Silvia Ribeiro
Los piratas de la geoingeniería
marina no se rinden. Aunque la fertilización oceánica está bajo
moratoria en Naciones Unidas, la compañía Oceaneos –que busca hacer
experimentos con esta riesgosa técnica en Chile y Perú, donde no tiene
permiso de las autoridades– se presentó en 2018 en una cena de
inversores de la agencia Open Angel, en Vancouver, Canadá, buscando
fondos para esos experimentos contaminantes, como si fueran una simple
inversión más (https://tinyurl.com/ybeorhpd ver pág. 3).
Dar información falsa a comunidades, autoridades e inversores parece
ser lo usual en el grupo detrás de Oceaneos. Varios de sus integrantes
eran antes parte de la empresa Haida Salmon Restoration Corporation
(HSRC), que en 2012 realizó el mayor experimento ilegal de fertilización
oceánica en un territorio indígena en Haida Guaii, Columbia Británica,
Canadá, engañando a la comunidad indígena residente. El mal afamado
geoingeniero Russ George, quien antes intentó hacer el experimento en
Galápagos, fue director científico de HSRC
Convencieron a la comunidad de Old Masset de aportar un millón de
dólares a la empresa HSRC, con la promesa de aumentar la población de
salmones con fertilización oceánica y además cobrar créditos de carbono
por ello.
No les informaron, como tampoco ahora a las autoridades en Chile y
Perú ni a los potenciales inversores reunidos por Open Angel, que la
fertilización oceánica, por sus altos riesgos sobre ecosistemas y
cadenas alimentarias marinas, está desde 2009 bajo moratoria en el
Convenio de Biodiversidad (CDB) o que desde 2013 el Protocolo de Londres
sobre vertidos en el mar, decidió prohibirla. En ambos casos, con
excepción de experimentos a pequeña escala con fines científicos, que no
permiten obtener créditos de carbono.
Cuando organizaciones de la sociedad civil denunciaron el experimento
ilegal en Haida Gwaii, las autoridades ambientales de Canadá iniciaron
un proceso legal de investigación, aún abierto. El experimento creó
conflictos en la Nación Haida, pero cuando ésta entendió el contexto y
riesgos, rechazaron al proyecto y a la empresa (https://tinyurl.com/yayujozt).
Quien gestionó el apoyo económico de la comunidad indígena a la
empresa HSRC fue John Disney, actualmente parte del equipo de Oceaneos,
del cual también forma parte Peter Gross, otro miembro de HSRC. El
actual presidente de Oceaneos, Michael Riedijk, estaba a cargo de
monetizarlos créditos de carbono que generaran las actividades de fertilización oceánica de HSRC, desde su empresa Blue Carbon Solutions.
Para intentar desvincularse de ese turbio pasado, en el cual HRSC
está interpelada legalmente, Oceaneos cambió nombre de empresa y
actividad. A la geoingeniería con fertilización océanica la rebautizaron
siembra oceánica, ya no hablan de créditos de carbono, sino solamente de una técnica para aumentar poblaciones de peces. Antes era una solución mágica para el cambio climático, ahora es la técnica que resolverá el problema del decline de peces en los oceános. No obstante, se aluden al experimento ilegal en Haida Guaii, como referencia exitosa de su tecnología.
Se presentan en Chile como
Fundación de Investigación Marina Oceaneos, pero provienen de la empresa con fines de lucro Oceaneos Environmental Solutions, que posee varias patentes sobre técnicas de fertilización oceánica para secuestro de carbono.
En Perú, se presentaron directamente como empresa Oceaneos Perú S.A.C
y solicitaron hacer experimentos de fertilización oceánica en los
departamentos de Ica, Arequipa y Moquegua, lo cual no fue aprobado por
objeciones del Instituto del Mar de Perú (https://tinyurl.com/ybp4f7sp).
Chile y Perú son signatarios del CBD y del Convenio de Londres, que Oceaneos violará si lleva a cabo sus experimentos.
En 2017, seis institutos científicos y académicos relacionados a la
investigación marina en Chile se pronunciaron firmemente contra este
tipo de iniciativa, haciendo público un documento con las 10 razones
principales por las que se oponen a los proyectos de fertilización
oceánica con fines comerciales (https://tinyurl.com/y8kkrvzn).
Entre otras cosas, explican que los riesgos son altos y los
resultados son inciertos; que no existe evidencia científica de que la
fertilización con hierro aumente las poblaciones de peces (tampoco de
que secuestre carbono en forma permanente); que todo el proceso de
Oceaneos es turbio y parece conectado a fines de lucro, no de
investigación. Entre otros riesgos, señalan el desequilibrio de la
cadena alimentaria y la creación de zonas oceánicas intermedias donde
faltará oxígeno, con grave afectación a la vida marina, así como el
potencial surgimiento de algas tóxicas. Coincide con los estudios
científicos sobre los que se basan las moratorias en Naciones Unidas (https://tinyurl.com/y95wqsgv).
Peter von Dassow, investigador del Instituto Milenio de Oceanografía
en Chile, explica también que experimentos recientes con botellas de
agua tomadas en la surgencia oceánica cerca de Coquimbo, comprobaron que
la fertilización con hierro aumentó el ácido domoico, que indica la
formación de algas tóxicas, algo que aumentará si se hace un experimento
a escala como pretende Oceaneos. Esta biotoxina es altamente riesgosa
para la vida marina y también humana si se consumen peces o moluscos que
hayan ingerido esas algas.
La línea roja que une a estos piratas desde Canadá a Chile es el
engaño a comunidades, autoridades y al público, con argumentos
seudocientíficos, que intentan disimular su verdadero objetivo: lucrar
con experimentos de geoingeniería que dañan al medio ambiente y la vida
marina.
*Investigadora del Grupo ETC
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