1. Desde el término de la dictadura a fines de los 80, en Chile durante los gobiernos civiles la lucha de clases se ha ofrecido en términos encubiertos, puntuales, casi siempre economicistas.
2. En la década de los 90 se vivieron los ecos de la lucha antidictatorial en un marco de reflujo sustantivo de la organización y combate de los trabajadores y el pueblo. Por arriba, la Concertación logró desarticular el movimiento de masas que ya iba a la baja vertical inmediatamente después de que ganará el NO en el plebiscito de 1988. La paz social necesaria para garantizar la gobernabilidad burguesa sobre el formato de una democracia amañada por las decisiones de un puñado de direcciones partidistas autorizadas por el imperialismo norteamericano y la socialdemocracia europea, se apoyó sobre el continuismo neoliberal, el espejismo de la libertad de opción y participación, y la alienación del consenso, la unidad nacional, la democracia electoral y clientelista y el consumo. Esta nueva estrategia imperialista se impuso, prácticamente, en todo el Continente. Las dictaduras militares ya habían cumplido su labor y paulatinamente comportaban un riesgo para la estabilidad del modelo. Producto del avance exponencial de la organización resuelta de amplios sectores de trabajadores y pueblo latinoamericano durante los 60 y 70, como efecto ejemplar del triunfo de la Revolución Cubana , la guerra de Vietnam, la existencia de los llamados socialismos reales en un tercio del planeta, los movimientos antisistémicos en el corazón del principal Estado imperialista, y la relativa compensación de relaciones de fuerza entre capital y trabajo, se abrió un nuevo escenario global que en Chile cristalizó con la llegada al Ejecutivo de la Unidad Popular. Sin embargo, el imperialismo, desde sus costados fascistas, logró reestablecer el orden de sus intereses a través de dictaduras militares, patrón político demandado por el nuevo ciclo histórico fundado por la contrarrevolución capitalista. De este modo, fueron diezmadas materialmente las expresiones más decididas y anticapitalistas del Continente, descabezando los liderazgos construidos a lo largo de décadas por la clase trabajadora. Tras la estrategia política imperialista para la Región estaba la ofensiva del capital ante la baja tendencial de la ganancia y la crisis de sobreproducción de fines de los 60 y comienzos de los 70 que la burguesía mundial resolvió liberando el dólar de su convertibilidad en oro y expandiendo, sin regulación alguna, la internacionalización del capital financiero y especulativo. Las dictaduras militares y los gobiernos “democráticos” del capital en América Latina fueron los facilitadotes inmejorables para la recomposición de los intereses de las clases dominantes mundiales y, por extensión y subordinación, de las nativas. La división mundial del trabajo en los tiempos de los regímenes militares profundizó la dependencia de los países latinoamericanos, condenándolos, una vez más, a meros territorios exportadores de recursos naturales finitos, aniquilando rápidamente los incipientes procesos de industrialización pre-dictatoriales. El llamado neoliberalismo, que hizo sus primeras armas continentales –y acaso planetarias- en Chile por medio del imperio del capital sin báscula y la violencia de clase mandatada por los gobiernos de Reagan y Thatcher, impuso la privatización de los recursos económicos nacionalizados y los derechos sociales parcialmente estatizados en el período anterior; las relaciones comerciales asimétricas; la financiarización de la economía tutelada por las corporaciones bursátiles imperialistas y la represión política.. La contrarrevolución se erige y erigió sobre un paradigma de acumulación capitalista más radical que el existente durante los inicios de la guerra fría. Primero a punta de metralla, y luego en los 90, con la anuencia de los gobiernos democrático burgueses, se destruyó todo vestigio de protección del trabajo, toda armadura jurídica acaudalada por las clases populares en años y años de lucha.
3. En los 90 y hacia la primera década del siglo XXI, en Chile campea la superexplotación del trabajo –de donde siempre deviene la valorización y la ganancia- mediante la flexibilidad laboral, la polifuncionalidad, la precarización del empleo, y la feminización y rostro juvenil de la pobreza. Tanto la seguridad social, como la movilidad social a través de la capacitación educacional formal son historias antiguas y puro relato de la propaganda de la clase en el poder. Sin embargo, como contraparte proveniente del desarrollo de las fuerzas productivas en el mundo y en Chile, y de la calificación superior demandada a la actual fuerza de trabajo, jamás los patrones resultaron más prescindibles para la conducción económica y política de la sociedad. Hoy, más que ayer, amplias fracciones de los trabajadores y el pueblo chileno cuentan con las facultades científico-técnicas para conducir la sociedad bajo un orden socialista capaz de combinar la igualdad con la libertad de ella parida. Naturalmente, ante estas evidencias históricas y estratégicamente peligrosas para la minoría en el poder, desde arriba se emplean diversas políticas de dominación y hegemonía que se expresan violentamente en los centros de trabajo; ideológica, cultural y propagandísticamente en los hogares mediante los dispositivos de alienación basados en los medios de comunicación de masas (si un buen día la gente dejara de comprar televisores, el poder los regalaría); y mediante el temor, el consumismo y el endeudamiento.
