American curios
David Brooks
▲ El presidente estadunidense, Donald Trump, entona el himno nacional
en la Casa Blanca. El mandatario ha emprendido una fuerte campaña para
terminar con la protesta de los atletas que se niegan a interpretar el
himno al comienzo de un partido en señal de protesta por el abuso
policiaco contra la población afroestadunidense.Foto Ap
Aún antes de que el
equipo campeón nacional de basquetbol Golden State Warriors de
California conquistara la corona al derrotar a los Cavaliers de
Cleveland la semana pasada, ambos equipos ya habían anunciado –a través
de sus súper estrellas– que ninguno de los dos acudiría a la Casa Blanca
para la tradicional visita del equipo campeón.
Lo mismo sucedió el año pasado. La respuesta de Trump fue desinvitar a los que ya habían dicho que no aceptarían ir a su fiesta.
Pocos días antes, al equipo campeón de la Liga Nacional de Futbol
(NFL), Águilas de Filadelfia, se le retiró la invitación por el niño de
la Casa B lanca, quien se enfureció cuando le avisaron que muchos
integrantes de ese equipo no asistirían al acto. En su lagar, Trump
realizó un acto patriótico donde apremió a la ciudadanía a ponerse
siempre de pie para respetar el himno, pero mientras se entonaba otra
canción patriotera God Bless America, se le olvidó la letra.
Todo fue parte de la larga campaña de Trump por suprimir la expresión
de protesta de atletas –sobre todo los de color– en los campos de juego
durante los tradicionales ritos patriótico-religiosos que marcan esos
espectáculos y que siempre incluyen el himno nacional. De hecho, la NFL
cedió ante las presiones de Trump y en mayo anunció una nueva regla que
obliga a los jugadores a mantenerse de pie durante el himno o serán
multados. Trump festejó la decisión el mes pasado afirmando que los
atletas
deben ponerse de pie, orgullosamente, para el himno nacional y no deberían jugar, no deberían estar ahí, tal vez no deberían de estar en el país, si se niegan.
Steve Kerr, el técnico del campeón Warriors, quien junto el famoso
entrenador de los Spurs de San Antonio, Gregg Popovich, han sido feroces
críticos del presidente, denunció la decisión de la NFL señalando que
los jugadores de futbol “se estaban hincando para protestar por la
brutalidad policiaca, la desigualdad racial. No estaban faltando al
respeto a la bandera o los militares, pero nuestro presidente decidió
que de eso se trataba… y eso es, de cierta manera, lo que está mal en
nuestro país ahora… Las personas en altos puestos están buscando dividir
lealtades… La bandera es una representación de lo que somos, lo cual es
la diversidad, la protesta pacífica, el derecho a la libre expresión”.
En 2016, el mariscal de campo Colin Kaepernick, de los 49ers
de San Francisco, rehusó ponerse de pie durante el himno nacional antes
de un partido, declarando:
no me voy a poner de pie para demostrar orgullo a una bandera de un país que oprime a gente negra y gente de color, y con ello se inició una protesta silenciosa entre jugadores de varios equipos expresada al hincarse sobre una rodilla durante el himno nacional, detonando la ira de derechistas, entre ellos el presidente. Kaepernick ha pagado caro; nadie lo ha recontratado en la liga.
Las expresiones disidentes de atletas son peligrosas para el poder.
Vale recordar los puños en alto de los dos atletas afroestadunidenses,
Tommie Smith y John Carlos, en los Juegos Olímpicos de 1968 en México, o
la figura de Muhammad Alí en defensa de la dignidad afroestadunidense y
su oposición a la guerra de Vietnam, entre tantos otros.
Algunos analistas de izquierda suelen repetir que, junto a la
religión, el deporte profesional es también el opio del pueblo. Desde la
Roma imperial se hablaba de que la cúpula mantiene quieto al pueblo con
pan y circo. El circo eran los juegos, incluyendo los concursos entre
gladiadores. Al llevar su política racista y de supresión de disidencia
al terreno del deporte, al circo, Trump está provocando una respuesta de
los gladiadores de hoy.
Atletas profesionales declinando invitaciones del presidente para
festejar sus campeonatos y estrellas y técnicos del deporte profesional
denunciando la política nacional e internacional no tiene precedente, es
una especie de rebelión de los gladiadores, algunos de los cuales –a
diferencia de los políticos– son héroes del pueblo.
Cuentan que en el pasado esas cosas eran síntomas de la caída de imperios.
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