Elecciones en Colombia
Incertidumbre y esperanza en Rusia y en las urnas
 Dos pasiones recorren estos días cada rincón de Colombia, ocupando casi
 todas las conversaciones, debates, preocupaciones y esperanzas de las y
 los colombianos: el Mundial de fútbol de Rusia, en el que la selección 
neogranadina debutará el martes 19 contra Japón, y la segunda vuelta 
presidencial, que tendrá lugar este domingo 17 y donde se elegirá al 
próximo inquilino de la Casa de Nariño. Es de destacar que, junto a la 
candidatura presidencial, también se escoge la fórmula vicepresidencial 
de cada candidato. En esta ocasión, sea cual sea el resultado, Colombia 
tendrá por primera vez una mujer al frente de este importante cargo. 
 Ambos eventos se dejan notar también en los espacios públicos a lo 
largo y ancho del país. Además de los habituales puestos de comida, 
dulces, artesanías y fruta, estos días se pueden ver multitud de 
vendedores de banderas, gorras, camisetas amarillas y vuvuzelas junto a 
grupos de personas repartiendo propaganda electoral, coches y ventanas 
de casas con carteles de los candidatos o pancartas atravesando calles. 
Pero una sensación es compartida en el ánimo de las y los colombianos 
respecto a estos acontecimientos: el tránsito en ambos sentidos de la 
fina línea que une la incertidumbre con la esperanza: todo está en 
juego, hay partido. 
 Incertidumbre porque nadie sabe con certeza
 qué va a pasar, ni en los estadios rusos ni en los colegios electorales
 colombianos. Esperanza porque, por un lado, el entusiasmo con que se 
vive el mundial hace que, cuando hay partido, desde la casa más humilde 
hasta los despachos ministeriales se paralicen; y ello hace pensar que 
confían en la victoria. Esperanza, por el otro lado, porque puede ser la
 primera vez en la historia que Colombia inaugure un ejecutivo netamente
 progresista, diferente al de las grandes familias que han gobernado 
históricamente el país. 
 Segunda vuelta ajustada: cada candidato suma apoyos 
 Las encuestas reflejan un acercamiento cada vez mayor del candidato de 
izquierda, Gustavo Petro, al derechista Iván Duque. Las últimas 
mediciones publicadas revelan una diferencia de 5 puntos, prácticamente 
empate técnico, que no recogen el posible efecto de importantes 
adhesiones a la campaña de Petro como las mediáticas y populares figuras
 de la Alianza Verde Antanas Mockus y Claudia López e Íngrid Betancourt,
 la excandidata presidencial conocida por haber estado secuestrada 
durante 6 años por las FARC, hoy símbolo de reconciliación y apuesta 
decidida por la Paz. Los días transcurridos tras la primera vuelta 
electoral han sido de auténtico vértigo político, donde se han 
reajustado las alianzas, adhesiones, encuentros y desencuentros entre 
los dos finalistas y los partidos y candidatos que no lograron llegar a 
segunda vuelta. 
 Alrededor de Iván Duque, candidato delfín del 
expresidente Álvaro Uribe y de su partido Centro Democrático, se han 
posicionado, en un hecho sin precedentes en la política colombiana, 
todas las estructuras partidistas que representan la política 
tradicional del país. Hasta su campaña han llegado los apoyos de los 
históricos y otrora enemistados Partido Conservador y Liberal, el 
gobernante Partido de la U, Cambio Radical, del excandidato Germán 
Vargas Lleras, el evangélico y cada vez más influyente MIRA y otros 
pequeños de derecha y extrema derecha. Esto podría entenderse como un 
apoyo determinante, pero si se tienen en cuenta los resultados de la 
primera vuelta, donde las opciones “rupturistas” con la política 
tradicional y enfrentadas contra la corrupción obtuvieron mayoría de 
votos, podría jugar en contra de Duque. El ciudadano medio, descontento 
con la situación e indeciso con el voto en segunda vuelta, podría ver 
con malos ojos un cierre o bunkerización de la clase política alrededor 
del candidato que puede garantizar la conservación de sus privilegios. 
Este juego de reparto de poder, conocido como “mermelada”, consiste en 
el reparto de carteras ministeriales y miles de contrataciones para esas
 estructuras cada vez más alejadas de la ciudadanía. También cuenta con 
el apoyo de casi todo el poder económico y militar del país, así como de
 importantes figuras de la música y la televisión. 