4. A diferencia de experiencias de impronta pro-popular en curso, como la venezolana y, más de cerca, la boliviana, en Chile la reorganización de la clase trabajadora y el pueblo ha tomado mucho más tiempo. La brutalidad con la que operó nativamente la contrarrevolución capitalista –a la cual es preciso agregar la cooptación política para el proyecto neoliberal de muchos cuadros dirigentes otrora anti-dictatoriales, resultó de una eficacia apabullante. Otro sector importante de militancia popular envejece en sus “cuarteles de invierno”, mientras lentamente se reconstruyen los nuevos relevos históricos para la conducción política desde los intereses profundos y luchas genuinas de las clases subordinadas.
5. Durante la primera década del siglo XXI, por abajo, se han ofrecido interesantes luchas como la de los estudiantes secundarios el 2006; la de los trabajadores subcontratistas del cobre y las forestales el 2007; combates originados por la demanda habitacional y luchas asociadas a polos sindicales acotados. El conjunto de las luchas parciales del siglo XXI en Chile ponen en vitrina de manera incipiente los límites de la democracia burguesa, hoy en un contexto de crisis económica y crisis de representatividad formal ante su descrédito creciente (sólo vota la mitad de los facultados para hacerlo). Cada uno de los episodios que descubren la lucha de clases en Chile, por sí solos e incluso todos juntos, todavía están lejos del “caracazo”, el “argentinazo” o la “guerra del agua” en Bolivia. Es decir, las luchas y organizaciones más estructuradas y estables de lucha aún resultan insuficientes como para hablar de un “movimiento social y popular en auge”. Lo realmente existente son las partículas dispersas y todavía embrionarias de un futuro movimiento político social capaz de probarse en batallas poderosas y con el tonelaje necesario para obtener victorias parciales significativas. Lo que realmente existe es la posibilidad –alentada objetivamente por la crisis económica mundial y su aterrizaje en Chile- de construir procesos de unidad política mínima para enfrentar el período. Aquí se habla de empeños anticapitalistas con independencia política de clase (de la patronal, del Estado y sus expresiones orgánicas), y convicción de poder y mayorías que, no obstante, recién están deshaciéndose de la desconfianzas mutuas, el encapsulamiento, el aparatismo, la ausencia del debate fecundo que requiere una política justa desde y para el conjunto de los trabajadores y el pueblo. Asimismo, apenas comienzan a desprenderse de atavismos y traumas político-ideológicos heredados de la Unidad Popular y la lucha antidictatorial. Aquí se habla de que existen las condiciones para establecer las matrices de la unidad de los empeños anticapitalistas en un continente político y social amplio, vasto, de masas, abierto y público, que no ponga en riesgo la subsistencia de cada empeño independiente como condición para ser parte del movimiento político común.
6. En términos de las condiciones para arribar a la unidad posible en clave de masas y como punto de arranque para constituirse en alternativa plausible mañana, ¿Cómo se puede empezar? Con el fin de salvar discusiones estrategistas, sobreideologizadamente estériles, o simplemente mezquinas y reñidas con la construcción colectiva radicalmente democrática que precisa la composición ancha de los intereses de los trabajadores y el pueblo, resultaría más eficaz, a través de una convocatoria amplia, convenir un programa mínimo o plataforma de lucha inclusiva y ordenadora de las batallas contra el capital y sus manifestaciones. Una llegada así resultaría transitoria y prometedoramente efectiva como prólogo de un derrotero cuyo horizonte sea la unidad política superior y a largo plazo. Y para ello se requieren luchas comunes, orgánica mínima, comunicaciones y recursos humanos y materiales básicos, y sobre todo, victorias parciales significativas que funcionen para visibilizar y prestigiar una alternativa político social eficiente y tangible para las grandes mayorías.
