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lunes, 18 de junio de 2018

La esperanza de un cambio histórico

Elecciones en Colombia

Incertidumbre y esperanza en Rusia y en las urnas
Dos pasiones recorren estos días cada rincón de Colombia, ocupando casi todas las conversaciones, debates, preocupaciones y esperanzas de las y los colombianos: el Mundial de fútbol de Rusia, en el que la selección neogranadina debutará el martes 19 contra Japón, y la segunda vuelta presidencial, que tendrá lugar este domingo 17 y donde se elegirá al próximo inquilino de la Casa de Nariño. Es de destacar que, junto a la candidatura presidencial, también se escoge la fórmula vicepresidencial de cada candidato. En esta ocasión, sea cual sea el resultado, Colombia tendrá por primera vez una mujer al frente de este importante cargo.
Ambos eventos se dejan notar también en los espacios públicos a lo largo y ancho del país. Además de los habituales puestos de comida, dulces, artesanías y fruta, estos días se pueden ver multitud de vendedores de banderas, gorras, camisetas amarillas y vuvuzelas junto a grupos de personas repartiendo propaganda electoral, coches y ventanas de casas con carteles de los candidatos o pancartas atravesando calles. Pero una sensación es compartida en el ánimo de las y los colombianos respecto a estos acontecimientos: el tránsito en ambos sentidos de la fina línea que une la incertidumbre con la esperanza: todo está en juego, hay partido.
Incertidumbre porque nadie sabe con certeza qué va a pasar, ni en los estadios rusos ni en los colegios electorales colombianos. Esperanza porque, por un lado, el entusiasmo con que se vive el mundial hace que, cuando hay partido, desde la casa más humilde hasta los despachos ministeriales se paralicen; y ello hace pensar que confían en la victoria. Esperanza, por el otro lado, porque puede ser la primera vez en la historia que Colombia inaugure un ejecutivo netamente progresista, diferente al de las grandes familias que han gobernado históricamente el país.
Segunda vuelta ajustada: cada candidato suma apoyos
Las encuestas reflejan un acercamiento cada vez mayor del candidato de izquierda, Gustavo Petro, al derechista Iván Duque. Las últimas mediciones publicadas revelan una diferencia de 5 puntos, prácticamente empate técnico, que no recogen el posible efecto de importantes adhesiones a la campaña de Petro como las mediáticas y populares figuras de la Alianza Verde Antanas Mockus y Claudia López e Íngrid Betancourt, la excandidata presidencial conocida por haber estado secuestrada durante 6 años por las FARC, hoy símbolo de reconciliación y apuesta decidida por la Paz. Los días transcurridos tras la primera vuelta electoral han sido de auténtico vértigo político, donde se han reajustado las alianzas, adhesiones, encuentros y desencuentros entre los dos finalistas y los partidos y candidatos que no lograron llegar a segunda vuelta.
Alrededor de Iván Duque, candidato delfín del expresidente Álvaro Uribe y de su partido Centro Democrático, se han posicionado, en un hecho sin precedentes en la política colombiana, todas las estructuras partidistas que representan la política tradicional del país. Hasta su campaña han llegado los apoyos de los históricos y otrora enemistados Partido Conservador y Liberal, el gobernante Partido de la U, Cambio Radical, del excandidato Germán Vargas Lleras, el evangélico y cada vez más influyente MIRA y otros pequeños de derecha y extrema derecha. Esto podría entenderse como un apoyo determinante, pero si se tienen en cuenta los resultados de la primera vuelta, donde las opciones “rupturistas” con la política tradicional y enfrentadas contra la corrupción obtuvieron mayoría de votos, podría jugar en contra de Duque. El ciudadano medio, descontento con la situación e indeciso con el voto en segunda vuelta, podría ver con malos ojos un cierre o bunkerización de la clase política alrededor del candidato que puede garantizar la conservación de sus privilegios. Este juego de reparto de poder, conocido como “mermelada”, consiste en el reparto de carteras ministeriales y miles de contrataciones para esas estructuras cada vez más alejadas de la ciudadanía. También cuenta con el apoyo de casi todo el poder económico y militar del país, así como de importantes figuras de la música y la televisión.
