e invencible comandante de la revolución cubana, antes de su traslado a la eternidad, nos deja su reemplazo. No es uno sólo, Raúl, su hermano. Son seis líderes más, que individualmente no lo igualan, pero unidos entre sí y con sus pueblos, ya están enriqueciendo las conquistas y la práctica revolucionaria de los pueblos del mundo.
Juntos lo van a superar porque representan la fuerza y la riqueza étnica, social, cultural, y política de la Patria Grande Indoamericana. Evo Morales, de la etnia urú de los lagos de Titicaca; Hugo Chávez, a la vez mulato y zambo; Daniel Ortega, Ignacio Lula Da Silva, Fernando Lugo y Rafael Correa, mestizos como la mayor parte de la población; y Raúl Castro - como su hermano - de ascendencia gallega-española. ¡Qué gallada tan variopinta!
Todos de origen humilde o a lo sumo de clase media. Campesino cocalero, el boliviano; obrero metalúrgico, el brasilero; militar patriota, el venezolano; combatientes guerrilleros desde su juventud, el nicaragüense y el cubano; teólogo y sociólogo popular, el paraguayo; y, finalmente, economista y catedrático, el ecuatoriano. ¡Qué riqueza y diversidad la de éste equipo!
La cultura de nuestros pueblos está concentrada en nuestros líderes. La revolución indo-americana es multicultural. Lo caribeño con su explosiva espontaneidad, herencia de los pueblos afro; la peculiar cultura brasileña fruto de una intensa mixtura poblacional; lo indígena andino, con su particular serenidad y firmeza, resultado de una cultura milenaria y de 5 siglos de resistencia. Todo ello alimentado con migraciones europeas, asiáticas y africanas. ¡Qué potencial mestizo el que tenemos entre manos!
La mayoría de ellos – posiblemente - no tengan la formación marxista de Fidel. Sin embargo, están construyendo el Socialismo del Siglo XXI. No a partir de una cartilla ni de una fórmula. Es la vida la que los empuja. Chávez pensaba en un tercera vía a partir de su movimiento cívico-militar de corte nacionalista; Evo fue construyendo su camino en medio de los movimientos sociales; Lula está al frente del partido de los trabajadores (PT) más importante del mundo, buscando el equilibrio en una sociedad tan compleja como la brasileña, pero con un poderoso movimiento como el MST presionando desde la base por verdaderos cambios estructurales; Ortega y Castro con la herencia del socialismo cubano, enfrentados a difíciles realidades y tratando de superar (recreando) los postulados de la vieja izquierda del siglo pasado; y Lugo y Correa, con la mente abierta, avanzando a pasos gigantescos, apoyándose en los movimientos sociales y en una población ávida de transformaciones, desarrollo y bienestar integral. ¡Grandes aportes a la revolución mundial saldrán de esa olla de ideas en evolución y en ebullición!
A todo lo anterior hay que sumarle el aporte de las corrientes de pensamiento revolucionario, marxista, humanista, científico y artístico que están llegando desde todos lados. Poco a poco los demás pueblos americanos nos estamos sumando a este torrente y torbellino creador.
Hasta el mundo norteamericano, con todo su sabor y vigor de inmigrantes y su amplia tonalidad cultural, está siendo arrastrado por los vientos de cambio y transformación.
Lástima que Fidel no dure otros 100 años para que viera con sus propios ojos ese futuro brillante que él ha ayudado a construir. ¿O, seguramente, siempre lo ha tenido en su mente? ¿Será acaso ese el fogón que le da esa fuerza de “caballo” galopante?
Ese es el legado de Fidel. Su incomparable ejemplo, su inmensa sabiduría, la capacidad de estratega, su infinito amor por el pueblo, esa fe en la humanidad que le brota en las palabras, y su capacidad para interpretar a las masas populares, será lo que recordaremos por siempre quienes seguimos su senda.
Para poder completar esa obra debemos unirnos con lo que somos y tenemos. Sin pretender uniformar la revolución. Sin que lo mestizo se sienta superior a lo indígena. Sin
vanguardismos obreros o campesinos. Con puntos de apoyo y divergencias creadoras. Con líneas gruesas y prácticas concretas. Intercambiando, aprendiendo y corrigiendo. Sin militarismos apabullantes pero sin pacifismos ingenuos. Sintiéndonos individuales y a la vez comportándonos como humanidad. Sólo así seremos millones de “fideles” y seremos fieles a su gran heredad.
Desde su Cuba libre, ya está viendo – seguramente ceñudo y preocupado - cómo el capitalismo se hunde a sus pies. Él ya lo había previsto. Mantendremos su bandera y no claudicaremos.
¡Patria (grande) o muerte!
¡Venceremos!
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