7. ¿La lucha electoral? Efectivamente es una lucha táctica determinada, en la medida que colabore con la construcción de la fuerza social transformadora, independiente y anticapitalista capaz de cambiar la vida de Chile en el futuro. Sin embargo, más allá de los devaneos teoricistas, las actuales condiciones de fuerza y experiencias cercanas pre-existentes, hoy, en enero de 2009, las elecciones sólo podrían ilustrar la debilidad de la semilla política unitaria popular. Si no se ha constituido el movimiento ancho, sus luchas mancomunadas y direccionadas, sus victorias parciales y la ocurrencia de hechos político-sociales que lo conviertan en actor visible e influyente en el escenario explícito de la lucha de clases y las demandas profundas de los trabajadores y el pueblo, ¿Qué sentido tiene en términos inmediatos, la participación electoral aquí y ahora, si aún no se genera siquiera la unidad mínima de las fuerzas realmente existentes del campo popular? Hasta la lucha electoral exige condiciones mínimas de fuerza para resultar efectiva política y propagandísticamente. Y en este artículo no se quiere abundar sobre el descrédito creciente respecto de la democracia formal; los magros resultados obtenidos por candidaturas populares incluso distintas a las de la izquierda tradicional; y en resumen, detallar las relaciones de fuerza concretas que aún predominan en Chile y que permanecen distantes todavía de su reversión (incluso bajo las concepciones más “revolucionaristas” de la historia y menos “etapistas” que se esgriman). Lo principal es convenir voluntades y partir por el principio. Como existe el aventurerismo y voluntarismo militarista, existe el aventurerismo y voluntarismo electoralista. Ambas son ilusiones infecundas para los intereses de los trabajadores y el pueblo.
Andrés Figueroa Cornejo
2. En la década de los 90 se vivieron los ecos de la lucha antidictatorial en un marco de reflujo sustantivo de la organización y combate de los trabajadores y el pueblo. Por arriba, la Concertación logró desarticular el movimiento de masas que ya iba a la baja vertical inmediatamente después de que ganará el NO en el plebiscito de 1988. La paz social necesaria para garantizar la gobernabilidad burguesa sobre el formato de una democracia amañada por las decisiones de un puñado de direcciones partidistas autorizadas por el imperialismo norteamericano y la socialdemocracia europea, se apoyó sobre el continuismo neoliberal, el espejismo de la libertad de opción y participación, y la alienación del consenso, la unidad nacional, la democracia electoral y clientelista y el consumo. Esta nueva estrategia imperialista se impuso, prácticamente, en todo el Continente. Las dictaduras militares ya habían cumplido su labor y paulatinamente comportaban un riesgo para la estabilidad del modelo. Producto del avance exponencial de la organización resuelta de amplios sectores de trabajadores y pueblo latinoamericano durante los 60 y 70, como efecto ejemplar del triunfo de la Revolución Cubana , la guerra de Vietnam, la existencia de los llamados socialismos reales en un tercio del planeta, los movimientos antisistémicos en el corazón del principal Estado imperialista, y la relativa compensación de relaciones de fuerza entre capital y trabajo, se abrió un nuevo escenario global que en Chile cristalizó con la llegada al Ejecutivo de la Unidad Popular. Sin embargo, el imperialismo, desde sus costados fascistas, logró reestablecer el orden de sus intereses a través de dictaduras militares, patrón político demandado por el nuevo ciclo histórico fundado por la contrarrevolución capitalista. De este modo, fueron diezmadas materialmente las expresiones más decididas y anticapitalistas del Continente, descabezando los liderazgos construidos a lo largo de décadas por la clase trabajadora. Tras la estrategia política imperialista para la Región estaba la ofensiva del capital ante la baja tendencial de la ganancia y la crisis de sobreproducción de fines de los 60 y comienzos de los 70 que la burguesía mundial resolvió liberando el dólar de su convertibilidad en oro y expandiendo, sin regulación alguna, la internacionalización del capital financiero y especulativo. Las dictaduras militares y los gobiernos “democráticos” del capital en América Latina fueron los facilitadotes inmejorables para la recomposición de los intereses de las clases dominantes mundiales y, por extensión y subordinación, de las nativas. La división mundial del trabajo en los tiempos de los regímenes militares profundizó la dependencia de los países latinoamericanos, condenándolos, una vez más, a meros territorios exportadores de recursos naturales finitos, aniquilando rápidamente los incipientes procesos de industrialización pre-dictatoriales. El llamado neoliberalismo, que hizo sus primeras armas continentales –y acaso planetarias- en Chile por medio del imperio del capital sin báscula y la violencia de clase mandatada por los gobiernos de Reagan y Thatcher, impuso la privatización de los recursos económicos nacionalizados y los derechos sociales parcialmente estatizados en el período anterior; las relaciones comerciales asimétricas; la financiarización de la economía tutelada por las corporaciones bursátiles imperialistas y la represión política.. La contrarrevolución se erige y erigió sobre un paradigma de acumulación capitalista más radical que el existente durante los inicios de la guerra fría. Primero a punta de metralla, y luego en los 90, con la anuencia de los gobiernos democrático burgueses, se destruyó todo vestigio de protección del trabajo, toda armadura jurídica acaudalada por las clases populares en años y años de lucha.