Del otro lado, Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, pasó a la segunda vuelta con su movimiento de la “Colombia Humana”, nombre apropiado del lema que usó en su etapa de alcalde de la capital, la “Bogotá Humana”. Bajo esa marca implementó reformas para que la educación y la salud llegaran a los barrios más pobres de la ciudad, prohibió la tauromaquia y se enfrentó a importantes centros de poder económico, como los de la energía, el transporte o las basuras. Esto le valió una inhabilitación por parte del ultracatólico exprocurador general Alejandro Ordóñez, generando grandes movilizaciones en Bogotá a favor de Petro que le granjearon una popularidad creciente que ha sabido aprovechar en la carrera presidencial.
Todos reconocen que Petro es un animal político, con una oratoria impecable que ha llenado las plazas de todo el país de una forma tan masiva y entusiasmada que hacía décadas que no se veía en la política colombiana. A la Colombia Humana le han acompañado desde el principio en esta gira los partidos MAIS (Movimiento Alternativo Indígena y Social), pata electoral de la ONIC (Organización Nacional Indígena), la más representativa del país y la Unión Patriótica, expresión electoral del histórico Partico Comunista Colombiano luego de su separación de las FARC. La Unión Patriótica es historia viva de la falta de garantías para el ejercicio de la política de oposición de izquierda en Colombia, habiendo sido dos candidatos presidenciales y 5000 de sus cargos electos y militantes asesinados.
Es de destacar además el consenso en el apoyo a Petro de la tradicionalmente dividida izquierda colombiana, desde las bases del ahora partido FARC, pasando por la casi totalidad de los sindicatos, movimientos sociales, estudiantiles, las organizaciones de víctimas y las organizaciones comunitarias y campesinas. “Nunca se había visto algo así”, comenta un histórico militante comunista al respecto. Filósofos y académicos como Slavoj Žižek, Toni Negri, Saskia Sassen, Chantal Mouffle o Thomas Pikkety, anunciaron asimismo su apoyo a la candidatura de Petro y su fórmula vicepresidencial Ángela María Robledo.
Tras la primera vuelta electoral, dieron su apoyo a la candidatura de Petro el Polo Democrático Alternativo (centro-izquierda) y la Alianza Verde. Ambos concurrieron en la llamada “Coalición Colombia”, llevando de candidato a Sergio Fajardo, exalcalde de Medellín. Esta registró la tercera posición en la primera vuelta, muy cerca de Petro, en un resultado mucho mayor de lo esperado, muestra del nuevo apoyo de muchos ciudadanos a un discurso ecologista, animalista y anticorrupción. El excandidato Fajardo anunció que votaría en blanco, pero sus socios pronto anunciaron que apoyarían a Petro, exceptuando los anteriormente mencionados Claudia López (exfórmula vicepresidencial de Fajardo) y Antanas Mockus, exalcalde de Bogotá y candidato presidencial en 2010, ambos con gran popularidad y reconocidos por su incansable lucha contra la corrupción, que demoraron unos días en escenificar su apoyo público. Este se dio en una rueda de prensa en la que Petro firmó una lista de doce compromisos entre los que se incluían medidas como “no expropiar”, “no convocar una asamblea nacional constituyente”, ”respetar los acuerdos de Paz de la Habana” o “garantizar la igualdad de género” e “impulsar la educación pública, gratuita y de calidad”. Pero lo que indica que algo puede cambiar de verdad el domingo son los apoyos inesperados que está recibiendo la campaña de Gustavo Petro desde amplios sectores del Partido Liberal (sobre todo jóvenes y congresistas descontentos con la dirección de su partido), incluso del partido de la U, del gobernante Santos. También se han sumado a este reclamo, importantes columnistas y figuras mediáticas de los principales medios de comunicación.
La sombra de Álvaro Uribe planea sobre el futuro del país
