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lunes, 11 de junio de 2018

Las trampas de Trump


Arturo balderas rodríguez

¿A qué se refiere Donald Trump cuando afirma que las naciones se han aprovechado de la buena voluntad de Estados Unidos en el intercambio comercial? Su decisión de incrementar los aranceles a los productos e insumos que ese país importa de un puñado de naciones, entre ellas México, con base en ese supuesto, es errónea y una gran mentira con fines demagógicos, según opiniones de especialistas en comercio internacional, incluidos algunos integrantes de su gabinete. El libre intercambio no es la panacea, pero argumentar que es el único responsable de las vicisitudes de los trabajadores es una trampa que oculta sus verdaderas razones.

No entender o ignorar deliberadamente el significado y la finalidad de las transacciones comerciales en un mundo cada vez más integrado y decir que con el incremento de aranceles regresarán los empleos que emigraron a otras naciones es, en el mejor de los casos, demagogia pura y barata. Como empresario, Trump sabe muy bien que las razones de esa fuga de empleo no están en la buena o mala voluntad de las naciones que ensamblan y exportan los productos que compra el consumidor estadunidense. El desplazamiento de la producción a otras naciones y otros sectores de la economía es un fenómeno que tiene que ver con la innovación, no con los aranceles. Cuando se habla de la balanza comercial de esa nación, poco o nada tienen que ver las excusas que Trump usó para iniciar un verdadero zipizape comercial en el que todos, incluidos los trabajadores estadunidenses, saldrán perjudicados. En entrevista reciente, el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, que algo sabe de eso, señala que pensar que la pérdida de empleos en Estados Unidos es exclusivamente por el bajo costo de la mano de obra, es una ilusión, ya que los productos que se importan no son elaborados exclusivamente en una sola nación. El componente de casi todos los productos que importan y exportan la mayoría de los países, incluidos Estados Unidos, es multinacional. Un ejemplo son los ubicuos IPhone, en los que sólo 4 por ciento de su precio total corresponde a China. Si se quiere proteger a los trabajadores, hay mejores formas de hacerlo: medidas domésticas, como una política fiscal que favorezca el gasto social y de salud, además de garantizar el derecho de los trabajadores a organizarse en forma independiente, son mucho más efectivas para proteger su economía y la de toda la nación. Concluye Krugman que la exportación de empleos, en última instancia, beneficia más a los empresarios que se quedan con la parte del león de las transacciones comerciales. No querer admitirlo, es simple y sencillamente, ignorancia pura o un engaño. Argumentar que mediante la imposición de 25 por ciento de impuesto a las importaciones de acero y aluminio mexicanas, canadienses y de la Unión Europea se resolverá el problema de la pérdida de empleos en la industria del acero en Estados Unidos es una mentira más. Trump lo sabe, pero no le importa jugar con el equilibrio del comercio mundial. En todo caso, no estaría de más que revisara la historia y los balances de las corporaciones que han hecho un negocio pingüe en países como el nuestro.

En este contexto, llama la atención que algunos sindicatos y organizaciones en Estados Unidos coincidan con la idea de que el libre comercio ha arrebatado los empleos y el bienestar a sus trabajadores. Diversos estudios han demostrado que no es así, sino debido a que la mayor parte de las ganancias que producen terminan en los bolsillos de unos pocos. Lo que sí es cierto es que la inflación que se derive, producto de la ocurrencia de Trump, aumentará el costo de los productos que los trabajadores consumen y deteriorará aún más la vida de ellos, no sólo en esa nación, sino en muchos países como el nuestro.
La negativa de Trump a firmar la declaración de los países integrantes del G7 y el repudio de éstos a sus trampas es un síntoma de la guerra que se aproxima, cuyo fin es difícil pronosticar.

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