3. En los 90 y hacia la primera década del siglo XXI, en Chile campea la superexplotación del trabajo –de donde siempre deviene la valorización y la ganancia- mediante la flexibilidad laboral, la polifuncionalidad, la precarización del empleo, y la feminización y rostro juvenil de la pobreza. Tanto la seguridad social, como la movilidad social a través de la capacitación educacional formal son historias antiguas y puro relato de la propaganda de la clase en el poder. Sin embargo, como contraparte proveniente del desarrollo de las fuerzas productivas en el mundo y en Chile, y de la calificación superior demandada a la actual fuerza de trabajo, jamás los patrones resultaron más prescindibles para la conducción económica y política de la sociedad. Hoy, más que ayer, amplias fracciones de los trabajadores y el pueblo chileno cuentan con las facultades científico-técnicas para conducir la sociedad bajo un orden socialista capaz de combinar la igualdad con la libertad de ella parida. Naturalmente, ante estas evidencias históricas y estratégicamente peligrosas para la minoría en el poder, desde arriba se emplean diversas políticas de dominación y hegemonía que se expresan violentamente en los centros de trabajo; ideológica, cultural y propagandísticamente en los hogares mediante los dispositivos de alienación basados en los medios de comunicación de masas (si un buen día la gente dejara de comprar televisores, el poder los regalaría); y mediante el temor, el consumismo y el endeudamiento.
4. A diferencia de experiencias de impronta pro-popular en curso, como la venezolana y, más de cerca, la boliviana, en Chile la reorganización de la clase trabajadora y el pueblo ha tomado mucho más tiempo. La brutalidad con la que operó nativamente la contrarrevolución capitalista –a la cual es preciso agregar la cooptación política para el proyecto neoliberal de muchos cuadros dirigentes otrora anti-dictatoriales, resultó de una eficacia apabullante. Otro sector importante de militancia popular envejece en sus “cuarteles de invierno”, mientras lentamente se reconstruyen los nuevos relevos históricos para la conducción política desde los intereses profundos y luchas genuinas de las clases subordinadas.
5. Durante la primera década del siglo XXI, por abajo, se han ofrecido interesantes luchas como la de los estudiantes secundarios el 2006; la de los trabajadores subcontratistas del cobre y las forestales el 2007; combates originados por la demanda habitacional y luchas asociadas a polos sindicales acotados. El conjunto de las luchas parciales del siglo XXI en Chile ponen en vitrina de manera incipiente los límites de la democracia burguesa, hoy en un contexto de crisis económica y crisis de representatividad formal ante su descrédito creciente (sólo vota la mitad de los facultados para hacerlo). Cada uno de los episodios que descubren la lucha de clases en Chile, por sí solos e incluso todos juntos, todavía están lejos del “caracazo”, el “argentinazo” o la “guerra del agua” en Bolivia. Es decir, las luchas y organizaciones más estructuradas y estables de lucha aún resultan insuficientes como para hablar de un “movimiento social y popular en auge”. Lo realmente existente son las partículas dispersas y todavía embrionarias de un futuro movimiento político social capaz de probarse en batallas poderosas y con el tonelaje necesario para obtener victorias parciales significativas. Lo que realmente existe es la posibilidad –alentada objetivamente por la crisis económica mundial y su aterrizaje en Chile- de construir procesos de unidad política mínima para enfrentar el período. Aquí se habla de empeños anticapitalistas con independencia política de clase (de la patronal, del Estado y sus expresiones orgánicas), y convicción de poder y mayorías que, no obstante, recién están deshaciéndose de la desconfianzas mutuas, el encapsulamiento, el aparatismo, la ausencia del debate fecundo que requiere una política justa desde y para el conjunto de los trabajadores y el pueblo. Asimismo, apenas comienzan a desprenderse de atavismos y traumas político-ideológicos heredados de la Unidad Popular y la lucha antidictatorial. Aquí se habla de que existen las condiciones para establecer las matrices de la unidad de los empeños anticapitalistas en un continente político y social amplio, vasto, de masas, abierto y público, que no ponga en riesgo la subsistencia de cada empeño independiente como condición para ser parte del movimiento político común.