Todas estas voces plurales tienen algo en común: el rechazo a la vuelta de Álvaro Uribe al poder. Y es que hay un “sanbenito” del que Duque no ha logrado deshacerse a pesar de la intensa campaña en favor de su imagen, y es el de ser el “títere” del expresidente, quien no puede volver a presentarse por haber gobernado durante dos legislaturas. Uribe, con más de 280 procesos judiciales abiertos por corrupción y relación con el narcotráfico y el paramilitarismo, representa para una gran parte de la sociedad la etapa más oscura del conflicto armado colombiano: miles de falsos positivos, aumento del paramilitarismo y la impunidad de los crímenes de estado, privatizaciones de la sanidad y la educación, políticas de regresión de los derechos laborales, modelo económico basado en el extractivismo (con un deterioro ambiental cada vez mayor) y los tratados de libre comercio en favor de las multinacionales.
La llegada de Duque al poder supondría, además de la continuación de estas políticas, un duro golpe a la implementación de los acuerdos de Paz de la Habana con las FARC, contra los cuales Uribe y su partido han sido los más beligerantes. Una justicia profundamente conservadora, junto a un congreso poco favorable al fondo de los acuerdos, y un gobierno que en campaña prometió “hacer trizas” el acuerdo implicaría que los sueños de paz estable y duradera de millones de colombianos, así como un cambio en el modelo productivo y la reducción de las desigualdades, quedarían paralizados por los próximos cuatro años.
A pesar de la sensación de “remontada”, Petro tiene muchos factores en contra que pueden actuar de forma conjunta para impedir su victoria. La sospecha de fraude electoral es grande, tanto la evidente compra de votos y la coacción, dado que muchas zonas del país aún siguen bajo el influjo del paramilitarismo, como un sistema de recuento y software cuestionados. En un país donde cinco candidatos presidenciales fueron asesinados, el propio Petro sufrió dos intentos fallidos en los últimos meses, y aún es asesinado un líder social cada cuatro días, nada hay que pueda asegurar que la élite política no está dispuesta a hacer lo que sea para mantener sus privilegios. Aún si gana, Petro tendría unas Cortes legislativas con mayoría derechista, y una administración difícil de manejar debido a dinámicas consolidadas de extrema burocratización y corrupción y una cada vez mayor influencia del narcotráfico y los grupos armados en muchos territorios.
¿Remontada?
En la primera vuelta electoral, las opciones que apostaban por la construcción de la paz y respetar los acuerdos con las FARC, así como una lucha frontal contra la corrupción, fueron más votadas que los partidos tradicionales. Estos días se está dirimiendo si la sociedad colombiana está preparada para vencer el miedo después de años sometida al discurso del “enemigo interno”, del odio extremo a todo lo que sonara a cambio social, redistribución, o equidad social, de género y ambiental. El ambiente es de gran politización de la realidad, pero sobre todo, de esperanza generalizada en que es posible hacer lo imposible. Un asesor de Petro, haciendo referencia a la campaña de la “remontada” de PODEMOS en las elecciones del 21D, lo explicaba, volviendo al fútbol que todo lo impregna estos días, de la siguiente manera: “tenemos que hacer lo que hizo Messi el 23 de Abril de 2017 en el Bernabéu: marcar un gol decisivo en el último minuto, en campo contrario, contra todo pronóstico, que desbarató la posibilidad de ganar la Liga al Real Madrid, sólo que en este caso, el árbitro es de ellos”. ¿Será Gustavo Petro el Messi de una sociedad colombiana harta de la corrupción y de la guerra, que quiere una Paz con Justicia Social en un Bernabéu abonado con el discurso guerrerista de Uribe y las políticas neoliberales de los últimos gobiernos, haciéndole perder la Liga a quienes nunca han soltado el poder en Colombia? El domingo lo sabremos.

Álvaro Villegas Fuentes es Psicólogo, activista juvenil, miembro de la XIV Delegación Asturiana de verificación de los DDHH en Colombia.

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