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lunes, 11 de junio de 2018

Gladiadores rebeldes

American curios
David Brooks

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▲ El presidente estadunidense, Donald Trump, entona el himno nacional en la Casa Blanca. El mandatario ha emprendido una fuerte campaña para terminar con la protesta de los atletas que se niegan a interpretar el himno al comienzo de un partido en señal de protesta por el abuso policiaco contra la población afroestadunidense.Foto Ap

Aún antes de que el equipo campeón nacional de basquetbol Golden State Warriors de California conquistara la corona al derrotar a los Cavaliers de Cleveland la semana pasada, ambos equipos ya habían anunciado –a través de sus súper estrellas– que ninguno de los dos acudiría a la Casa Blanca para la tradicional visita del equipo campeón.
Lo mismo sucedió el año pasado. La respuesta de Trump fue desinvitar a los que ya habían dicho que no aceptarían ir a su fiesta.
Pocos días antes, al equipo campeón de la Liga Nacional de Futbol (NFL), Águilas de Filadelfia, se le retiró la invitación por el niño de la Casa B lanca, quien se enfureció cuando le avisaron que muchos integrantes de ese equipo no asistirían al acto. En su lagar, Trump realizó un acto patriótico donde apremió a la ciudadanía a ponerse siempre de pie para respetar el himno, pero mientras se entonaba otra canción patriotera God Bless America, se le olvidó la letra.
Todo fue parte de la larga campaña de Trump por suprimir la expresión de protesta de atletas –sobre todo los de color– en los campos de juego durante los tradicionales ritos patriótico-religiosos que marcan esos espectáculos y que siempre incluyen el himno nacional. De hecho, la NFL cedió ante las presiones de Trump y en mayo anunció una nueva regla que obliga a los jugadores a mantenerse de pie durante el himno o serán multados. Trump festejó la decisión el mes pasado afirmando que los atletas deben ponerse de pie, orgullosamente, para el himno nacional y no deberían jugar, no deberían estar ahí, tal vez no deberían de estar en el país, si se niegan.
Steve Kerr, el técnico del campeón Warriors, quien junto el famoso entrenador de los Spurs de San Antonio, Gregg Popovich, han sido feroces críticos del presidente, denunció la decisión de la NFL señalando que los jugadores de futbol “se estaban hincando para protestar por la brutalidad policiaca, la desigualdad racial. No estaban faltando al respeto a la bandera o los militares, pero nuestro presidente decidió que de eso se trataba… y eso es, de cierta manera, lo que está mal en nuestro país ahora… Las personas en altos puestos están buscando dividir lealtades… La bandera es una representación de lo que somos, lo cual es la diversidad, la protesta pacífica, el derecho a la libre expresión”.
En 2016, el mariscal de campo Colin Kaepernick, de los 49ers de San Francisco, rehusó ponerse de pie durante el himno nacional antes de un partido, declarando: no me voy a poner de pie para demostrar orgullo a una bandera de un país que oprime a gente negra y gente de color, y con ello se inició una protesta silenciosa entre jugadores de varios equipos expresada al hincarse sobre una rodilla durante el himno nacional, detonando la ira de derechistas, entre ellos el presidente. Kaepernick ha pagado caro; nadie lo ha recontratado en la liga.
Las expresiones disidentes de atletas son peligrosas para el poder. Vale recordar los puños en alto de los dos atletas afroestadunidenses, Tommie Smith y John Carlos, en los Juegos Olímpicos de 1968 en México, o la figura de Muhammad Alí en defensa de la dignidad afroestadunidense y su oposición a la guerra de Vietnam, entre tantos otros.
Algunos analistas de izquierda suelen repetir que, junto a la religión, el deporte profesional es también el opio del pueblo. Desde la Roma imperial se hablaba de que la cúpula mantiene quieto al pueblo con pan y circo. El circo eran los juegos, incluyendo los concursos entre gladiadores. Al llevar su política racista y de supresión de disidencia al terreno del deporte, al circo, Trump está provocando una respuesta de los gladiadores de hoy.
Atletas profesionales declinando invitaciones del presidente para festejar sus campeonatos y estrellas y técnicos del deporte profesional denunciando la política nacional e internacional no tiene precedente, es una especie de rebelión de los gladiadores, algunos de los cuales –a diferencia de los políticos– son héroes del pueblo.
Cuentan que en el pasado esas cosas eran síntomas de la caída de imperios.

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