6. En términos de las condiciones para arribar a la unidad posible en clave de masas y como punto de arranque para constituirse en alternativa plausible mañana, ¿Cómo se puede empezar? Con el fin de salvar discusiones estrategistas, sobreideologizadamente estériles, o simplemente mezquinas y reñidas con la construcción colectiva radicalmente democrática que precisa la composición ancha de los intereses de los trabajadores y el pueblo, resultaría más eficaz, a través de una convocatoria amplia, convenir un programa mínimo o plataforma de lucha inclusiva y ordenadora de las batallas contra el capital y sus manifestaciones. Una llegada así resultaría transitoria y prometedoramente efectiva como prólogo de un derrotero cuyo horizonte sea la unidad política superior y a largo plazo. Y para ello se requieren luchas comunes, orgánica mínima, comunicaciones y recursos humanos y materiales básicos, y sobre todo, victorias parciales significativas que funcionen para visibilizar y prestigiar una alternativa político social eficiente y tangible para las grandes mayorías.
7. ¿La lucha electoral? Efectivamente es una lucha táctica determinada, en la medida que colabore con la construcción de la fuerza social transformadora, independiente y anticapitalista capaz de cambiar la vida de Chile en el futuro. Sin embargo, más allá de los devaneos teoricistas, las actuales condiciones de fuerza y experiencias cercanas pre-existentes, hoy, en enero de 2009, las elecciones sólo podrían ilustrar la debilidad de la semilla política unitaria popular. Si no se ha constituido el movimiento ancho, sus luchas mancomunadas y direccionadas, sus victorias parciales y la ocurrencia de hechos político-sociales que lo conviertan en actor visible e influyente en el escenario explícito de la lucha de clases y las demandas profundas de los trabajadores y el pueblo, ¿Qué sentido tiene en términos inmediatos, la participación electoral aquí y ahora, si aún no se genera siquiera la unidad mínima de las fuerzas realmente existentes del campo popular? Hasta la lucha electoral exige condiciones mínimas de fuerza para resultar efectiva política y propagandísticamente. Y en este artículo no se quiere abundar sobre el descrédito creciente respecto de la democracia formal; los magros resultados obtenidos por candidaturas populares incluso distintas a las de la izquierda tradicional; y en resumen, detallar las relaciones de fuerza concretas que aún predominan en Chile y que permanecen distantes todavía de su reversión (incluso bajo las concepciones más “revolucionaristas” de la historia y menos “etapistas” que se esgriman). Lo principal es convenir voluntades y partir por el principio. Como existe el aventurerismo y voluntarismo militarista, existe el aventurerismo y voluntarismo electoralista. Ambas son ilusiones infecundas para los intereses de los trabajadores y el pueblo.
Andrés Figueroa Cornejo
EL VERANO CHILENO ES MUCHO MÁS QUE LAS PRETENSIONES PEREGRINAS DE FREI RUIZ TAGLE
1. Chile es, después de Brasil, el segundo país con peor distribución del ingreso en América Latina, y a nivel mundial, está dentro de los 15 primeros. No es accidental que, asimismo, según el Índice de Libertad Económica 2009 elaborado por el periódico The Wall Street Journal y el think tank liberal Heritage Foundation, de 183 economías del planeta, Chile ocupe el lugar 11. Las variables para alcanzar ese sitial corresponden a la libertad para emprender negocios, para utilizar dinero, apertura comercial, inversiones, manejo fiscal, tamaño del gobierno, libertad financiera y regulación laboral. Es decir, en tanto menos regulaciones jurídicas para el capital transnacional y su concentración y hegemonía existan en el país, más premios del jurado interesado recibe en los ránking que direccionan los movimientos de la explotación y la ganancia a menos riesgo. Mientras tanto, y como una de sus consecuencias, en Chile la sociedad de clases se profundiza exponencialmente.
2. La Federación de Medios de Comunicación Social (de los dueños, claro), organizó un debate sobre la crisis económica. En la ocasión, el ministro de Hacienda –y propaganda- , Andrés Velasco, cambiando radicalmente sus dichos ansiolíticos desde los comienzos de la crisis, manifestó que “En 2009 veremos cosas en el planeta Tierra que hace mucho tiempo que no vemos.” Velasco confía en que Chile amortiguará el golpe debido al gran ahorro fiscal acumulado durante los últimos años. ¿Dónde están esos ahorros, muchos de los cuales se encuentran colocados en inversiones financieras asociadas a los Estados corporativos centrales hoy en recesión? ¿Cuánto durarán los recursos acaudalados que, en la práctica, se han traducido en inyecciones generosas a los dueños de la banca, las salmoneras, subvención a la patronal constructora y programas de empleo precario? En el mismo foro unidireccional, el ministro secretario general de la Presidencia , José Viera Gallo dijo creer que en crisis se pueden sufrir más convulsiones sociales, “irracionales, incluso en naciones avanzadas.” Tiembla su papada cuando imagina tanto pobre con indignación legítima.
