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miércoles, 4 de febrero de 2009

Las dos conciencias


"No es la concien­cia de los hombres la que determina su ser; es, por el contra­rio, su ser social el que determina su conciencia"
Marx, "Contribución a la crítica de la Economía Política".

Jaime Richart Para Kaos en la Red

Nos lo recuerda hoy Javier Ortiz en su columna de Público.
Correcto, si aceptamos que el hombre tiene una sola conciencia. Pero me da la impresión -sólo puedo hablar de impresión porque no puedo probarlo científicamente, ni creo que como a dios otros pue­dan demostrármelo- de que lo mismo que hablamos de distintas cla­ses de memoria, tenemos más de una conciencia en compartimentos estancos. Por lo menos dos, o una dividida en dos.

Una fija, por decir así, sólida o débil, con la que el sujeto examina, ana­liza, escruta, juzga, condena y compara, considerada a sí misma como el centro de todas las cosas (la conciencia personal), y otra even­tual, sólida o débil o inexistente, con la que el sujeto ve a los de­más como objetos de su mayor o menor interés o incluso de su abso­luto desinterés (la conciencia social).

De aquí que el mayor o menor grado de percepción de "el otro" deter­mina que en el proceso valorativo de "el otro", la segunda concien­cia, la social, "ve" a los demás como una prolongación de sí mismo y con análogas necesidades materiales, mientras que la concien­cia personal ignora o los relega como simples apéndices de su existencia. La primera se "desvive" por atender a los demás como si formaran parte de ella misma, mientras que la segunda "vive" a costa de los demás.

Un político, un gobernante, un juez, un empresario y toda la gama de los sujetos sociales que sobresalen del resto, son gentes con una conciencia personal inflada hasta extremos patológicos. Quiere esto decir en roman paladino que, por definición, carecen de escrúpulos, y aun podría añadirse que si han de persistir en su “ser” tampoco pue­den permitirse el lujo de tenerlos. O al menos carecen de la misma clase de escrúpulos que tenemos el resto de los mortales, pues la conciencia personal en nosotros es débil en la medida que se agi­ganta la conciencia social, prácticamente holística (que abarca a toda la humanidad). En último término los escrúpulos de aquellos, mientras permanecen en sus respectivos protagonismos son de paño y factura que nada tienen que ver con los del resto.

El sistema socialista real intenta potenciar al máximo la conciencia social. El sistema capitalista, y aún más el neoliberal, lo que intentan es justamente robustecer la conciencia personal y bloquear, anular y aun extirpar todo vestigio de conciencia social para que opere el fa­moso proceso de selección natural: eso brutal que impera y media entre depredadores y depredados. Mientras la conciencia social no avance en detrimento de la personal, este sistema no tendrá nin­guna posibilidad de sobrevivirse a sí mismo ni superar las consabi­das crisis y recesiones. Si hay inconvenientes, quede lo anteriormente expuesto como proposición.


Jaime Richart en Kaos en la Red

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