 Del otro 
lado, Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, pasó a la segunda vuelta con 
su movimiento de la “Colombia Humana”, nombre apropiado del lema que usó
 en su etapa de alcalde de la capital, la “Bogotá Humana”. Bajo esa 
marca implementó reformas para que la educación y la salud llegaran a 
los barrios más pobres de la ciudad, prohibió la tauromaquia y se 
enfrentó a importantes centros de poder económico, como los de la 
energía, el transporte o las basuras. Esto le valió una inhabilitación 
por parte del ultracatólico exprocurador general Alejandro Ordóñez, 
generando grandes movilizaciones en Bogotá a favor de Petro que le 
granjearon una popularidad creciente que ha sabido aprovechar en la 
carrera presidencial. 
 Todos reconocen que Petro es un animal 
político, con una oratoria impecable que ha llenado las plazas de todo 
el país de una forma tan masiva y entusiasmada que hacía décadas que no 
se veía en la política colombiana. A la Colombia Humana le han 
acompañado desde el principio en esta gira los partidos MAIS (Movimiento
 Alternativo Indígena y Social), pata electoral de la ONIC (Organización
 Nacional Indígena), la más representativa del país y la Unión 
Patriótica, expresión electoral del histórico Partico Comunista 
Colombiano luego de su separación de las FARC. La Unión Patriótica es 
historia viva de la falta de garantías para el ejercicio de la política 
de oposición de izquierda en Colombia, habiendo sido dos candidatos 
presidenciales y 5000 de sus cargos electos y militantes asesinados. 
 Es de destacar además el consenso en el apoyo a Petro de la 
tradicionalmente dividida izquierda colombiana, desde las bases del 
ahora partido FARC, pasando por la casi totalidad de los sindicatos, 
movimientos sociales, estudiantiles, las organizaciones de víctimas y 
las organizaciones comunitarias y campesinas. “Nunca se había visto algo
 así”, comenta un histórico militante comunista al respecto. Filósofos y
 académicos como Slavoj Žižek, Toni Negri, Saskia Sassen, Chantal 
Mouffle o Thomas Pikkety, anunciaron asimismo su apoyo a la candidatura 
de Petro y su fórmula vicepresidencial Ángela María Robledo. 
 
Tras la primera vuelta electoral, dieron su apoyo a la candidatura de 
Petro el Polo Democrático Alternativo (centro-izquierda) y la Alianza 
Verde. Ambos concurrieron en la llamada “Coalición Colombia”, llevando 
de candidato a Sergio Fajardo, exalcalde de Medellín. Esta registró la 
tercera posición en la primera vuelta, muy cerca de Petro, en un 
resultado mucho mayor de lo esperado, muestra del nuevo apoyo de muchos 
ciudadanos a un discurso ecologista, animalista y anticorrupción. El 
excandidato Fajardo anunció que votaría en blanco, pero sus socios 
pronto anunciaron que apoyarían a Petro, exceptuando los anteriormente 
mencionados Claudia López (exfórmula vicepresidencial de Fajardo) y 
Antanas Mockus, exalcalde de Bogotá y candidato presidencial en 2010, 
ambos con gran popularidad y reconocidos por su incansable lucha contra 
la corrupción, que demoraron unos días en escenificar su apoyo público. 
Este se dio en una rueda de prensa en la que Petro firmó una lista de 
doce compromisos entre los que se incluían medidas como “no expropiar”, 
“no convocar una asamblea nacional constituyente”, ”respetar los 
acuerdos de Paz de la Habana” o “garantizar la igualdad de género” e 
“impulsar la educación pública, gratuita y de calidad”. Pero lo que 
indica que algo puede cambiar de verdad el domingo son los apoyos 
inesperados que está recibiendo la campaña de Gustavo Petro desde 
amplios sectores del Partido Liberal (sobre todo jóvenes y congresistas 
descontentos con la dirección de su partido), incluso del partido de la 
U, del gobernante Santos. También se han sumado a este reclamo, 
importantes columnistas y figuras mediáticas de los principales medios 
de comunicación. 