3. Costanera Center es un megaproyecto de la poderosa corporación de capitales diversificados Cencosud, cuyo objetivo es construir uno de los centros comerciales y financieros más grandes del Continente. Debido a la crisis económica, la obra faraónica acaba de arrojar a la cesantía a 400 trabajadores. Quedan 1800, y todavía su financiamiento definitivo y plazos de ejecución no están zanjados, según la empresa. Economistas del poder y de las constructoras han señalado que la contracción del sector puede desemplear hasta alrededor de 150 mil obreros sólo en el primer semestre de 2009. Por su lado, el 14 de enero, la empresa de obras sanitarias y artefactos para el baño, Fanaloza, cerró sus plantas en Coronel y Penco, Octava Región. Fanaloza perdió más del 50 % de su demanda productiva por Estados Unidos y América Latina. 210 operarios quedaron inmediatamente en la calle y sólo en Penco, la cesantía aumentó de golpe a un 10 %. Según el Banco Central, el crecimiento “oficial” del desempleo en dos dígitos, aumentaría la cesación de pago de deudas de casi un 18 % de los chilenos, haciendo trizas el alicaído sistema financiero del país.
4. Cinco compañías de la venta al detalle (retail) disminuirán sus inversiones en un 63 % en el 2009, respecto de sus planificaciones del año anterior. Se trata de Cencosud, Falabella, Ripley, La Polar y Parque Arauco. Los despidos están a la orden del día.
5. En las últimas elecciones de alcaldes y concejales votó apenas la mitad de los chilenos en edad de sufragar. Por ello cobró cierto vigor la propuesta marrullera de establecer la inscripción obligatoria y el voto voluntario. Los políticos de ambos rostros del poder (Alianza por Chile y Concertación) hicieron gárgaras y gesticularon mediáticamente para que el proyecto de ley fuera implementado para las elecciones presidenciales de fines de 2009. Sin embargo, el martes 13 de enero a través de votación transversal en el Congreso fue liquidada su urgencia. Ello redundará en que la vociferada iniciativa –que ilustra inmejorablemente la crisis de representación de la democracia sin pueblo que reina en Chile- se apilará en la bodega del Poder Legislativo. Resulta sintomático que el socialista Marcelo Schilling –jefe civil de los servicios de inteligencia política contra los empeños anticapitalistas en los albores de los gobiernos civiles postdictadura; diputado a dedo del PS; y mano derecha del presidente de esa tienda, Camilo Escalona- votara contra la urgencia de la ley. Las cuentas, tanto de la Concertación como de la Alianza , limitan su incertidumbre sólo ante el actual padrón electoral extraordinariamente acotado y envejecido. El bloque dominante desdeña la participación de jóvenes chilenos incluso en el presente formato limitado de la democracia oligárquica, añosa y nepotista. Los prefiere enredados en la alienación adictiva de la ilusión del consumo, el egoísmo, infantilizados políticamente. Los que todavía mandan temen a los jóvenes, tanto a los que no salen de su ombligo, como a los que ya han iniciado sus armas en el escenario público mediante la crítica implacable y la rebeldía. Sin embargo, normalmente, hasta los viejos burgueses mueren antes que los jóvenes trabajadores y estudiantes empobrecidos y de pupila anticapitalista.
6. El demócratacristiano Eduardo Frei Ruiz Tagle fue proclamado como candidato presidencial por el Partido Socialista dirigido por Camilo Escalona y cuya vice Presidencia está en manos del Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Arturo Martínez, el 17 de enero en la Universidad de Santiago de Chile (los estudiantes están de vacaciones). Mientras miembros de la Juventud Socialista gritaban consignas contra Frei –hijo del Presidente Frei Montalva, antiallendista, anticomunista, y representante ejemplar de las políticas norteamericanas para impedir el avance de la izquierda durante los años 60 del siglo pasado a través de los dictados de la llamada Alianza Para el Progreso-, rápidamente se vuelve por vía técnico administrativa candidato único de la Concertación para las presidenciales de octubre. Frei Ruiz Tagle durante su primer gobierno concertacionista –entre Aylwin y Lagos- profundizó la descalcificación del Estado, agigantó el aperturismo económico del país, volviéndolo todavía más dependiente del capital financiero especulativo mundial, y encadenó aún más la suerte económica de 16 millones de chilenos al precio impuesto por la demanda internacional de los recursos naturales que alimentan el país (cobre, madera, algunos productos marinos). En la jornada de proclamación, Frei Ruiz Tagle agradeció y destacó a socialistas con los que trabajó durante su mandato a mediados de los 90, como Ricardo Lagos, José Miguel Insulza, y el ex ministro Jorge Arrate, entre otros. Dijo que enfrentaría la crisis mundial “con más Estado”, y aludiendo a la izquierda tradicional agrupada en torno al Partido Comunista, Frei afirmó que “vamos a terminar con las exclusiones políticas (…) y les vamos a abrir las puertas a los chilenos que hoy día no pueden participar en el desarrollo político del país.” Cuando el Partido Socialista se descompone a diario y su dirección da golpes de timón con la desesperación de los naufragios, para los de abajo el verano se vive en la calle, capeando el calor con los grifos abiertos y en calzoncillos. Con fortuna, se podrá salir un fin de semana a la costa central para no olvidar el color del mar y retornar a Santiago en los buses abarrotados que cobran menos, pero no poco. Según la Unidad de Consumidores de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA) del Ministerio de Agricultura, el 20 % de los chilenos más pobres, para seguir comprando la misma cantidad de pan que hace dos años, está dejando de comprar otros alimentos y productos. Pero para el empresario y demócratacristiano Eduardo Frei Ruiz Tagle lo importante es eternizar una Concertación derrumbada, perdida de sentidos, burguesa y aburguesada, antipopular y armada de canas mal habidas y mucha policía contra la reorganización en camino de amplias franjas de los trabajadores y el pueblo.
