Por:
Mario López
Si en Colombia el uribismo logra controlar el congreso (Senado y Cámara), el Banco de la República, los organismos de control, la rama de la justicia y de contera cuenta con el beneplácito de todos los medios masivos de información eso es producto del carisma del presidente y la fuerza de las instituciones;
mientras que en Venezuela, ello mismo, es producto del abuso de poder del autoritarismo chavista.
En Colombia debe permitirse la reelección continua del presidente Uribe porque así lo quieren millones de colombianos que firmaron un pedido de referendo y su vocación democrática no puede ser burlada, además lo certifican las encuestas.
En Venezuela no, porque el populista se dedicará a “exportar su revolución” y a engullir lo poco que queda de institucionalidad. Los estudiantes de universidades públicas y privadas que se expresan en las calles de Caracas cada vez que lo desean son héroes libertarios, mientras que sus pares de la Nacional, la Pedagógica y la Distrital no son más que instrumentos del terrorismo de las FARC.
Ser incondicionales de la política militarista del presidente gringo más desprestigiado de toda la historia, acompañar la invasión a Irak, tolerar el paramilitarismo, arremeter a la insurgencia son políticas de un estadista.
Distanciarse y confrontar el discurso neoconservador de Bush Jr., acercarse a China, Rusia y privilegiar el comercio con América Latina no solo es demagógico sino belicoso e incontinente.
Si Uribe reparte cheques del erario para Familias en Acción es política redistributiva,
si Chávez apropia bolívares para las Misiones es soborno electoral.
Es la vieja tradición de la doble moral de la dirigencia. Tenemos (en Colombia) un Congreso copado por el paramilitarismo, igual que el poder local en vastas regiones; un ambiente social, económico y cultural cruzado por los dineros fáciles del narcotráfico y el casino piramidal que ha permeado tanto a los prohombres del poder como el paisano más humilde, desde la urbe hasta la aldea más remota y sin embargo, nos damos la licencia de decirle a nuestro vecino (segundo cliente comercial) que su sistema de vida y modelo no es decente.
Todo lo que Chávez ha hecho es modificar la tradición de gobiernos latinoamericanos. Resolvió llevarles servicios (salud, educación y mercados) al 70 por ciento de los negros venezolanos que fueron amontonados en las lomas de las ciudades y mirados como cucarachas por los blanquitos que durante 100 años disfrutaron a discreción de la renta petrolera.
Eso lo ha hecho en estos 10 años obteniendo cada mandato en las urnas observando la democracia y la constitución. Su gran pecado es contar con el apoyo masivo de los excluidos que nunca fueron considerados ni ciudadanos ni seres humanos. “Pero es que Chávez tiene una Asamblea (Legislativo) de bolsillo”, pero no se explica que fue la misma oposición la que consagrada al saboteo a la economía y al golpe de Estado resolvió marginarse y abstenerse en las elecciones al hemiciclo.
Aún con todo y su condición de desplazada del gobierno central, cuenta con poderosos medios de información; canales de televisión, decenas de periódicos de circulación nacional y regional, cadenas de radio AM y FM. Dirige amplias regiones claves. Es propietaria de la totalidad de zonas exclusivas del país y mantiene una presencia determinante en la Iglesia, estratos altos y medios; y sigue tutelando la iniciativa social y cultural de la infraestructura comercial, residencial, empresarial, universitaria y lúdica de la nación, además que cuenta con la cobertura multiplicadora y única de las transnacionales de la prensa.
En ese orden de ideas vale la pena preguntar ¿Cuántos medios masivos controla la oposición en Colombia? ¿Y qué espacios y ámbitos domina distintos al señalamiento y amenaza constantes del Ejecutivo? En el fondo el encono y pugnacidad contra el proceso bolivariano esconde un temor: Que los desheredados comprendan que hay un camino alternativo al gobierno de los “notables y principales” y que por fuera de la orbita del mercado y la adulación a las entidades de los Estados Unidos es posible practicar un modelo cercano a la solidaridad.
Los ilustrados señoritos con aspiraciones a ministros y embajadores que transpiran odio chavista deberían reconocer que los miserables (ya no pobres) tienen una opción distinta, en democracia, que insistir en la torpeza rebelde de los fusiles. Lo anterior no pretende ocultar las fallas y equívocos, que los hay, del proceso bolivariano y que merecen otro artículo, lo que no es razonable es pretender que en Uribe todo es perfecto, pero en Chávez, eso mismo, es terrible.
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