 La sombra de Álvaro Uribe planea sobre el futuro del país 
 Todas estas voces plurales tienen algo en común: el rechazo a la vuelta
 de Álvaro Uribe al poder. Y es que hay un “sanbenito” del que Duque no 
ha logrado deshacerse a pesar de la intensa campaña en favor de su 
imagen, y es el de ser el “títere” del expresidente, quien no puede 
volver a presentarse por haber gobernado durante dos legislaturas. 
Uribe, con más de 280 procesos judiciales abiertos por corrupción y 
relación con el narcotráfico y el paramilitarismo, representa para una 
gran parte de la sociedad la etapa más oscura del conflicto armado 
colombiano: miles de falsos positivos, aumento del paramilitarismo y la 
impunidad de los crímenes de estado, privatizaciones de la sanidad y la 
educación, políticas de regresión de los derechos laborales, modelo 
económico basado en el extractivismo (con un deterioro ambiental cada 
vez mayor) y los tratados de libre comercio en favor de las 
multinacionales. 
 La llegada de Duque al poder supondría, además
 de la continuación de estas políticas, un duro golpe a la 
implementación de los acuerdos de Paz de la Habana con las FARC, contra 
los cuales Uribe y su partido han sido los más beligerantes. Una 
justicia profundamente conservadora, junto a un congreso poco favorable 
al fondo de los acuerdos, y un gobierno que en campaña prometió “hacer 
trizas” el acuerdo implicaría que los sueños de paz estable y duradera 
de millones de colombianos, así como un cambio en el modelo productivo y
 la reducción de las desigualdades, quedarían paralizados por los 
próximos cuatro años. 
 A pesar de la sensación de “remontada”, 
Petro tiene muchos factores en contra que pueden actuar de forma 
conjunta para impedir su victoria. La sospecha de fraude electoral es 
grande, tanto la evidente compra de votos y la coacción, dado que muchas
 zonas del país aún siguen bajo el influjo del paramilitarismo, como un 
sistema de recuento y software cuestionados. En un país donde cinco 
candidatos presidenciales fueron asesinados, el propio Petro sufrió dos 
intentos fallidos en los últimos meses, y aún es asesinado un líder 
social cada cuatro días, nada hay que pueda asegurar que la élite 
política no está dispuesta a hacer lo que sea para mantener sus 
privilegios. Aún si gana, Petro tendría unas Cortes legislativas con 
mayoría derechista, y una administración difícil de manejar debido a 
dinámicas consolidadas de extrema burocratización y corrupción y una 
cada vez mayor influencia del narcotráfico y los grupos armados en 
muchos territorios. 
 ¿Remontada? 
 En la primera 
vuelta electoral, las opciones que apostaban por la construcción de la 
paz y respetar los acuerdos con las FARC, así como una lucha frontal 
contra la corrupción, fueron más votadas que los partidos tradicionales.
 Estos días se está dirimiendo si la sociedad colombiana está preparada 
para vencer el miedo después de años sometida al discurso del “enemigo 
interno”, del odio extremo a todo lo que sonara a cambio social, 
redistribución, o equidad social, de género y ambiental. El ambiente es 
de gran politización de la realidad, pero sobre todo, de esperanza 
generalizada en que es posible hacer lo imposible. Un asesor de Petro, 
haciendo referencia a la campaña de la “remontada” de PODEMOS en las 
elecciones del 21D, lo explicaba, volviendo al fútbol que todo lo 
impregna estos días, de la siguiente manera: “tenemos que hacer lo que 
hizo Messi el 23 de Abril de 2017 en el Bernabéu: marcar un gol decisivo
 en el último minuto, en campo contrario, contra todo pronóstico, que 
desbarató la posibilidad de ganar la Liga al Real Madrid, sólo que en 
este caso, el árbitro es de ellos”. ¿Será Gustavo Petro el Messi de una 
sociedad colombiana harta de la corrupción y de la guerra, que quiere 
una Paz con Justicia Social en un Bernabéu abonado con el discurso 
guerrerista de Uribe y las políticas neoliberales de los últimos 
gobiernos, haciéndole perder la Liga a quienes nunca han soltado el 
poder en Colombia? El domingo lo sabremos. 
Álvaro
 Villegas Fuentes es Psicólogo, activista juvenil, miembro de la XIV 
Delegación Asturiana de verificación de los DDHH en Colombia.
 
 
 
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