Andrés Figueroa Cornejo
1. Chile es, después de Brasil, el segundo país con peor distribución del ingreso en América Latina, y a nivel mundial, está dentro de los 15 primeros. No es accidental que, asimismo, según el Índice de Libertad Económica 2009 elaborado por el periódico The Wall Street Journal y el think tank liberal Heritage Foundation, de 183 economías del planeta, Chile ocupe el lugar 11. Las variables para alcanzar ese sitial corresponden a la libertad para emprender negocios, para utilizar dinero, apertura comercial, inversiones, manejo fiscal, tamaño del gobierno, libertad financiera y regulación laboral. Es decir, en tanto menos regulaciones jurídicas para el capital transnacional y su concentración y hegemonía existan en el país, más premios del jurado interesado recibe en los ránking que direccionan los movimientos de la explotación y la ganancia a menos riesgo. Mientras tanto, y como una de sus consecuencias, en Chile la sociedad de clases se profundiza exponencialmente.
2. La Federación de Medios de Comunicación Social (de los dueños, claro), organizó un debate sobre la crisis económica. En la ocasión, el ministro de Hacienda –y propaganda- , Andrés Velasco, cambiando radicalmente sus dichos ansiolíticos desde los comienzos de la crisis, manifestó que “En 2009 veremos cosas en el planeta Tierra que hace mucho tiempo que no vemos.” Velasco confía en que Chile amortiguará el golpe debido al gran ahorro fiscal acumulado durante los últimos años. ¿Dónde están esos ahorros, muchos de los cuales se encuentran colocados en inversiones financieras asociadas a los Estados corporativos centrales hoy en recesión? ¿Cuánto durarán los recursos acaudalados que, en la práctica, se han traducido en inyecciones generosas a los dueños de la banca, las salmoneras, subvención a la patronal constructora y programas de empleo precario? En el mismo foro unidireccional, el ministro secretario general de la Presidencia , José Viera Gallo dijo creer que en crisis se pueden sufrir más convulsiones sociales, “irracionales, incluso en naciones avanzadas.” Tiembla su papada cuando imagina tanto pobre con indignación legítima.
3. Costanera Center es un megaproyecto de la poderosa corporación de capitales diversificados Cencosud, cuyo objetivo es construir uno de los centros comerciales y financieros más grandes del Continente. Debido a la crisis económica, la obra faraónica acaba de arrojar a la cesantía a 400 trabajadores. Quedan 1800, y todavía su financiamiento definitivo y plazos de ejecución no están zanjados, según la empresa. Economistas del poder y de las constructoras han señalado que la contracción del sector puede desemplear hasta alrededor de 150 mil obreros sólo en el primer semestre de 2009. Por su lado, el 14 de enero, la empresa de obras sanitarias y artefactos para el baño, Fanaloza, cerró sus plantas en Coronel y Penco, Octava Región. Fanaloza perdió más del 50 % de su demanda productiva por Estados Unidos y América Latina. 210 operarios quedaron inmediatamente en la calle y sólo en Penco, la cesantía aumentó de golpe a un 10 %. Según el Banco Central, el crecimiento “oficial” del desempleo en dos dígitos, aumentaría la cesación de pago de deudas de casi un 18 % de los chilenos, haciendo trizas el alicaído sistema financiero del país.
4. Cinco compañías de la venta al detalle (retail) disminuirán sus inversiones en un 63 % en el 2009, respecto de sus planificaciones del año anterior. Se trata de Cencosud, Falabella, Ripley, La Polar y Parque Arauco. Los despidos están a la orden del día.
5. En las últimas elecciones de alcaldes y concejales votó apenas la mitad de los chilenos en edad de sufragar. Por ello cobró cierto vigor la propuesta marrullera de establecer la inscripción obligatoria y el voto voluntario. Los políticos de ambos rostros del poder (Alianza por Chile y Concertación) hicieron gárgaras y gesticularon mediáticamente para que el proyecto de ley fuera implementado para las elecciones presidenciales de fines de 2009. Sin embargo, el martes 13 de enero a través de votación transversal en el Congreso fue liquidada su urgencia. Ello redundará en que la vociferada iniciativa –que ilustra inmejorablemente la crisis de representación de la democracia sin pueblo que reina en Chile- se apilará en la bodega del Poder Legislativo. Resulta sintomático que el socialista Marcelo Schilling –jefe civil de los servicios de inteligencia política contra los empeños anticapitalistas en los albores de los gobiernos civiles postdictadura; diputado a dedo del PS; y mano derecha del presidente de esa tienda, Camilo Escalona- votara contra la urgencia de la ley. Las cuentas, tanto de la Concertación como de la Alianza , limitan su incertidumbre sólo ante el actual padrón electoral extraordinariamente acotado y envejecido. El bloque dominante desdeña la participación de jóvenes chilenos incluso en el presente formato limitado de la democracia oligárquica, añosa y nepotista. Los prefiere enredados en la alienación adictiva de la ilusión del consumo, el egoísmo, infantilizados políticamente. Los que todavía mandan temen a los jóvenes, tanto a los que no salen de su ombligo, como a los que ya han iniciado sus armas en el escenario público mediante la crítica implacable y la rebeldía. Sin embargo, normalmente, hasta los viejos burgueses mueren antes que los jóvenes trabajadores y estudiantes empobrecidos y de pupila anticapitalista.
6. El demócratacristiano Eduardo Frei Ruiz Tagle fue proclamado como candidato presidencial por el Partido Socialista dirigido por Camilo Escalona y cuya vice Presidencia está en manos del Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Arturo Martínez, el 17 de enero en la Universidad de Santiago de Chile (los estudiantes están de vacaciones). Mientras miembros de la Juventud Socialista gritaban consignas contra Frei –hijo del Presidente Frei Montalva, antiallendista, anticomunista, y representante ejemplar de las políticas norteamericanas para impedir el avance de la izquierda durante los años 60 del siglo pasado a través de los dictados de la llamada Alianza Para el Progreso-, rápidamente se vuelve por vía técnico administrativa candidato único de la Concertación para las presidenciales de octubre. Frei Ruiz Tagle durante su primer gobierno concertacionista –entre Aylwin y Lagos- profundizó la descalcificación del Estado, agigantó el aperturismo económico del país, volviéndolo todavía más dependiente del capital financiero especulativo mundial, y encadenó aún más la suerte económica de 16 millones de chilenos al precio impuesto por la demanda internacional de los recursos naturales que alimentan el país (cobre, madera, algunos productos marinos). En la jornada de proclamación, Frei Ruiz Tagle agradeció y destacó a socialistas con los que trabajó durante su mandato a mediados de los 90, como Ricardo Lagos, José Miguel Insulza, y el ex ministro Jorge Arrate, entre otros. Dijo que enfrentaría la crisis mundial “con más Estado”, y aludiendo a la izquierda tradicional agrupada en torno al Partido Comunista, Frei afirmó que “vamos a terminar con las exclusiones políticas (…) y les vamos a abrir las puertas a los chilenos que hoy día no pueden participar en el desarrollo político del país.” Cuando el Partido Socialista se descompone a diario y su dirección da golpes de timón con la desesperación de los naufragios, para los de abajo el verano se vive en la calle, capeando el calor con los grifos abiertos y en calzoncillos. Con fortuna, se podrá salir un fin de semana a la costa central para no olvidar el color del mar y retornar a Santiago en los buses abarrotados que cobran menos, pero no poco. Según la Unidad de Consumidores de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA) del Ministerio de Agricultura, el 20 % de los chilenos más pobres, para seguir comprando la misma cantidad de pan que hace dos años, está dejando de comprar otros alimentos y productos. Pero para el empresario y demócratacristiano Eduardo Frei Ruiz Tagle lo importante es eternizar una Concertación derrumbada, perdida de sentidos, burguesa y aburguesada, antipopular y armada de canas mal habidas y mucha policía contra la reorganización en camino de amplias franjas de los trabajadores y el pueblo.
Andrés Figueroa Cornejo
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